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Los caminos del Mediterráneo

La estrategia europea para limitar la llegada de inmigrantes ha reducido el flujo un 70% a costa de trasladar el problema a los países con menos recursos para hacerle frente. Seis diarios europeos se unen para retratar el nuevo escenario

Rescate de un bote con migrantes subsaharianos en aguas internacionales frente a Libia.
Rescate de un bote con migrantes subsaharianos en aguas internacionales frente a Libia.claudio álvarez

En 2017 algo ha sucedido en la mortífera ruta de emigración hacia Europa. El flujo ha cesado. No del todo, pero sí visiblemente. En pleno verano, cuando el tráfico a través del Mediterráneo alcanza su cota máxima, las cifras cayeron nada menos que un 70%.

No ha sucedido por casualidad. Ya antes de la llegada masiva de más de un millón de emigrantes y refugiados a Europa en 2015, los responsables políticos del continente buscaban desesperadamente soluciones que no se limitasen a qué hacer con los que ya estaban aquí, sino que impidiesen que llegasen más.

Desde Berlín hasta Bruselas está claro que las soluciones no pueden consistir en una invitación ilimitada a los millones de personas que viven en la miseria en la periferia sur y este de Europa.

En vez de ello, los líderes europeos han intentado exportar el problema a su lugar de origen, principalmente el norte de África. Para ello han empleado diferentes medios: interrumpir las misiones humanitarias de rescate en el Mediterráneo, ofrecer ayuda a los países norteafricanos que se comprometan a contener ellos mismos el flujo de personas, financiar a Naciones Unidas para que repatrie a los emigrantes encallados en Libia, y reforzar la Guardia Costera de este último país.

El resultado es que la crisis de los emigrantes ha quedado estrangulada en la zona del mundo con menos posibilidades de hacerle frente. Diversas voces críticas han denunciado que Europa no hace sino intentar exportar y contener el problema por conveniencia política, pero que esta estrategia no servirá de nada.

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“Estamos sembrando el caos en el patio trasero, y si no ponemos remedio, nos va a costar caro”, vaticinaba un funcionario europeo dedicado a la cooperación internacional que pidió permanecer en el anonimato.

La nueva estrategia de la obstinación cristalizó en noviembre de 2015 en el Fondo Fiduciario de la Unión Europea para África. Entonces los líderes europeos ofrecieron 2.000 millones de euros de partida para ayudar a deportar a los inmigrantes no deseados y, ante todo, evitar que la gente se marche. El fondo, repartido entre 26 países, costea la capacitación profesional en Etiopía y la asistencia prenatal en Sudán del Sur, y ayuda a los emigrantes varados en el norte de África a regresar voluntariamente a sus países.

Además, la Comisión Europea ha firmado acuerdos de emigración con cinco países africanos: Níger, Mali, Nigeria, Senegal y Etiopía. Estos tratados “compactos” vinculan la ayuda al desarrollo, el comercio y otras políticas europeas a la agenda de la UE sobre devolución de emigrantes no deseados desde el continente. Por ejemplo, en el primer año del acuerdo compacto, Malí acogió a 404 personas que regresaron por propia voluntad y aceptó fondos de la Unión Europea para consolidar sus propias fuerzas de seguridad y el control de sus fronteras, e intensificar las medidas represivas contra los traficantes de personas.

Los detractores aseguran que la UE “soborna” a los países más pobres para que le hagan el trabajo en las fronteras. Afirman que gran parte del dinero va a parar a los regímenes de los que huye la gente, como en el caso de Sudán. También se ha demostrado que la estrategia de la Unión Europea en Libia es discutible después de que las ONG descubriesen que en el “infierno” de los centros de detención libios se apaleaba, violaba y dejaba morir de hambre a las mujeres y a los niños en camino hacia Europa.

Con el fin de conocer mejor las ramificaciones de la nueva estrategia europea, esta semana seis periódicos del continente se han unido para informar desde la zona. Investigaremos lo que está sucediendo en Libia, cómo el cuello de botella está derivando a los emigrantes a otras rutas menos transitadas, y si el horror del Mediterráneo está disuadiendo a los emigrantes de abandonar sus países.

* Este artículo forma parte de una serie realizada por Politiken, Der Spiegel, Le Monde, El País, La Stampa y The Guardian. Traducción de News Clips.

01. LIBIA | Leer reportaje

“Ayudadnos, ayudadnos a vivir mejor en nuestra casa”. Es la exhortación de Alí, un joven nigeriano de 24 años recluido en el campo de internamiento para inmigrantes de Bou Slim a las afueras de Trípoli.

02. ARGELIA | Leer reportaje

“No sabía que sería difícil trabajar en Argelia”, comenta Mohamed, de 17 años. Cada mañana decenas de personas como él aguardan apostadas en la carretera a que un particular venga a ofrecerles trabajo.

03. ESPAÑA | Leer reportaje

Esther tardó nueve meses en llegar de Nigeria a Marruecos. “Dormíamos durante días en el desierto… si no te escondías te violaban y te robaban”. Cruzó a España embarazada. Hoy vive en Algeciras con su hija Greatness.

“Alhucemas vive en un estado de tristeza e indignación. El paro, la falta de recursos, la droga, la emigración clandestina y las detenciones han contribuido a esta situación catastrófica”, denuncia un activista.

“Yo no quería que mis hijos corriesen ese riesgo, pero no tenemos otra manera de sobrevivir”, lamenta Wasasi Singhateh. Dos de sus hijos murieron en una patera, el tercero le manda 50 euros cuando puede.

06. GRECIA | Leer reportaje 

Junto al campamento de Samos ha surgido otro de frágiles tiendas de campaña, que será fácilmente barrido por el primer temporal de lluvia. “Nos sentimos abandonados”, dice Diab, sirio de 23 años.

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