Trump ordena estrangular la economía de Corea del Norte
El presidente de EEUU sancionará a las empresas extranjeras que comercien con Pyongyang y asegura que China ha decidido impedir a sus bancos hacer negocios con el régimen
Estrangular antes que disparar. Donald Trump elevó ayer como nunca antes la presión contra Corea del Norte. En un intento de frenar su vertiginoso programa nuclear y balístico, el presidente de EEUU ordenó sancionar a cualquier empresa o particular que comercie con Pyongyang. El golpe afecta directamente a China, destino del 90% de las exportaciones norcoreanas, pero que, según Trump, estaba avisada e incluso ha tomado sus propias medidas. “El Banco Central de China ha ordenado a los otros bancos que dejen de hacer negocios con Pyongyang”, avanzó el mandatario.
Trump dio un nuevo acelerón. Si el martes amenazó con la “destrucción total” del régimen de Kim Jong-un, ayer llevó los mecanismos de presión económica hasta sus extremos. Prohibió la entrada en EEUU durante 180 días de los barcos y aviones que hayan visitado Corea del Norte y ordenó un régimen de sanciones que, en caso de ser aceptado por China, supone un estrangulamiento de facto de Pyongyang.
“El desarrollo armamentístico y balístico de Corea del Norte es una grave amenaza contra la paz y la seguridad de nuestro mundo. Es inaceptable que se dé apoyo financiero a este régimen criminal que no respeta a sus propios ciudadanos ni la soberanía de otras naciones. Por eso, una orden ejecutiva cortará las fuentes de financiación del esfuerzo armamentístico de Corea del Norte. Y el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, podrá apuntar a cualquier entidad que facilite transacciones comerciales con dicho país”, afirmó Trump poco antes de su reunión en Nueva York con el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe.
El líder coreano llama a Trump "viejo chocho" y anuncia "la mayor represalia de la historia"
Imprevisible y explosivo. El Líder Supremo. Kim Jong-un respondió anoche como un relámpago a las sanciones. No sólo amenazó "con las mayores y más duras represalias de la historia", sino que consideró sus palabras la "mayor declaración de guerra". "Con seguridad voy a domar con fuego al desequilibrado y viejo chocho americano. Su intervención lejos de asustarme, me ha convencido de que el camino que elegí es el correcto y que lo tengo que llevar hasta el final", afirmó.
El tiránico líder supremo, Kim Jong-un, está viendo desplegarse ante sus ojos la ingeniería punitiva de Washington. Demagógico y amenazante, cada paso suyo recibe una respuesta más contundente. Tras probar a principios de mes una bomba de hidrógeno de 250 kilotones, el Consejo de Seguridad de la ONU le aplicó una nueva ronda de sanciones. Y al posterior ensayo de un misil que sobrevoló territorio japonés, le siguió la amenaza directa de EE UU de que su pulso podía acabar en un conflicto armado.
“No se puede aceptar que esta banda criminal se arme con misiles nucleares. Tenemos una gran paciencia pero si nos vemos obligados a defendernos a nosotros o a nuestros aliados, no tendremos otra opción que destruir totalmente a Corea del Norte. Ya es hora de que se dé cuenta de que la desnuclearización es su único futuro. El hombre cohete está en misión suicida consigo mismo”, clamó el mandatario el martes ante la Asamblea de la ONU.
Fue un discurso beligerante, que mostró a un Trump fiel a sus esencias radicales y que marcaba con claridad el camino a seguir por su Administración contra Pyongyang: castigos económicos cada vez más duros, pero también amenazas de aniquilación.
Esta respuesta militar, según los expertos, es lejana e improbable. Pero ha entrado en la narrativa oficial con un objetivo definido. Tanto el presidente como el generalato ven en este recurso un arma de doble filo: trazar un límite claro a Pyongyang y propulsar la vía diplomática.
El resultado de la combinación es una incógnita. El Departamento de Estado confía en que el estrangulamiento comercial, apoyado por la UE, derive en una solución similar a la que se logró con Irán. Pero también teme que los efectos de las sanciones no sean lo suficientemente rápidos como para impedir que Pyongyang, que tras ocho rondas punitivas de la ONU no ha frenado su carrera armamentística, complete su objetivo de disponer de un misil nuclear intercontinental. Esta posibilidad alimenta el mayor de los temores: que el pulso se extreme y derive en una intervención militar, aunque sea quirúrgica. “Queremos ser responsables y agotar todas las vías diplomáticas. Tenemos el apoyo de Rusia y China. Pero si esto no funciona, el jefe del Pentágono, el general Jim Mattis, se hará cargo del asunto”, alertó la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley.
Este último escenario es rechazado de plano por Rusia y China. “La negociación es el único camino para superar la crisis”, dijo ayer el representante chino en la ONU”. “La histeria militar puede conducir a la catástrofe”, alertó el ruso. Ninguno, sin embargo, condenó las sanciones económicas.
Corea del Sur, por la vía pacífica
La vía sancionadora es la preferida por el gran aliado de Estados Unidos en la zona de conflicto. Corea del Sur teme una solución militar que pondría en peligro su propio territorio. Opta por el castigo económico como forma de abrir la negociación y lograr que Pyongyang abandone su programa armamentístico nuclear.
Esta línea fue expresada ayer por el presidente surcoreano, Moon Jae-In, en su alocución en la ONU. “Es importante gestionar la situación de forma estable: todos nuestros esfuerzos deben estar destinados a prevenir el estallido de una guerra y mantener la paz. Hay que tener la cabeza fría y evitar enfrentamientos militares accidentales”. Para Moon, el camino a seguir es de las “sanciones y la presión”. “Pero no queremos el colapso ni la unificación por absorción o medios artificiales”, afirmó.
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