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La solución Gentiloni

El primer ministro italiano, llamado hace un año a ser un parche de transición, se ha ganado el respeto con su discreción y emerge como posible candidato para las generales de 2018

Daniel Verdú
El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, durante la cumbre europea en Bruselas, el 15 de diciembre.
El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, durante la cumbre europea en Bruselas, el 15 de diciembre. OLIVIER HOSLET (EFE)

La tarde del 7 de diciembre de 2016, tras la aprobación de la ley de presupuestos, Matteo Renzi vació los cajones de su oficina en el Palacio Chigi y echó un vistazo a su alrededor. Los 1.020 días como mandatario italiano le habían sabido a poco, de modo que hizo un cálculo rápido para elegir a su sucesor: perfil político discreto, eficacia, lealtad. Paolo Gentiloni, solvente ministro de Exteriores, romano de 63 años, periodista de formación, había colmado desde hacía tiempo su ambición en un gabinete de jóvenes y agresivas promesas. Reservado, procedente de una familia noble y con notables dotes para la diplomacia, debía ser un breve silencio entre dos estruendos políticos. Sin embargo, la misma parsimonia que le recriminaron a su llegada, le ha convertido un año después en una posible figura de consenso en el rompecabezas que se avecina en Italia tras las elecciones del próximo marzo.

Los italianos valoran la templanza del ‘premier’ en un escenario permanentemente crispado

Gentiloni apareció discretamente bajo los rayos de la tormenta del referéndum Constitucional del 4 de diciembre de 2016. Era el tercer primer ministro de la legislatura que no salía de las urnas y aterrizó con el cartel de ser un hombre de paja. “Un coche oficial vacío ha llegado al palacio del Quirinal y se ha bajado Gentiloni”, se burló de él Luigi Di Maio, candidato del Movimiento 5 Estrellas. Pero el politólogo Giovanni Orsina cree que, justamente, esa invisibilidad fue su mejor baza. “Renzi pensaba en poner a alguien que no le hiciese sombra. Pero no había entendido que la situación en Italia era crítica. Y en esas circunstancias, quien no hace ruido, se convierte en alguien apreciado. Ha funcionado muy bien: pocas charlas, poco Twitter, cero broncas, silencio y trabajo. Después de un líder hipercomunicativo, era el único modelo que se podía proponer. Desde este punto de vista ha sido un éxito”, insiste. Tanto, que todas las encuestas le colocan como el político más apreciado en Italia.

El primer ministro, muy del agrado del presidente de la República, Sergio Mattarella, hizo pocos cambios a su llegada: solo cinco miembros de los 18 del gabinete de su predecesor. La idea era clara: el Gobierno funcionaba, el problema era el ruido que generaba Renzi. En este tiempo ha aprobado 85 leyes —al mismo ritmo que el expremier fiorentino— entre las que sobresalen la aprobación de la nueva norma electoral y el testamento vital. Pero, sobre todo, logró mitigar la crisis migratoria, que llegó a provocar 230.000 desembarcos en 2016. Italia, que acababa de reabrir su embajada en Trípoli, asumía una parte desproporcionada del peso de la emergencia en Europa y el problema se convirtió en una bandera del populismo xenófobo de partidos como la Liga Norte, que obtuvo su recompensa electoral en las siguientes elecciones administrativas. Pero después de un año, los flujos se han reducido un 33%, pese a que el problema humanitario se ha trasladado a los campos en Libia, y el debate político ha vuelto a un cauce relativamente normal.

Después de las elecciones, donde no se prevén claros ganadores, se necesitarán figuras de consenso

Gentiloni recibió una herencia económica envenenada. El crecimiento del país es hoy del 1,6%, pero Italia sigue a la cola de la UE. El déficit se ha reducido en algo más del 2% y permitirá presentar esta semana una ley de presupuestos con cierto vigor. Sin embargo, la deuda pública sigue disparada (el 132% del PIB) y existen todavía créditos morosos superiores al 15% en manos de los bancos. Una situación que mantiene el zumbido de fondo de las explosiones controladas en las grandes entidades: Monte dei Paschi, Banca Popolare di Vicenza y Veneto han costado 20.000 millones de euros y la calma no ha llegado todavía al sector.

Las elecciones italianas, según apuntan fuentes del Gobierno, serán el 4 de marzo y todas las encuestas prevén una situación de ingobernabilidad a la española. Se necesitarán fontaneros. Es posible que Forza Italia y el Partido Democrático (PD) tengan que ponerse de acuerdo para buscar un candidato de consenso. Renzi, en horas muy bajas, es la antítesis de esa idea. Pero Renato Brunetta, presidente del grupo de Forza Italia en la Cámara de Diputados, no quiere oír hablar ahora de ese escenario. “Aparentemente tiene un perfil muy distinto. Es afable, tranquilo... Pero no manda él”, señala. Sin embargo, la hipótesis Gentiloni Bis ha tomado cuerpo esta semana. El propio Berlusconi lo ha alabado y ha propuesto que sea él quien guíe al país hacia una posible repetición de elecciones. Una de las pocas ideas del exCavaliere que generan consenso.

El PD de Matteo Renzi sigue perdiendo apoyos

D. V

Jugar la carta Gentiloni solo servirá si el PD obtiene un buen resultado en marzo. Y en este tiempo el partido que dirige Matteo Renzi ha perdido peso (algunas encuestas sitúan ya su influencia en solo el 20%) y una parte importante de sus dirigentes ha montado una formación nueva, liderada por el magistrado antimafia Pietro Grasso.

Es un movimiento que deberá buscar un acuerdo con el partido de Renzi para rentabilizar sus votos, que podrían llegar hasta un 8%. El senador Miguel Gotor, uno de los exponentes de la nueva formación cree que "Gentiloni es la continuación del renzismo, pero con buenas maneras y sin arrogancia: es astuto, sin una personalidad pronunciada, lo contrario que su predecesor". "Está claro que si no dimite se quedará —como hizo Monti— al frente de los asuntos corrientes hasta la formación de un nuevo Gobierno. Y si no se logra formarlo, lo hará hasta las siguientes elecciones, como hizo Rajoy". Pero Gotor, como señalan las encuestas, cree que será la coalición de centroderecha formada por Forza Italia y Liga Norte la que terminará imponiendo a su candidato. Sea o no el actual premier, nadie duda de que en Italia se buscan gentilonis.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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