“Europa debe evitar la hostilidad ya que el ‘Brexit’ no es un debate cerrado”
El ex primer ministro considera crucial que Theresa May salga de las elecciones del 8 de junio con una oposición fuerte
Mañana se cumplen 20 años desde que Tony Blair (Edimburgo, 1953) se convirtió en el último laborista en conseguir una victoria electoral a escala nacional para la izquierda británica. Un abismo separa la imagen abierta de aquella Cool Britannia que se exportaba entonces y la del país huraño que negocia hoy su salida de Europa en nombre del nacionalismo y el control de la inmigración.
El ex primer ministro recibió en su oficina londinense a un pequeño grupo de periodistas internacionales, la víspera de la cumbre donde Europa fijaría su posición sobre el Brexit. Para Blair, europeísta convencido, la decisión de salir de la UE fue “un grave error”, pero no es un asunto cerrado. “Mi consejo a Europa es que evite una posición de hostilidad, porque a este debate le queda mucho recorrido”, explica. “Aunque el Gobierno diga que está cerrado, realmente no lo está. Hasta que la gente vea los términos del acuerdo final, no va a decidirse. La actitud ahora es que hay que seguir adelante con la decisión que se tomó. Pero esa actitud puede cambiar rápidamente. El margen en el referéndum fue de cuatro puntos: solo haría falta que uno de cada 15 votantes por el Brexit cambiara de opinión. Dos tercios de los jóvenes votaron por la permanencia, 16 millones de personas lo hicieron en un país en el que las elecciones generales se ganan con 13 millones de votos. No hablo de traicionar la voluntad del pueblo, solo digo que esta puede cambiar una vez visto el acuerdo. Por eso creo que la postura del laborismo, recientemente formulada, es buena: decidiremos con el acuerdo en la mano”.
El 1 de mayo de 1997 el Nuevo Laborismo de Blair se hacía con más escaños (418) de los que el partido había logrado nunca en su historia; veinte años después, ante las elecciones anticipadas del próximo 8 de junio, el ex primer ministro pide el voto para el laborismo con el único argumento de suavizar la contundente victoria de los conservadores que todo el mundo da por hecha. No aclara si quiere que Jeremy Corbyn, el controvertido líder laborista, sea primer ministro. Ni siquiera considera sensato plantear esa remota posibilidad ante el electorado. El argumento más sólido que encuentra para pedir el voto por el laborismo es convencer a los votantes de que, aunque Theresa May ganará, no conviene que disponga de un poder absoluto ante el excepcional momento político que atraviesa el país.
“Para mí este es un asunto de tribu: yo soy laborista”, zanja de entrada Blair. “Pero la realidad de estas elecciones, si los sondeos no se equivocan, es que los tories van a ganar. May seguirá de primera ministra y lo importante es que tenga una oposición fuerte a la que rendir cuentas. Los conservadores no deberían tener un cheque en blanco para el Brexit”.
Considera Blair que hay “un gran malentendido” en el centro del debate. Se refiere a “la fundamental diferencia entre un acuerdo comercial con un tercer país y el mercado único”. “El problema es que la gente lo ve como algo técnico, pero en la diferencia entre mercado único y acuerdo de libre comercio hay muchísimo en juego”, asegura. “En términos futbolísticos, el mercado único es la Liga de Campeones y lo otro es la tercera división. El mercado común es una creación comercial única, que implica que vendes bienes o servicios de Londres a Berlín igual que de Londres a Newcastle. Una vez esto se haga evidente, y se hará, tendremos un nuevo debate sobre el Brexit. Salir del mercado único es por definición un Brexit duro. Temas como la factura del divorcio o los derechos de los nacionales europeos, creo que se resolverán. Eso es negociación ordinaria. A lo que no encuentro respuesta es a cómo conseguir un acuerdo de libre comercio que sea comparable al mercado único”.
