Trump y los demócratas se acercan a un pacto para proteger a los 800.000 ‘dreamers’
En un vertiginoso tira y afloja de declaraciones, el presidente admite que "está próximo" a un acuerdo
Los dreamers han perdido el control de su suerte. Donald Trump ha decidido utilizarlos como moneda de cambio para lograr que los demócratas apoyen con su voto un endurecimiento de la seguridad fronteriza. La negociación, que ha devenido en las últimas horas en un vertiginoso tira y afloja de declaraciones, va por buen camino. La oposición asegura que ha cerrado un principio de acuerdo, y el presidente que el pacto anda cerca. Con la cuenta atrás en marcha, esos 800.000 inmigrantes que llegaron de niños a EEUU y sobre los que se cierne la sombra de la deportación, son ahora rehenes del juego político de Washington.
La confusión es un arma en manos de Trump. En menos de 12 horas, el presidente manejó el destino de los dreamers como si fuera una pelota de ping-pong. Primero recibió a los líderes demócratas en la Casa Blanca; luego dejó que la oposición lanzará un comunicado anunciando un principio de acuerdo para regularizar a este colectivo, al amanecer lo desmintió en Twitter, y al cabo de dos horas, antes de subir al avión que le debía llevar a Florida, afirmó que el “acuerdo estaba bastante próximo” y lo desligó de la construcción del muro, un anatema para los progresistas. “Eso vendrá después”, remachó.
Aunque ha enfurecido a sus bases ultras y al propio presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, el acercamiento a la oposición le está dando frutos a Trump. Los republicanos cuentan con mayoría en ambas Cámaras, pero su incapacidad para el consenso, y sobre todo su dispersión ideológica obstaculizan un voto uniforme. Humillado por sus continuos fracasos en el Congreso, Trump ha emprendido un viraje y la semana pasada sorprendió al país cuando, gracias a los demócratas, consiguió superar el bloqueo al techo de deuda. Este primer acuerdo, que dejó en ridículo a los líderes conservadores en el Congreso, le mostró una vía para maniobrar en aguas parlamentarias y evitar nuevos batacazos.
Ahora, en su intento de endurecer la política migratoria, ha vuelto a aproximarse al líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, un viejo conocido de Nueva York, y a su homóloga en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Con ellos se garantiza una mayoría suficiente para sacar adelante al menos parte de sus planes. A cambio les ofrece la regularización de los dreamers, un colectivo al que él mismo arrojó a los infiernos al firmar la liquidación del programa que les deba cobertura legal, el conocido DACA.
The WALL, which is already under construction in the form of new renovation of old and existing fences and walls, will continue to be built.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
Does anybody really want to throw out good, educated and accomplished young people who have jobs, some serving in the military? Really!.....
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
...They have been in our country for many years through no fault of their own - brought in by parents at young age. Plus BIG border security
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
No deal was made last night on DACA. Massive border security would have to be agreed to in exchange for consent. Would be subject to vote.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 14, 2017
“Tuvimos una reunión muy productiva en la Casa Blanca con el presidente. La discusión se centró en el DACA, en consolidar de forma rápida su protección en una ley y en trabajar un paquete sobre seguridad fronteriza, que excluya el muro y sea aceptable para ambas partes”, señalaron los líderes demócratas en un comunicado al salir de la cena en la Casa Blanca.
Este principio de acuerdo, que por la mañana pulverizó Trump en una tormenta tuitera y luego admitió como cercano, no deja de ser una pirueta política que, como casi todo en el presidente, se nutre de la paradoja. A principios de mes, el republicano arrastró su mandato a una de sus cotas más bajas cuando ordenó liquidar el programa que daba protección a dreamers. Pese a que ofreció una prórroga de seis meses para que el Congreso hallase una solución, la medida mostró el lado más despiadado del presidente. El mismo que lució cuando indultó al exsheriff Joe Arpaio o guardó la equidistancia ante los neonazis de Charlottesville.
Fue una concesión a su electorado radical, pero que le situó en una zona peligrosa. En contra estaban no solo las grandes compañías y las principales figuras de su partido, como el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, o el senador John McCain. También una mayoría de votantes republicanos, como indican las encuestas, son partidarios de regularizar a los dreamers.
Ante la crisis que se avecinaba, Trump ha sacado su alma de escualo inmobiliario y, con la cabeza de 800.000 jóvenes sobre la mesa de negociación, ha buscado un acuerdo que le garantice un aumento de recursos en la frontera. Una de sus grandes promesas.
La deportación, en el horizonte
Las dreamers no están solos. Este colectivo tiene un alto grado de penetración social. Formado por inmigrantes que entraron en EE UU con menos de 16 años y que viven permanentemente en el país desde 2007, representa como pocos el sueño americano. Son jóvenes, carecen de antecedentes y tienen que estar estudiando o tener el bachillerato acabado.
El programa DACA, creado por Barack Obama y al que Trump ha puesto un plazo de seis meses para su cancelación, les otorga un permiso provisional que les permite trabajar y conducir, así como acceder a la seguridad social y disponer de una tarjeta de crédito. Eliminada esta cobertura, se ha abierto para ellos el horizonte de la deportación. Una pesadilla para cientos de miles que jóvenes crecidos y educados en EEUU y que en muchas ocasiones ni siquiera conocen el idioma de su país natal.
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