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Los turistas en grupo deberán darle la espalda a las ventanas del Barrio Rojo de Ámsterdam

El Ayuntamiento regula las visitas para que no se intimide a las prostitutas y haya armonía en la zona más transitada de la ciudad

Isabel Ferrer
Dos prostitutas en el Distrito Rojo de Ámsterdam en octubre de 2015.
Dos prostitutas en el Distrito Rojo de Ámsterdam en octubre de 2015.Kaveh Kazemi (Getty Images)

Las visitas guiadas por el Distrito Rojo de Ámsterdam, una de las mayores atracciones de la capital holandesa, cambian de aspecto por orden del Ayuntamiento. Cuando los turistas se detengan para escuchar las explicaciones del cicerone, deberán situarse de espaldas a las ventanas dedicadas a la prostitución que dan su nombre popular al barrio. Se trata de que muestren respeto y no miren a las mujeres de forma continuada. Tampoco podrán tomarles fotos ni dar voces en su dirección. Anunciadas este miércoles, las normas pretenden reducir la congestión de la zona y evitar que los paseantes intimiden a las trabajadoras del sexo. 

Por De Wallen (los muros, en neerlandés), el nombre oficial del barrio, pasan cerca de 31.000 visitantes a la semana de la mano de guías, y el Ayuntamiento quiere que vecinos y turistas puedan convivir. En realidad, las disposiciones, que entrarán en vigor en abril, son un refuerzo del pacto voluntario sellado por los propios guías en 2017. Ahí ya se mencionaba el respeto debido al recorrer un entorno cuya principal distracción son las mujeres que ofrecen sus servicios en las habitaciones ubicadas tras las ventanas. “Ya entonces se hablaba de darles la espalda cuando el grupo se pare frente a ellas para escuchar al guía. Se puede mirar, claro, todo el mundo es libre de hacerlo. No es una ley, sino una regulación. Pero intentamos que la gente sea respetuosa y no lo haga fijamente, ni demasiado rato”, señala Vera Al, portavoz municipal. Cuando vieron que solo el 40% de los guías, ya fueran particulares o corporativos, firmaba su propio acuerdo interno, las autoridades han pasado a la acción.

A partir de abril, todos los cicerones -que no podrán llevar a más de 20 personas- necesitarán una licencia para pasear por este barrio de más de 3.000 vecinos en el que se encuentran 293 ventanas de prostitución. La licencia cuesta 100 euros y dura año y medio. “Si son guías ilegales, deberán pagar una multa de 190 euros. Si lo hacen de forma fraudulenta en nombre de una empresa, serán 950 euros. A las tres sanciones, se pierde el permiso. Si queremos que De Wallen siga siendo un barrio habitable, los grupos turísticos no pueden ser grandes”, ha dicho Udo Kock, teniente de alcalde de Economía. Porque ese es el otro gran problema: entre las 11 y las 12 del mediodía, suele haber unos 27 grupos por hora deambulando por unas calles estrechas y serpenteadas de canales, según cifras oficiales.

Un día cualquiera, las aceras rebosan, la gente tapona la entrada de las tiendas o se queda quieta en un carril bici entorpeciendo el tráfico. De Wallen es un barrio medieval que conserva en su trazado la herencia de zona portuaria del río Amstel, del que toma su nombre la ciudad. El poder de atracción de Ámsterdam muestra aquí toda su fuerza, y los turistas no solo lo recorren a pie. Van en bici, tándem e incluso patinetes segway, vehículos que congestionan todavía más el lugar. De ahí que la nueva regulación indica que los grupos tampoco podrán permanecer demasiado rato en los puentes. O frente a los comercios en horario de venta. Las rondas, por otra parte, deberán concluir a las 23:00 horas. El propio consistorio admite que se trata de un plan ambicioso que depende de la buena educación del visitante. Por eso “habrá vigilantes de refuerzo y lo revisaremos si no da el resultado deseado”, según sus portavoces.

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