El presidente de Zimbabue jura el cargo con un discurso conciliador
El exvicepresidente con Mugabe se hará cargo del Ejecutivo del país africano hasta septiembre de 2018
“No hay nada de qué tener miedo. Es un nuevo principio”. Tendai no dice que es militar, pero lo insinúa. Trajeado, desayuna un trozo de pastel gigante en el Centro Internacional de Convenciones de Harare, donde los invitados se preparan para asistir al juramento del nuevo presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa. Los seguidores del nuevo presidente se mezclan en el agitado y amplio vestíbulo con agentes de la salud en plena conferencia y activistas de movimientos sociales y ciudadanos que debaten en otra de las salas, en una reunión impensable hace solo una semana. “Que podamos estar aquí hoy es una muy buena señal”, se sorprende Ostallos Siziba, del movimiento Tajamuka, un grupo de jóvenes activistas del país. Aunque reconoce que “estamos esperanzados pero escépticos”.
Mientras tanto, oleadas de zimbabuenses se amontonaban este viernes ante las puertas del Estadio Nacional de Harare, la capital, para escuchar y festejar al nuevo presidente, al ritmo de las canciones de chimurenga, el nombre usado en Zimbabue para referirse a la lucha revolucionaria de los tiempos poscoloniales. Mnangagwa es, como toda la cúpula militar que le ha acompañado en su golpe contra Robert Mugabe, un veterano de la guerra por la independencia.
La economía, la prioridad
En el mercado negro, el verdadero circuito del dinero, el bond, la moneda del país, se ha fortalecido “por la llegada del nuevo presidente”, dice Lion, uno de los cambistas callejeros que sobrevive con el negocio de las divisas en el centro de Harare. La colapsada economía de Zimbabue es, precisamente, la prioridad declarada del nuevo líder en el discurso que marcó la apertura de una nueva página en la historia de Zimbabue. Después de 37 años, empieza la era post Mugabe.
“La tarea que tengo entre las manos es la de reconstruir el país”. Tras jurar el cargo, Mnangagwa dibujó las líneas de sus planes desde el poder. Además de poner el foco en los problemas económicos, el nuevo presidente se desmarcó de su antecesor en el cargo con el uso de un lenguaje de reconciliación. Mnangagwa quiere “atraer las inversiones extranjeras directas” y también se dirigió a su pueblo asegurando estar dispuesto a “servir a todos los ciudadanos, independientemente de su color, creencia, religión, tribu, tótem o filiación política”. Apelando a la necesidad de “paz y unidad” en el país, Mnangagwa también rindió tributo al hombre que sólo él ha podido excluir del poder, Robert Mugabe, refiriéndose a él como “un padre, un mentor, un camarada en armas” y, añadiendo un sarcástico “mi líder”; un homenaje simbólico que el público recibió con un aplauso con sordina.
Pero sus palabras desafinan con la percepción de hombre cruel instalada en el imaginario popular. La reacción del líder de la oposición, Morgan Tsvangirai, fue decir que “conociendo a Mnangagwa, tendrá que trabajar muy duro para cambiar su carácter”.
El nuevo líder de Zimbabue, el que abrió este viernes una nueva página de la historia del país, se fue por la puerta de atrás al exilio, después de su destitución de la vicepresidencia, hace solo dos semanas, pero ahora ha vuelto por la puerta grande, pisando la alfombra roja y con planes de cambiar tono, lenguaje y manera de gobernar.
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