Jeremy Corbyn acorrala a May con su defensa de un Brexit suave
El líder laborista defiende una unión aduanera con la UE y apela a los conservadores más pragmáticos a desafiar a la primera minsitra
La batalla del Brexit no se libra solo en Bruselas. Existe otro frente, acaso más endiablado aún, que se disputa en el Parlamento británico. Las hostilidades en ese frente doméstico se han recrudecido con el anuncio este lunes de Jeremy Corbyn de que la oposición laborista buscará que Reino Unido continúe en una unión aduanera con la UE después del Brexit. La nueva posición, celebrada por los mercados y el mundo empresarial, abre la posibilidad de una alianza entre la oposición y los diputados conservadores más pragmáticos para forzar al Gobierno a un Brexit suave.
El fiasco de las elecciones de junio, en las que los conservadores buscaron reforzar su mayoría absoluta y la perdieron, obliga a Theresa May a un juego de equilibrios en el que no se puede permitir alienar a la minoría de diputados conservadores que defienden una ruptura radical con Bruselas. Para ellos, la unión aduanera con la UE es una línea roja clara.
Una unión aduanera permitiría a Reino Unido comerciar sin barreras con el bloque, que hoy supone el 43% de sus exportaciones de bienes y servicios, pero le impediría negociar independientemente acuerdos comerciales con terceros países. Y esta capacidad, la de convertir a Reino Unido en un campeón del libre comercio con las grandes economías emergentes, es la base del modelo que los conservadores euroescépticos quieren para el país después del Brexit.
Para los más proeuropeos, una unión aduanera no es suficiente. Pero constituye la modalidad de Brexit suave más factible para May: permitiría eludir los graves perjuicios económicos de poner barreras al comercio con el bloque y no obligaría a aceptar la libre circulación de personas que va asociada a continuar en el mercado único. De paso, contribuiría decisivamente a evitar una frontera física entre la república de Irlanda e Irlanda del Norte, uno de los asuntos más espinosos de la negociación del Brexit.
Las empresas celebran el giro
La defensa de una unión aduanera ha convertido a Jeremy Corbyn, al menos momentáneamente, en un improbable aliado de la comunidad empresarial, lo cual supone otro daño colateral para Theresa May. Carolyn Fairbairn, directora de la CBI, la principal patronal del país, ha dicho que el compromiso de Corbyn con una unión aduanera “defiende el empleo y la calidad de vida”. Desde el Instituto de Directores, otra organización empresarial, se ha celebrado “la apertura del debate” propiciada por el líder laborista. También se atribuye a su discurso, en parte, la subida que ha experimentado la libra, que ha alcanzado a primera hora de la tarde su valor más alto en 10 días.
Por todo ello, la primera ministra venía dejando discretamente abierta la puerta a la unión aduanera. Pero el pasado viernes la cerró formalmente. Presionada por un sector duro cada vez más beligerante, tras un cónclave de ocho horas en el que logró un consenso en el Gobierno sobre el modelo de ruptura con la UE, la primera ministra descartó la unión aduanera.
“El resultado fue una portería vacía para los laboristas y, sorpresa, sorpresa, estos han chutado la pelota hasta el fondo de la red”. La frase la recogía este viernes el editorial del vespertino Evening Standard, dirigido por alguien tan poco sospechoso de simpatizar con Jeremy Corbyn como es el exministro de Economía conservador George Osborne.
El giro en la postura del laborismo se ha escenificado en un discurso en el que Jeremy Corbyn ha dejado claro que su partido quiere “una nueva y completa unión aduanera entre Reino Unido y la UE”. La jugada coloca al veterano socialista como adalid del Brexit suave y estrecha peligrosamente el campo de maniobra de May. Corbyn no ha ocultado su desafío directo: “Apelo a los diputados de todos los partidos, dispuestos a colocar los intereses de la gente por delante de las fantasías ideológicas, a unirse a nosotros y apoyar la opción de una nueva unión aduanera con la UE”, ha dicho.
