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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Londres busca sus patatas fritas

Al Reino Unido, que pierde este partido por goleada, ya solo le queda negociar en desventaja un acuerdo comercial similar al de la UE con Canadá

Carlos Yárnoz
La primera ministra británica, Theresa May, expresa su posición de cara a la próxima fase de las negociaciones del Brexit este viernes 2 de marzo en Londres.
La primera ministra británica, Theresa May, expresa su posición de cara a la próxima fase de las negociaciones del Brexit este viernes 2 de marzo en Londres. CHRIS J. RATCLIFFE / POOL (EFE)

Mientras los mentirosos apóstoles del Brexit siguen prometiendo “alimentos y ropa más barata” fuera de la UE —tuit de hace cuatro días del xenófobo eurodiputado Nigel Farage—, los británicos han entrado en pánico. A solo 13 meses de abandonar el club, constatan que no existe un proyecto pos-Brexit y que las líneas rojas frente a Bruselas se van saldando con sucesivas marchas atrás. Todo un éxito de la otrora brillante diplomacia británica.

El escollo más grave es hoy Irlanda. Theresa May ha calificado de “amenaza a la integridad constitucional del Reino Unido” la propuesta de Bruselas para que no reaparezca entre la provincia de Irlanda del Norte y la República de Irlanda la frontera eliminada en 1998 para poner fin a una guerra civil que costó 3.500 vidas. No es verdad. Es el Brexit en sí mismo y las líneas rojas de Londres las que ponen en riesgo esa integridad.

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, preguntó el jueves a la primera ministra si tenía “una idea mejor” para Irlanda. En 24 horas, la primera ministra ha dejado claro que no. Ella misma se ha cerrado las puertas al rechazar de nuevo que Londres siga en el mercado interior o en la unión aduanera. Salvo milagro que nadie vislumbra, Reino Unido se ve abocado a la peligrosa frontera Norte-Sur entre las irlandas o a una nueva Este-Oeste en el Mar de Irlanda, que es la propuesta lógica de Bruselas que haría soñar a algunos con una Irlanda unificada.

En su duro discurso de la Mansion House dictado en parte por los ortodoxos profetas, May no ha dado respuesta a ese enrevesado reto. Se ha limitado a prometer que no habrá “frontera dura”, pero ninguna pista sobre su opción. Su esperada intervención ha servido solo para marcar las condiciones globales de la negociación con la UE. Lo hace ahora, cuando ya han pasado once meses de negociación. Es otra prueba de que los dirigentes británicos están perdidos. Saben que en el referéndum que May exige respetar se decidió abandonar la UE, pero no saben cómo ni para qué. Lo demuestra también que las negociaciones con el equipo del excomisario Michel Barnier solo avanzan allá donde los británicos han retrocedido.

Rechazaban pagar factura alguna y ya han aceptado aportar 40.000 millones a la UE. Negaron la autoridad del Tribunal de la Unión en el periodo transitorio 2019-2021 y han reculado. Vetaron que los europeos que se afincaran en Reino Unido en esos dos años tuvieran los mismos derechos que los actuales residentes y han dado marcha atrás.

Londres pierde por goleada. Solo le queda negociar en desventaja un acuerdo comercial similar al de la UE con Canadá. Será, asegura May con un gratuito optimismo, “el más completo del mundo”. El país se enfrenta a oscuras a su mayor desafío en 50 años, con la población dramáticamente dividida —May promete unirla con un buenismo facilón— y no menos dramáticas llamadas a rectificar con otro referéndum, como lo han hecho el ex primer ministro John Major o el exvicepremier Michael Heseltine.

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Para esos mentirosos apóstoles, ya es tarde para reconocer lo obvio: que la alternativa fuera de la UE será peor para todos. No se lo ha podido decir más claro Martin Donnelly, exresponsable de Comercio Exterior hasta el año pasado: dejar el mercado único es como “rechazar hoy una comida de tres platos a cambio de la promesa de una bolsa de patatas fritas mañana”. En eso sigue Londres. En busca de las patatas fritas. De la marca “verdades duras”, las que augura la propia May.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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