Theresa May pone a prueba la máquina de ganar ‘tory’
Los sondeos indican que la primera ministra sigue siendo favorita para ganar las elecciones del jueves, pero el margen con los laboristas se estrecha y su liderazgo sufre
Esto iba a ser un paseo triunfal. La primera ministra decidió adelantar las elecciones para conseguir una fuerte mayoría, que el hundimiento del UKIP y la deriva laborista parecían ponerle en bandeja. El Partido Conservador, experto en adaptarse a las circunstancias para aferrarse al poder, cerraba filas en torno a una líder llamada a consolidar su hegemonía y penetrar en territorios antes vedados. Pero su ventaja en los sondeos no ha hecho sino reducirse hasta hacer sonar las alarmas. Una campaña centrada en la figura de la líder facilita la búsqueda de culpables. Solo rompiendo la tendencia con una victoria contundente el jueves podría May salvar un liderazgo y un proyecto, en el país y en el partido, que han quedado seriamente dañados.
La idea era que Theresa May llegara a Bruselas a negociar el Brexit, el próximo 19 de junio, arropada por una victoria contundente y fresca. Como el duque Wellington en Waterloo, solo que 200 años después y 20 kilómetros más al norte. Pero el general ya lo advirtió al contemplar las cuantiosas bajas en sus propias filas: “Después de una batalla perdida, lo más triste es una batalla ganada”.
Todos los sondeos publicados hasta la fecha dan a Theresa May como ganadora de las elecciones generales del próximo jueves. Pero todos coinciden también en que su margen con los laboristas no ha hecho más que estrecharse. Su marcha triunfal se ha convertido en un sprint final atropellado. De confirmarse la tendencia, la de May será una victoria amarga.
Los tories son una auténtica máquina de poder. En el siglo XX Reino Unido ha tenido un primer ministro del Partido Conservador durante 57 años, veinte más que los de Gobiernos laboristas, lo que convierte a los tories en una de las formaciones políticas más exitosas del mundo occidental. El partido es un instrumento para ocupar el poder, identificando antes y mejor que sus rivales qué es lo que quieren los votantes.
En el logro del objetivo final, no debe interponerse la consistencia ideológica. Lo dijo hace mucho tiempo William Harcourt, líder del Partido Liberal a finales del siglo XIX: “Los conservadores nunca han defendido una causa sin traicionarla al final”. En 2005, en medio de una de las mayores temporadas alejado del poder, el partido necesitaba un líder moderno y liberal para atraer el voto de la burguesía urbana desencantada con el Nuevo Laborismo. Lo encontró en David Cameron. En 2107, en cambio, lo que conviene es un conservadurismo para la clase trabajadora. Meritocracia, dureza con la inmigración y un Estado fuerte, para atraer a los votantes de un UKIP en caída libre y, de paso, a algún laborista crítico con el nuevo rumbo del partido. El problema es que Theresa May, la acróbata que debía hacer girar todos esos platos en el aire, está fallando.
Su ventaja en las encuestas se ha reducido a la mitad y su popularidad como líder se desploma. No ha ayudado el desastre de un programa electoral que tuvo que ser rectificado a los cuatro días. La campaña parece haber expuesto todas las debilidades de May y, por el contrario, todas las fortalezas de su rival Jeremy Corbyn. “Las expectativas puestas en Corbyn eran increíblemente bajas, pero además lo ha hecho muy bien. Sus valoraciones han mejorado mucho y las de May no han hecho más que empeorar”, asegura John Curtice, experto en comportamiento electoral de la universidad de Strathclyde.
Se trata de un auténtico error de cálculo para un partido que quiso plantear la campaña como una elección binaria entre dos líderes. “Son las primeras elecciones de May y está sucediendo que, a medida que la gente la conoce más, convence menos”, explica Matthew Goodwin, profesor de política de la universidad de Kent. “No se desenvuelve bien. Se muestra evasiva, ansiosa, nerviosa, poco disciplinada en el mensaje. Aunque gane, si no lo hace por un margen suficiente le va a costar mucho mantener su poder en el partido”.
Europa y la unidad 'tory'
El Partido Conservador, después de una profunda crisis a mediados del siglo XIX, ha demostrado una capacidad prodigiosa de mantener la unidad. “Es un partido con una increíble capacidad de readaptarse, en contraste con los laboristas, mucho más dados a los conflictos ideológicos internos, y esa es una de las claves de su eficacia electoral”, defiende el profesor Tony Travers. No hay que ir muy lejos para comprobar cómo ese afán ha marcado el rumbo del país. Cameron convocó el referéndum sobre el Brexit para tratar de mantener unido a un partido que se rompía. Un acto de debilidad fue prodigiosamente disfrazado de ejercicio democrático. El tiro le salió por la culata. O no. Cameron perdió la consulta y dimitió. Pero, en términos de cohesión del partido, fue todo un éxito: en dos semanas los tories tenían un nueva líder y se unían disciplinadamente detrás de ella. Paradójicamente, eran los laboristas los que se hundían en batallas internas. El cambio de May, que pasó de defender la permanencia en la UE a abanderar el Brexit más duro como primera ministra, se encuadra una vez más en la tradición tory de adaptarse a las circunstancias para permanecer en el poder.
La máquina de ganar tory necesita un liderazgo fuerte. Pocos partidos han sido tan despiadados con sus líderes. De los 21 que ha tenido desde 1834, solo dos –lord Salisbury (1902) y Stanley Baldwin (1937)- han dejado el puesto en el momento en que ellos quisieron. La estabilidad del partido, y la suya propia como líder, fueron las que llevaron a May a anunciar el adelanto electoral, después de haberlo descartado insistentemente.
El momento era el adecuado. Para el partido, se entiende. Los sondeos le daban ventajas de cerca de 20 puntos sobre los laboristas. El hundimiento del UKIP ofrecían una oportunidad demasiado buena como para desaprovecharla. Una mayoría más amplia liberaría a May de corsé de un puñado de sus propios diputados, radicales antieuropeos, que podrían haberle hecho la vida imposible, como se la hicieron a John Major o, más recientemente, al propio Cameron. Pero algo se torció y, cuando la campaña se ha centrado en una sola persona, resulta fácil buscar culpable.
En los cuatro días que quedan, la máquina tory tratará de no salirse del carril marcado: una líder sólida para afrontar el enorme reto que tiene ante sí el país. Al fin y al cabo, May sigue siendo la favorita. Pero solo una victoria muy contundente podrá evitar que su liderazgo y su proyecto, en el país y en el partido, no resulten definitivamente tocados por la campaña. “La palabra tory había dejado de ser tóxica en algunos sitios donde antes lo era”, explica Tony Travers, de la London School of Economics. “May, por su perfil, tenía más fácil penetrar en esos lugares con un mensaje más social, y extendía el alcance potencial del partido. Apela a los votantes de clase obrera. Trata de abarcar desde el centro del laborismo hasta el centro del UKIP. Eso es un espectro tremendamente amplio. ¿Será capaz de satisfacer a todos después de las elecciones? La respuesta es no. Sobre todo ahora que su liderazgo está más cuestionado en el partido”.
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