Un último interrogante en el caso de Pilar Garrido: el motivo del asesinato
Contestado el quién y el cómo, las autoridades mexicanas tratan de armar un nuevo relato de los hechos. Si no fue un secuestro, entonces, ¿qué fue?
El círculo se achica en el caso de la española Pilar Garrido. La policía ha detenido este martes a su esposo, Jorge Fernández. La fiscalía le acusa de haber asesinado a Pilar. Perece así la narrativa que Jorge había armado del caso. Hasta ahora, la única versión de los hechos era la suya, el relato del viaje a la playa, el camino de vuelta, el grupo de hombres armados, el secuestro… Su detención rompe el relato, pero abre tres grandes interrogantes. ¿Cómo y cuándo lo hizo? ¿Por qué?
Jorge, Pilar y el bebé de ambos vivían en Ciudad Victoria, la capital de Tamaulipas, en el norte de México. Se habían mudado allí hacía unos años. Jorge es criminólogo y trabajaba de profesor en la Universidad de Seguridad y Justicia, la academia local de policía. Pilar era periodista, pero no ejercía.
A principios de julio, la familia fue a la playa a pasar el fin de semana. El sábado 1 de julio se subieron al coche y condujeron hasta La Pesca, un pueblo costero a dos horas de la ciudad. Aunque Tamaulipas es uno de los estados más peligrosos de México, la carretera a la playa –esa carretera a la playa– no es de las más complicadas. Desde luego, no es como la que sale de Ciudad Victoria a Monterrey, o la que va de la capital al célebre pueblo de San Fernando. Célebre por los muertos. Esta semana se cumplen justo siete años de la masacre de 72 migrantes en el municipio. Migrantes que murieron a manos de un grupo de extorsionadores.
Los investigadores han podido comprobar que Jorge, Pilar y su hijo llegaron a La Pesca el sábado. Corroboraron que la familia pasó la noche en el hotel Riviera del Río. Que al día siguiente comieron en el restaurante Magui’s. Que emprendieron el camino de vuelta el domingo, a eso de las 17.30. A partir de ahí, el relato era propiedad de Jorge.
El lunes 3 de julio, el esposo de Pilar acudió a la procuraduría a denunciar el secuestro de la española. Jorge declaró que un carro les había obligado a parar en el camino de vuelta. Fue, dijo, después de un tramo de obras de la carretera. Un coche tipo turismo, color arena, se les emparejó y les hizo detenerse. Según Jorge, bajaron dos hombres armados, dos hombres jóvenes. Los peritos trazaron incluso el retrato hablado de uno de ellos. Primero quisieron llevarse el vehículo familiar, pero Jorge y Pilar se negaron: el niño estaba en la silla del asiento de atrás. Entonces, según explicó el marido, decidieron llevarse a Pilar.
Pasaban los días, las semanas y nada. Los secuestradores no llamaban, las autoridades no daban con un hilo del que tirar, una pista. Ante la falta de noticias, Raquel, la hermana de Pilar, informó en su muro de Facebook de lo que había ocurrido. Al principio callaron, no querían que nadie supiera. La intención era tranquilizar a los captores. Que llamen y negocien, pensaban. Pero no llamaban. Tanto es así que a los pocos días de la denuncia, la división antisecuestros de la fiscalía de Tamaulipas le pasó el caso a la de personas no localizadas. Parece un tema menor, y no se entendió desde España. Después de que Raquel divulgara la historia del secuestro, la fiscalía informó de que Pilar no estaba secuestrada. Su estatus, dijeron, es el de persona no localizada.
La confusión con el término alude de nuevo al estado de las cosas en Tamaulipas. No hay otra región en México con más denuncias por desaparición de personas en el país, más de 5.000. No son secuestros, son desapariciones. Se llevan a las personas y nadie pide rescate. Es una de las consecuencias de la guerra, la guerra informal, la del estado contra las bandas criminales y la de las bandas entre sí, una batalla que dura ya diez años. El caso de Pilar no parecía una excepción, más bien otro eslabón en de la cadena de horrores que estrangula al Estado. Otra desaparecida.
Las autoridades buscaban y buscaban. Una división especial de la Policía Federal apoyó en el rastreo a los investigadores de la fiscalía. Se juntaron más de 100 efectivos, además del helicóptero y los perros. El 26 de julio, encontraron restos de huesos, piel, ropa hecha jirones, un reloj. Fue junto a la carretera que va a La Pesca, en una brecha de tierra. Los investigadores pensaron que podía tratarse de Pilar por la ropa. Mandaron los huesos al laboratorio y apenas unos días más tarde supieron que era ella. Los peritos habían cruzado el ADN de los huesos con el del hijo de Pilar. No había duda, se trataba de ella.
El 12 de agosto, la fiscalía divulgó los resultados del peritaje. La familia contestó que querían hacer su propio estudio en España, además de una prueba de los dientes que habían encontrado los investigadores. No asumirían la muerte de Pilar hasta que cumplieran con eso.
En las dos semanas que han pasado desde entonces, la fiscalía ha tratado el tema con cierto hermetismo. Apenas ha trascendido algún detalle sobre los posibles secuestradores, o los objetos que encontraron junto a los huesos. Poco más. De cualquier manera, resulta exagerado decir que la detención de Jorge ha sido una sorpresa.
La fiscalía ha explicado que el marido de Pilar incurrió en contradicciones en su relato de los hechos, sobre todo en la cronología que maneja desde que la familia emprendió el camino de vuelta a Ciudad Victoria. Es decir, cuánto tardó de tal sitio a tal otro, qué hizo entonces, qué hizo después… De momento, los investigadores no han dado más detalles.
Descartado el relato del marido, no hay certeza de lo que ocurrió después de salir de La Pesca. La fiscalía asume que Jorge la mató. El juez considera que las pruebas que presentó la fiscalía eran motivo suficiente para ordenar su detención. ¿Discutieron? ¿Jorge lo tenía pensado de antemano? Y si lo tenía pensado, ¿cuál era el motivo? La familia de Pilar ha defendido a Jorge todo este tiempo. Raquel llegó a decir que ponía la mano en el fuego por él. Explicó que su madre había pasado tiempo con ellos en Ciudad Victoria hacía pocos meses, que se llevaban bien.
Si la mató, ¿Cuándo lo hizo? ¿Por qué? Los peritos de la fiscalía ha podido determinar que Pilar murió estrangulada. El fiscal, Irving Barrios, explicaba este martes que primero recibió un golpe en la nariz, se cayó y se golpeó la nuca. Luego, la asfixiaron.
Hasta el momento, sorprende la diligencia de la fiscalía de Tamaulipas en este caso. En apenas dos meses ha encontrado -los restos de- una persona desaparecida, los ha identificado, ha averiguado a quien pertenecían y cómo murió la persona a quien pertenecían. Además, ha armado un relato -por lo demás desconocido- de los hechos, diferente al del presunto homicida. Sólo falta que el juez aprecie las pruebas de la fiscalía. Y saber el por qué.
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