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El Dakar, el maná que llegó desde África a Argentina

Desde hace 10 años, la carrera más exigente del mundo impulsa el turismo y fortalece la marca país

Federico Rivas Molina
Presentación del Dakar 2018 en la ciudad de Córdoba. A la derecha, el "Rastrojero" del argentino José Blangino.
Presentación del Dakar 2018 en la ciudad de Córdoba. A la derecha, el "Rastrojero" del argentino José Blangino.Telam
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Han pasado 40 años desde el primer Rally París- Dakar y diez desde que aquella la competencia se trasladara a Sudamérica. Sólo un país estuvo siempre en el recorrido: Argentina. La carrera más exigente del mundo fue desde entonces un maná de recursos inagotables. Los autos y motos del Dakar atraviesan las provincias del norte, donde el clima y los países son más inhóspitos, y también revolucionan Buenos Aires y otras grandes ciudades, como Rosario y Córdoba. El impacto económico es difícil de medir, coinciden en el gobierno argentino, pero la cobertura mediática que merece el evento en todo el mundo aporta a la marca país un valor agregado sin precio.

El Dakar 2018 se inicia el 6 de enero en Lima, Perú, pasa luego por Bolivia y termina 14 días después en Córdoba, en el centro de Argentina. En la capital de esa provincia, cuatro gobernadores y el ministro de Turismo, Gustavo Santos, presentaron hace dos semanas la carrera en su versión argentina. No fue un evento deportivo, sino político. Y la presencia de Santos fue evidencia de donde está puesta la atención oficial ante semejante evento. “El impacto económico del Dakar está en aproximadamente 40 millones de euros, sólo en términos de comunicación. Lo más importante tiene que ver con la marca país, con la posibilidad de mostrar paisajes que otra prueba no hace porque no recorre el interior de las provincias. Esto llega a más de 190 países y a más de 1.000 millones de personas en el mundo, tiene un valor adicional único”, dice Santos.

En 2017, 4,5 millones de personas siguieron la competencia desde la ruta. Y las etapas argentinas de la carrera fueron el evento deportivo del año. Las carreteras se llenaron de fanáticos que montaron sus carpas a un lado o se acomodaron durante horas con una silla plegable bajo el sol del verano. La espera incluyó, como cada año, un asado improvisado al aire libre. Desde Turismo no pueden poner cifras en metálico a semejante despliegue de turistas. Pero dicen que el impacto del Dakar se ve y se siente. “El año pasado, con 45 grados de temperatura, tener a Santiago del Estero lleno de gente era casi un milagro, que Catamarca y La Rioja, que están en temporada baja, tengan su hotelería llena es evidente. Es menos evidente en lugares que están en temporada alta, cómo Córdoba, pero no hay duda del impacto del Dakar”, dice Santos.

El “efecto Dakar” es especialmente relevante en Carlos Paz, la ciudad más turística de Córdoba, ubicada a menos de 20 minutos de la capital provincial en un entorno de sierras bajas y un gran espejo de agua. La carrera pasará por allí antes del final y el sector turístico ya está preparado. “Nos encuentra en temporada alta y en esa época tenemos mucha gente. Pero no es lo mismo recibir a un rally nacional a que venga el Dakar, porque el impacto mediático es importante. Se reciben además muchos extranjeros, porque la gente va siguiendo el evento y todos los lugares que toca son promocionados a nivel internacional”, dice el presidente de la Asociación Hotelera de Carlos Paz, Rodrigo Serna. Córdoba es una provincia de “fierreros”, como llaman en Argentina a los amantes de las carreras de autos y motos. Allí se realiza una fecha del Campeonato Mundial de Rally y otra del moto GP. Eso explica la otra parte del fenónemo del Dakar en Argentina, que con 64 pilotos y copilotos será en enero el segundo país más representado en la competencia, después de Francia.

Es cierto que la proliferación no siempre va acompañada de niveles de alta competencia, sobre todo por una cuestión de recursos económicos. A los equipos ganadores (los hermanos Marcos y Alejandro Patronelli tienen cinco primeros lugares en cuadri y Federico Villagra logró este año un cuarto lugar en camiones) se suman historias menos ambiciosas pero llenas de pasión. Como la de José Blangino, que preparó artesanalmente un Rastrojero, una camioneta de industria nacional que se fabricó hasta 1979. A los 45 años, va por su octavo Dakar. “Esto es todo a pulmón, muy casero, además acá no se consigue nada importado y por eso es todo artesanal. Compré un motor Camaro cero kilómetro en EEUU y el diseño es a ojo, acá no hay computadora”, cuenta Blangino. El piloto y su equipo viajarán por tierra hasta Lima y cuando Blangino largue ya tendrá 4.000 kilómetros al volante.

Pablo Pascual es el único motociclista argentino que corrió las nueve ediciones del Dakar en su país. En enero se subirá a una KTM 450 que correrá “como vino de fábrica, sin preparación especial como hacen los grandes equipos”. Su éxito depende de unos pocos apoyos económicos, pequeños empresarios amantes de las carreras, y mucho esfuerzo personal. “El año pasado dije que no correría más, pero cambié de idea a la semana siguiente” dice, “porque el objetivo final es llegar a Córdoba, a mi casa, ese es mi sueño”. El Dakar llegará dentro de dos semanas a Argentina. Y allí estarán los argentinos esperándolo.

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Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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