La preocupación por la inmigración fue uno de los motores del Brexit. Pero relacionar el impacto de la inmigración con la pertenencia a la UE, para Blair, lleva a un debate espinoso. “La principal ansiedad que produce en la gente la inmigración, no es por la inmigración europea. No digo que no haya presiones en ciertas comunidades, pero el choque tiende a ser cuando son culturas diferentes”, opina. “Más de la mitad de la inmigración no es europea y no está afectada por el debate del Brexit. De los europeos, una gran parte viene con un empleo. Vamos a seguir necesitándolos, así que seguirán viniendo con sus familias. Luego están los estudiantes, a los que también queremos en nuestras universidades. Y los trabajadores temporeros, más de 20.000 en el sector de la agricultura. Los necesitamos. No es que a los británicos no se les permita hacer esos trabajos, es que no los hacen. La única categoría de inmigrantes europeos que no estamos seguros de si queremos sería aquellos que vienen a buscar trabajo, la mayoría de los cuales acaba en Londres. Pero el hecho de que evitemos que un joven polaco venga a poner copas en Londres no va a proporcionar un empleo a un joven parado del noreste de Inglaterra. El precio que vamos a pagar por poner obstáculos a esa gente es extraordinario. Si quieres parar la inmigración, puedes salir de la UE e impedir que los europeos vengan. Pero dañarías la economía, y no creo que lo hagan. Lo que harán es someterlos a un proceso para venir y así podrán defender que tenemos control sobre nuestras fronteras. Es bien raro: necesitamos a esa gente pero les haremos pasar por un proceso y, para poder hacer eso, vamos a abandonar el mercado único”.
El ex primer ministro sigue teniendo la misma fe en el proyecto europeo que cuando se mudó al 10 de Downing Street hace veinte años. “Las fuerzas antieuropeas incurren en un lamentable delirio al pensar que Europa se va a rendir y a desintegrar”, sostiene. “¡No lo va a hacer! La lógica europea es más fuerte hoy que nunca. Lo que está sucediendo hoy es que tu población determina el tamaño de tu economía, como sucedía hasta la revolución industrial. China, India, los países con grandes poblaciones van a tener un gran poder. Los europeos seremos potencias medias o pequeñas, la única manera de defender nuestros intereses y valores es unidos. La importancia de Europa hoy tiene que ver, más que con la paz, con el poder”.
Las elecciones del 8 de junio, opina Blair, no es probable que vayan a favorecer un Brexit más suave. La primera ministra las planteó, después de haber negado reiteradamente la posibilidad, para tratar de aprovechar la debilidad laborista y reforzar la frágil mayoría que hoy la arropa en el Parlamento. Un mayoría sólida, defiende May, fortalecería su posición negociadora en Europa. “Los tories irán a por el voto del UKIP y el de los laboristas que votaron por el Brexit”, asegura Blair. “Lo peligroso es que así se crea una dinámica en su propio partido hacia posiciones más duras. Incluso hay locos que defienden salir de la UE sin acuerdo alguno. Espero que si May consigue una gran mayoría la utilice para volver a poner cosas encima de la mesa. Pero mucho me temo que la presión en el partido será en la dirección opuesta, y por eso es tan importante tener una oposición fuerte”.
Blair evita entrar al trapo en la crisis del Partido Laborista –“No es el tema a tratar cuando hay elecciones”- y descarta la idea de formar un nuevo partido. Su acción política se vehiculará desde los márgenes, a través de un nuevo proyecto. “No volveré a la política de primera línea, pero el instituto que estoy creando defenderá la política de mente abierta, la renovación del centro. El mundo está cambiando muy rápidamente y la principal característica es la aceleración del cambio. La izquierda debe estar modernizándose constantemente, y eso es más importante ahora que en 1997, porque el mundo cambia aún más rápido. Cualquier cosa que suene a conservadurismo en la izquierda nunca va a resultar, porque las fuerzas progresistas solo ganan cuando comprenden el futuro y muestran cómo pueden hacer que funcione para la gente”.
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