El giro de Corbyn, que hasta ahora mantenía una efectiva política de “ambigüedad constructiva”, pone en bandeja a los diputados conservadores más pragmáticos una alianza para forzar a May a un Brexit suave. La pinza entre la oposición y los tories proeuropeos podría provocar derrotas parlamentarias a un Gobierno sostenido, con la ayuda de los unionistas norirlandeses, por una frágil mayoría de apenas una docena de diputados.
El líder laborista ha introducido un matiz relevante en su discurso: la unión aduanera solo sería aceptable si Reino Unido pudiera negociar con la UE los futuros acuerdos con terceros, algo a lo que Bruselas se ha resistido hasta la fecha. “El laborismo no consentiría dejar a Reino Unido como un receptor pasivo de las normas decididas por otros”, ha advertido.
Los conservadores se han apresurado a criticar a Corbyn por “traicionar a millones de votantes laboristas” que apoyaron el Brexit. La primera ministra tiene previsto detallar la postura del Gobierno en un discurso el viernes. Pero este mismo lunes, después del discurso de Corbyn, Downing Street se ha encargado de confirmar que esta no contempla una unión aduanera.
Los proeuropeos quieren que Corbyn vaya más lejos
El giro de Jeremy Corbyn coincide con numerosos indicios de que el apoyo popular al Brexit está menguando en la sociedad británica. Quedan apenas ocho meses para cerrar el acuerdo de salida con Bruselas y el lento avance de las negociaciones no invita al optimismo. Los diputados y lores proeuropeos, que son mayoría ambas cámaras del Parlamento, están dando la batalla sin complejos, aprovechando la frágil mayoría de Theresa May. La idea de celebrar un segundo referéndum una vez se conozcan los términos del acuerdo cobra fuerza: un 47% de los británicos lo apoyaría, según una reciente encuesta, frente a un 32% que no contempla volver a sacar las urnas. El movimiento para detener el Brexit crece y todas las miradas se dirigen a un potencial aliado clave: el líder laborista.
Pero Corbyn no parece dispuesto a ir más allá en un asunto que suscita un debate existencial en la izquierda británica. El Brexit es un tema que expone como pocos la brecha entre los socialistas de la vieja escuela y los jóvenes urbanitas que conforman el corbynismo.
La inmensa mayoría de los diputados laboristas apoyaron la permanencia en la UE. Pero el hecho de que dos de cada tres representan a circunscripciones electorales que apoyaron el Brexit ha alejado al partido, desde el referéndum, de cualquier tentación de defender una marcha atrás.
Sucede ahora que, según los propios análisis del Gobierno, las regiones que sufrirán más la ruptura con la UE son precisamente aquellas que concentraron el voto laborista pro-Brexit. La demografía también arropa a quienes creen que el laborismo debería ir más allá: los jóvenes votaron masivamente por la permanencia, y hoy hay ya cerca de un millón de ellos que han alcanzado a la mayoría de edad desde el referéndum.
Hoy hay tres campañas nacionales en marcha que persiguen una marcha atrás en el Brexit y las tres tienen un objetivo común: los votantes laboristas jóvenes. El cambio de rumbo de Corbyn hacia la defensa de una unión aduanera fue celebrada ayer entre los diputados de la oposición y los think tanks progresistas, pero muchos insistieron en que no es suficiente.
Corbyn pertenece a ese sector de la izquierda británica que tradicionalmente ha recelado del proyecto europeo. “Siempre me he opuesto a la ortodoxia del libre mercado y al déficit democrático de la UE”, ha reconocido este lunes en su discurso. El escepticismo es sano, ha añadido, “pero el término euroescepticismo se ha convertido en sinónimo de antieuropeo y yo no lo soy”.
Arrastrado por la opinión dominante entre sus diputados, y en particular por la concienzuda labor en la sombra de su estratega del Brexit, Keir Starmer, el líder laborista ha ido inclinándose progresivamente hacia una ruptura suave con la UE. Una posición que apenas oculta, por otro lado, un evidente cálculo estratégico: complicar las cosas al Gobierno es algo tentador, incluso para un líder de la oposición cuya popularidad se sustenta en la insobornable fidelidad a sus principios.
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