El fiscal de la trama rusa tiene en su poder decenas de miles de correos del equipo de Trump
Un abogado del presidente acusa a Robert Mueller de haber obtenido ilegalmente las comunicaciones. Los investigadores lo niegan
La Casa Blanca siente cada día más cerca el aliento del fiscal especial Robert Mueller. El jefe de la investigación de la trama rusa ha imputado a cuatro hombres de Donald Trump, ha logrado la colaboración del exconsejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, y ahora se ha descubierto que cuenta con decenas de miles de correos electrónicos del equipo de transición del republicano. Una bomba de relojería a la que el entorno de Trump ha respondido acusando a Mueller de haberlos obtenidos ilegalmente.
Mueller y sus agentes tienen en sus manos un mapa detallado de los movimientos de los colaboradores de Trump desde que ganó las elecciones el 8 de noviembre de 2016 hasta que fue investido presidente, el pasado 20 de enero. Las comunicaciones pertenecen a 13 cuentas, entre ellas las del yerno, Jared Kushner, y el propio Flynn. Los emails le fueron facilitados al fiscal especial por la Administración de Servicios Generales, un organismo oficial que gestionó las direcciones de correo del denominado Equipo de Transición Presidencial.
El contenido de las misivas no ha sido revelado. Pero los propios abogados de la Casa Blanca han sentido en carne propia su capacidad destructiva. En las declaraciones prestadas por la trama rusa han advertido cómo guiaban las preguntas y repreguntas de los investigadores. Gracias a su manejo, Mueller ha avanzado con un sorprendente conocimiento de los pasos, citas y estrategias de los sospechosos. Y posiblemente también de los deseos del presidente electo. Un bagaje clave para unas pesquisas que tratan de determinar si el equipo electoral de Trump se coordinó con el Kremlin en la campaña de intoxicación contra la candidata demócrata, Hillary Clinton.
El nerviosismo de la Casa Blanca ante estos progresos ha derivado en una feroz contraofensiva. Uno de sus puntales es la acusación de que los correos fueron obtenidos ilegalmente. La denuncia la ha efectuado el abogado Kory Langhofer, asesor del equipo de transición de Trump e integrante de un grupo de apoyo al republicano que usó una de las cuentas. Su denuncia, remitida al Congreso, sostiene que la Administración de Servicios Generales no es la dueña de las comunicaciones, que muchas son de carácter privado y que además se ha podido violar el precepto legal que blinda las comunicaciones con el presidente.
Abuso de poder y finanzas
Hace tiempo que la investigación de la trama rusa desbordó su marco original. El fiscal especial Robert Mueller ya no sólo busca determinar si el equipo de Donald Trump se coordinó con Moscú para dañar a Hillary Clinton durante la campaña electoral. Aparte de la supuesta colusión, ahora las averiguaciones se han bifurcado en dos ramas: una indaga en los estados financieros del presidente y sus colaboradores, y otra se centra en si Trump intentó obstruir la investigación federal, por ejemplo presionando y despidiendo al director del FBI, James Comey.
Es una carga de profundidad. Si se reconoce que los correos fueron conseguidos irregularmente, la investigación quedaría contaminada en grado sumo. Y las tornas se volverían contra el propio Mueller por haber hecho uso de un material tóxico. La Casa Blanca habría ganado la partida más disputada del mandato.
La respuesta del fiscal jefe, un avezado investigador que dirigió el FBI desde 2001 a 2013, ha transmitido absoluta calma. Un portavoz de Mueller ha recordado que los correos fueron solicitados legalmente dentro de las cláusulas del procedimiento criminal y que cuentan con el consentimiento de los dueños de las cuentas.
La contestación debería haber apaciguado el debate, pero dentro de la contraofensiva que se libra contra Mueller apenas ha sido escuchada. Desde hace un mes, el fiscal especial ha sido puesto en el centro de la diana por el Partido Republicano y sus satélites. Cualquier duda sobre la investigación o sus agentes es magnificada. La petición de dimisión de Mueller se ha vuelto casi diaria. Entre los republicanos más radicales, sobre todo los herederos del Tea Party, ya se da por hecho que Mueller es un mero instrumento de los demócratas.
El propio presidente jalea estos ataques. Trump se ve a sí mismo como la “víctima de una caza de brujas”. En su relato, la investigación de la trama rusa carece de pruebas contra él y se sostiene exclusivamente para hacerle daño.
Es una narrativa que aumenta de volumen a medida que las pesquisas se acercan a él. Las imputaciones del antiguo jefe de campaña Paul Manafort y del ex consejero de Seguridad han encendido las alarmas. Y la posibilidad de que el próximo en caer sea alguien tan cercano a Trump como su yerno, Jared Kushner, o su hijo mayor, Junior, ha puesto a la Casa Blanca en pie de guerra. En este escenario, las embestidas contra Mueller son cada día más feroces, y es evidente que cualquier fallo suyo será utilizado para derribarle. La batalla ya es a campo abierto.
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