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Excursiones por el Bósforo para enseñar un nuevo mundo a las mujeres turcas

Un ayuntamiento de Estambul organiza paseos por el estrecho marítimo para que amas de casa que habitualmente no salen de su círculo familiar tomen conciencia de sus derechos y sus posibilidades

Andrés Mourenza

¿Conocen a algún barcelonés que jamás haya pisado La Rambla o a algún madrileño que no haya visto la Puerta del Sol? En Estambul, una urbe mastodóntica de más de 15 millones de habitantes que se extiende a lo largo de setenta kilómetros, hay habitantes que en su vida han visto el Bósforo, la lengua marina que separa los continentes de Asia y Europa y divide la ciudad en dos mitades. Por ejemplo Gülsen, una mujer de cuarenta años procedente de Sivas (centro de Turquía), que, pese a haber residido durante cinco lustros en Estambul, jamás se había acercado al Bósforo. Hasta esta semana, cuando participó en una excursión organizada por el Ayuntamiento de Maltepe. “Estoy entusiasmada, esto es muy bonito”, asegura emocionada desde la cubierta del barco que la introduce en el famoso estrecho y le permite deleitarse observando por primera vez los monumentales palacios y mansiones que pueblan sus orillas.

Participantes en un paseo en barco por el estrecho del Bósforo en Estambul organizado para las mujeres del distrito de Maltepe, el pasado 23 de agosto.
Participantes en un paseo en barco por el estrecho del Bósforo en Estambul organizado para las mujeres del distrito de Maltepe, el pasado 23 de agosto.ANDRÉS MOURENZA

Esta es la razón por la cual, hace dos años, la alcaldía de Maltepe -un distrito asiático de Estambul de medio millón de habitantes- decidió comenzar a organizar estos recorridos en barco por el Bósforo. Durante este mes de agosto se han organizado 18 excursiones en las que han participado más de 5.000 vecinas de los diferentes barrios del distrito. “Hay muchas amas de casa que pasan todo el día atendiendo su hogar, cocinando, limpiando... Sólo salen para hacer la compra y algunas ni siquiera han ido más allá de su barrio o incluso de su calle durante años”, explica un funcionario municipal. “Nuestro objetivo es que estas mujeres puedan disfrutar también de las bellezas de Estambul”, añade. Es el caso de Nazife Tunç, de 67 años, que ha dedicado toda su vida a la familia: primero a criar a sus cuatro hijos, ahora a cuidar de sus nietos. Cada día se levanta a las siete de la mañana y entre adecentar la casa y preparar comida para las cuatro familias -todas viven en el mismo bloque de apartamentos- se le echa la noche encima. “Hoy no he cocinado. Si quieren, que coman fuera. Hoy me reservo el día para mí”, afirma satisfecha, mientras las olas del mar zarandean la embarcación. Es toda una declaración de intenciones para una mujer que no se concede un día de asueto en una buena temporada: hace una década desde sus últimas vacaciones; 13 años desde la última vez que visitó el Bósforo.

El paseo por el estrecho estambulí, pasar un día “alejadas de las penurias cotidianas”, entre amigas y vecinas, charlando, riendo, bailando sobre cubierta, sin preocuparse por los quehaceres del hogar o las exigencias del marido, son sólo una excusa. “El objetivo es mostrarles que fuera del hogar, fuera del cuidado de los niños y del marido, hay todo otro mundo. Y que ellas también pueden participar en él. Pueden participar en la vida social, pueden trabajar...”, afirma Canan Döner, directora de Servicios a la Mujer, la Familia y los Discapacitados de esta alcaldía controlada por el partido socialdemócrata CHP. Una actividad tan aparentemente sencilla como una excursión por el Bósforo puede abrir muchas puertas y servir para poner un granito de arena en la liberación de la mujer en un contexto dominado por una abrumadora mentalidad patriarcal.

Entre canciones y bailes -un dúo musical ameniza el paseo en barco-, las funcionarias municipales explican a las asistentes los servicios que tienen a su disposición y les informan de sus derechos. En su mayoría, quienes participan en estas actividades son, según Döner, mujeres de “bajos niveles económicos y de estudios, que dependen de los ingresos de sus maridos”. Algunas, que acuden por primera vez, se muestran reacias incluso a hablar con otras vecinas o a dejarse fotografiar, por miedo al qué pensarán sus esposos. “Pero después de un poco de charla, comienzan a abrirse, nos piden y proponen cosas”, apunta. De hecho, en el barco viajan también tres psicólogas municipales que reparten encuestas y aprovechan así para estudiar la situación de las familias de Maltepe y sus necesidades, además de preguntar a las mujeres qué actividades les gustaría que ofertase el Ayuntamiento. “Esto nos permite afinar nuestras políticas”, arguye la directora municipal.

Gülsen, por ejemplo, pasados los primeros apuros de hablar con unos desconocidos, afirma que después de esta, le gustaría participar en otras actividades del Ayuntamiento. Por ejemplo en las fiestas entre semana que organiza para que las mujeres del distrito “entren en contacto entre sí y socialicen”; en los cursos de alfabetización y educación o en los talleres en los que se enseñan oficios, desde la fabricación de vidrio a cocina y pastelería, cuya producción luego llega al público a través de restaurantes y tiendas con los que la alcaldía mantiene acuerdos.

En Turquía, sólo trabajan fuera del hogar un 30 % de las mujeres, y personas como Canan Döner están dispuestas a revertir esta cifra tan baja: “Una mujer que gana dinero, no sólo contribuye a la economía familiar, sino que aumenta la confianza en sí misma y esto lo transmite también en la educación de sus hijos”. La señora Nazife Tunç concuerda con ello: “Ahora las mujeres son más libres, no como en mi época. Si pudiese volver atrás, estudiaría y buscaría un empleo. En lo que fuese. Porque así, ahora tendría una pensión y podría gastarme el dinero en lo que me diese la gana”.

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