Erdogan utiliza la ofensiva en Siria para ensalzar el nacionalismo turco
Decenas de personas han sido detenidas en Turquía por criticar la operación en el país vecino
“Debemos mantenernos en vida para servir a la bandera, la patria y el islam. Pero si llegase [la muerte], debemos sentirnos orgullosos”. Esto dejó escrito en un mensaje de WhatsApp el sargento Musa Özalkan, primera baja de las Fuerzas Armadas turcas en su ofensiva contra las milicias kurdas YPG en el cantón sirio de Afrin. “Mi última voluntad es que, si cayese mártir, se construya una guardería o un centro cultural para los turcomanos de Tel Afar (Siria) con el dinero de compensación que entregue el Estado a mi familia”, pidió a su interlocutor. Unas palabras que, repetidas en periódicos y telediarios, han conmovido a Turquía.
La operación “Rama de Olivo” del Ejército turco en Afrin ha enardecido el sentir nacionalista y los ánimos guerreros en Turquía. Varios cientos de jóvenes se han presentado en centros de reclutamiento de las Fuerzas Armadas en diversas provincias del país reclamando ser enviados como voluntarios a combatir a los “terroristas” de las YPG, organización hermana del grupo armado kurdo PKK, que actúa en Turquía con atentados y ataques. Y cada vez que una columna de tanques atraviesa los pueblos de las provincias de Kilis y Hatay, fronterizas con Siria, los vecinos de muchos pueblos salen a jalearles (el Ayuntamiento de Antioquía ha repartido 12.000 banderas para ello). El ataque contra Afrin es visto como una necesidad para evitar las amenazas a la seguridad de Turquía. “Aunque la operación nos provoca algunos problemas, porque varios proyectiles han caído aquí en Kilis, estamos a favor de ella porque es para acabar con los terroristas. Estamos preparados a luchar por nuestra patria en cualquier momento. Si el Estado nos llama, estamos listos para ir, incluso con nuestros hijos”, afirma Abdullah, panadero en la localidad de Kilis, a 5 kilómetros de la frontera: “Queremos que nuestro Ejército, nuestras fuerzas de seguridad limpien de terroristas la zona. Y creeremos que lo lograrán de forma rápida”.
Desde que fue elegido presidente en 2014, pero especialmente tras derrotar el golpe militar de 2016, Recep Tayyip Erdogan ha incrementado el uso del título de Comandante en Jefe que le concede su puesto de jefe de Estado. Y en ese papel se dirige a la población en sus dos o tres intervenciones diarias, en actos masivos en cada provincia que visita. “Esta operación continuará hasta que el último terrorista sea neutralizado”, afirmó este miércoles Erdogan, advirtiendo de que continuará su operación le guste o no a Estados Unidos, principal sostén armamentístico de las milicias kurdas en Siria. Esta bravuconería frente a las grandes potencias enamora a los seguidores del “Reis” (jefe o líder en turco), como le conocen sus seguidores, y les insufla ánimos. “¡Se van a enterar esos terroristas y los perros estadounidenses!”, exclama un taxista: “¡Malditos sean! Durante 70 años nos han engañado pero ahora verán. Si hay un poder en el mundo que pueda derrotarlos, ese es Turquía”.
El sentimiento nacionalista está tan a flor de piel que las minorías judía y armenia de Turquía, normalmente, ajenas a estas muestras de fervor, se han sentido en la necesidad de explicitar su apoyo a la intervención en Siria. “Deseamos éxito a las Fuerzas Armadas turcas en su Operación Rama de Olivo y rezamos por el fin del terrorismo y porque la paz y el sentido común prevalezcan en la región”, afirmó el Patriarcado Armenio en un comunicado. El principal partido de la oposición, el socialdemócrata CHP, también está de acuerdo con la misión militar, así como el ultranacionalista MHP. De las formaciones con representación parlamentaria, sólo el prokurdo HDP ha manifestado su disconformidad. “Es una excusa para prolongar el estado de excepción en Turquía y los métodos antidemocráticos del Gobierno”, denuncia el diputado Ayhan Bilgen. Las protestas que trató de convocar el partido prokurdo este domingo contra la guerra en Afrin fueron prohibidas. “Debéis saber que, allá donde salgáis en la calle, las fuerzas de seguridad estarán respirando en vuestros cuellos”, les avisó Erdogan.
Y desde luego, los críticos sienten el aliento. Al menos 91 personas —destacados periodistas y escritores entre ellas— han sido detenidas en trece provincias por publicar en las redes sociales comentarios contra la invasión turca y acusados de difundir “propaganda terrorista”. La cantante Ceylan Ertem, además, denunció haber recibido “amenazas de muerte” y que su cuenta de Twitter fue hackeada después de decir en la red social “No a la guerra”.
En estos momentos de ardor patriótico,“es de locos” pararse a decir “un momento, ¿qué hacéis?” a riesgo de que te tachen de “traidor a la patria”, escribía este miércoles el columnista Levent Gültekin en la web opositora Diken, criticando cómo el Ejecutivo islamista está utilizando el ambiente creado por la ofensiva en Afrin. ¿En qué beneficia la intervención a Turquía?, se preguntaba y añadía: “Ver como algo provechoso para el país una decisión bélica que toma un Gobierno empeñado en utilizar el estado de emergencia para sus propios fines y que dirige a la sociedad inculcándole el miedo, es, simple y llanamente convertirse en un socio del Gobierno”.
Sólo unos pocos como Gültekin se atreven a verbalizar la utilización política que hace de la ofensiva en Siria un Erdogan que el próximo año se enfrentará a tres cruciales citas con las urnas (presidenciales, parlamentarias y locales). Para muchos otros, en cambio, es una “cuestión nacional”. “Amamos a nuestro Estado. Y jamás se había visto a alguien que lo liderase como lo hace nuestro Reis Erdogan”, sostiene Zekerya, un joyero de Kilis: “Aquí lo queremos mucho. En las últimas elecciones recibió el 66 % de los votos. Si Dios quiere, en las próximas obtendrá el 100 %”.
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