California declara oficialmente el fin de la sequía tras cinco años de emergencia
El Estado sale de la sequía más grave en un siglo, pero el gobernador mantiene algunas medidas de ahorro de agua
Cinco años de sequía extrema que parecían una condena bíblica sobre California terminaron oficialmente este viernes, 7 de abril, con el levantamiento del estado de emergencia por parte del gobernador, Jerry Brown. Los expertos llegaron a calificar la sequía como la más grave del último siglo y hace solo un año se temía por el futuro de parte de la economía de la primera potencia agrícola de Estados Unidos. Un invierno con precipitaciones sin precedentes y cierto esfuerzo de conservación han hecho posible el anuncio de este viernes.
“Esta emergencia por sequía ha terminado”, dijo el gobernador Brown en un comunicado, “pero la siguiente sequía puede estar a la vuelta de la esquina. La conservación debe seguir siendo nuestro modo de vivir”. La gravedad de la situación obligó a Brown a aprobarlas primeras restricciones de agua de la historia de California, hace justo dos años.
En abril de 2015, cuando el Estado iba a afrontar su cuarto año de sequía, el gobernador Brown acudió a la zona del lago Tahoe (noreste) y se hizo una foto impactante. En el lugar donde cada año se toma la medida de la nieve caída en el invierno solo había hierba seca. A continuación, dictó las primeras medidas de ahorro de agua obligatorias a nivel estatal de la historia de California. El objetivo era reducir un 25% el consumo de agua
Algunas de esas medidas se mantendrán a pesar del levantamiento de la emergencia. Se tata de la prohibición en zonas urbanas de prácticas como regar después de que haya llovido, la irrigación de plantas ornamentales municipales o lavar aceras con manguera.
La situación de emergencia permanece en los condados de Fresno, Toulumme , Tulare y Kings, zonas agrícolas del valle central que suelen ser las más afectadas en los periodos de sequía. En el verano de 2015, algunas zonas del condado de Tulare perdieron por completo todas sus fuentes de agua y los vecinos, en su mayoría gente humilde del campo, tuvieron que recurrir a agua embotellada durante meses.
Imágenes como esa han contribuido en estos años a un cierto cambio de actitud de los californianos que quizá sea la consecuencia más positiva de la sequía. Por primera vez, las agencias de agua locales tienen que informar del mal uso del agua al Estado. Por primera vez también, California está elaborando un mapa de sus recursos hídricos subterráneos. Además, en 2014 se aprobó en las urnas una emisión de deuda para invertir más de 7.000 millones de dólares en infraestructuras hídricas. En ciudades como Los Ángeles, donde el jardín privado es parte intrínseca del paisaje y un símbolo de estatus, el cambio de actitud ha sido notable. Ahora es normal ver jardines secos con plantas de desierto donde antes había césped por doquier.
En lo más duro de la sequía, hace dos años, el gobernador Brown ya advirtió que el final de las condiciones extremas no supondría la vuelta al derroche. La sequía “es la nueva normalidad”, dijo Brown, un convencido del cambio climático que ha hecho de la lucha medioambiental una parte esencial de su legado. El periodo 2012-2016 marcó el nivel más bajo de precipitaciones desde que hay registros. Los años 2014, 2015 y 2016 han sido los tres más calurosos de media en la historia del Estado.
La gravedad de la sequía, que llegó a poner en peligro miles de puestos de trabajo en el campo, solo se compara con lo repentino de si final. Las lluvias comenzaron en octubre pasado y no han parado hasta marzo, en el invierno más pasado por agua del norte de California jamás registrado. El sistema de agua en California concentra la mayoría de los embalses en las montañas y luego canaliza los ríos hacia las ciudades. Literalmente, el agua que sale de un grifo en Los Ángeles es nieve de la Sierra Nevada.
“El daño de la sequía continuará por muchos años en muchas áreas”, dice el comunicado del gobernador. “La sequía redujo la producción agrícola en algunas áreas, mató alrededor de 100 millones de árboles, dañó la vida silvestre y estropeó las fuentes de agua potable para muchas comunidades rurales. Las consecuencias de la muerte de millones de árboles y la reducción de las fuentes de agua subterráneas seguirán siendo un desafío para algunas áreas del Estado durante años”.
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