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Las adúlteras de Marruecos no tienen quien las defienda

La prisión de dos años contra una empresaria denunciada por infidelidad refleja el silencio de la sociedad ante una ley brutal

Francisco Peregil
Hind Achabi, la tercera por la izquierda, en Antibes (Francia) durante el Festival de Cannes celebrado en mayo de 2013.
Hind Achabi, la tercera por la izquierda, en Antibes (Francia) durante el Festival de Cannes celebrado en mayo de 2013. DAVE M. BENNETT ((GETTY))

La escritora franco-marroquí Leila Slimani, última ganadora del premio Goncourt con su novela Canción dulce, se preguntaba el pasado viernes en el medio digital Le360 cómo es que la sentencia de dos años de prisión firme para Hind Achabi, la presidenta de la compañía especializada en vuelos de negocios Dalia Air, por adulterio y falsificación de documentos, se ha producido “en el Marruecos de 2017 en medio de una casi total indiferencia”. Al margen de los nauseabundos comentarios en las redes sociales —“¡A la cárcel, sucia burguesa, tu dinero no te servirá de nada!”— la noticia no ha despertado indignación alguna. La escritora se preguntaba: “¿Por qué ningún intelectual, ningún artista, ningún hombre o mujer dedicado a la política no se rebelan contra esta sentencia degradante y la ley que la permite?”

En Marruecos, el artículo 489 del código penal castiga la homosexualidad con hasta tres años de cárcel, el 490 prevé hasta un año de prisión para quienes tengan relaciones sexuales fuera del matrimonio y el 491 contempla hasta dos años de prisión para cualquier persona casada adúltera denunciada por su pareja. Ninguno de los principales partidos políticos prevé derogar esos tres artículos. El Ministerio de Justicia, consultado por este diario, no aporta ninguna cifra sobre hombres y mujeres detenidos por adulterio.

Para el engaño del hombre hay siempre justificación, incluso ante los tribunales Soumaya Naamane Guessous, socióloga

La socióloga Soumaya Naamane Guessous, quien publicó en 1988 una adaptación de su tesis doctoral sobre la vida sexual de las marroquíes titulada Más allá de todo pudor, celebrada por la crítica y el público, explica: “En Marruecos no se publican estadísticas sobre adulterio, pero está claro que el de los hombres está consentido por la sociedad. Para el engaño del hombre hay siempre justificación, incluso ante los tribunales. A menudo se esgrime que la esposa no sacia su apetito sexual. Cuando es ella la que engaña, aunque su marido sea impotente, se suele decir que es una viciosa o incluso una prostituta. Incluso serán sus padres, sus hermanos, los vecinos, los que la harán avergonzarse. Jamás se liberará de esa mancha”.

Un profesor universitario que prefiere no revelar su nombre indica: “En Marruecos hay mucha promiscuidad. La gente se las arregla para hacer el amor, sin importarles el código penal. Son muy pocos los que van a la cárcel. Pero eso sí: el código penal está ahí siempre como un hacha, lista para ser utilizada por el Estado contra determinadas personas”.

En junio de 2015, Hicham Mansouri, quien trabajaba en Rabat para una organización en defensa del periodismo de investigación, fue condenado a diez meses de cárcel por complicidad en adulterio. Tras salir de la cárcel solicitó refugio político en Francia y en la actualidad vive en París, en la Casa de los Periodistas. Desde allí relata su experiencia: “Mi detención fue traumática. Solo la puedo calificar de terrorismo. El 17 de marzo una amiga me visitó en casa a las 9:45 de la mañana. Algunos minutos después, diez policías vestidos de civiles forzaron la puerta de mi apartamento, me agredieron físicamente y me desnudaron. Yo comencé a gritar pensando que me iban a matar o a violar. En un momento dado uno de ellos dijo: `¡Policía, policía! También quisieron desvestir a mi amiga, pero se conformaron con quitarle el vestido. Después nos obligaron a hacernos fotografías en la cama”.

Tanto Mansouri como su amiga fueron condenados a diez meses de cárcel y a pagar cada uno el equivalente a 2.000 euros al marido de ella. Mansouri asume que los perjuicios para su amiga han sido peores que para él. “Es difícil para una mujer condenada por adulterio volverse a casar, porque se les considera una prostituta para el resto de su vida”.

Mansouri asegura que en la cárcel conoció a unos diez hombres acusados de adulterio. Respecto al código penal, el periodista señala: “Lo que más me indigna es que la ley no se aplica de la misma manera para todo el mundo. En los barrios más acomodados de Rabat la gente vive de manera libre, como en Europa, y a veces aún mejor. La ley solo se aplica en los barrios pobres y contra los activistas, militantes, opositores y periodistas críticos”.

Para el sociólogo y profesor Abdessamad Dialmy está clara la razón por la que la gente no se rebela contra ese trío de artículos que atentan contra las libertades del individuo: “El Corán prevé 100 latigazos para quienes fornican, sin especificar si son casados adúlteros o gente fuera del matrimonio. El profeta después concretó que serían cien latigazos para quienes fornican fuera del matrimonio y los adúlteros serían lapidados, sin distinguir entre hombre o mujer. En la práctica era la mujer la susceptible de ser castigada, porque para el hombre está permitida la poligamia y la compra de esclavas sexuales. En Marruecos la compra de esclavas era legal hasta 1926, en que los franceses lo anularon. Y aún se permite la poligamia”.

“En el código penal”, continúa Dialmy, “no se emplean las mismas palabras que en el Corán ni los mismos castigos, pero protege la misma moral patriarcal del islam. Así que para el marroquí, como musulmán, no hay nada que discutir contra esos artículos, porque castigan un pecado. Con toda modestia, he de decir que fui yo la primera persona en Marruecos que pidió la derogación de los tres artículos. Lo hice en 2007”.

A veces, las víctimas de esos artículos son las menos pensadas. En agosto, Moulay Omar Benhammad, de 63 años, y Fátima Nejjar, de 62, fueron sorprendidos dentro de un coche en una playa próxima a Casablanca “en flagrante delito” sexual, según recogía la denuncia policial. Omar está casado y tiene hijos. Fátima es viuda y madre de seis vástagos. Pero la clave del asunto es que ambos eran vicepresidentes del Movimiento Unidad y Reforma (MUR), el ala ideológica del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD). Y las elecciones estaban a la vuelta de la esquina, en octubre. Varios dirigentes del PJD alegaron que todo se debía a una oscura maniobra por parte de “los poderes ocultos del Estado”, con el fin de perjudicarles en las elecciones.

En el caso de los dos islamistas, fue la esposa quien renunció a interponer denuncia, como suele ocurrir en la mayoría de las ocasiones. Así pudo Omar Benhammad librarse de la cárcel. Pero los tres artículos del código penal siguen en plena vigencia, listos para ser aplicados en cualquier momento.

Leila Slimani: “La gente se ha acostumbrado a esconderse y mentir”

FRANCISCO PEREGIL

La escritora franco-marroquí Leila Slimani tiene previsto publicar en los próximos meses un ensayo sobre la vida sexual de los magrebíes. Desde París ha expresado a este diario, su sorpresa ante las pocas personas que se rebelan en Marruecos contra un código penal que penaliza las relaciones sexuales fuera del matrimonio, el adulterio y la homosexualidad. “Me ha sorprendido que mucha de la gente que he encontrado, y sobre todo los jóvenes, son muy críticos en relación con esas leyes, pero no se plantean la posibilidad de que sean derogadas. Han interiorizado las prohibiciones, se han acostumbrado a ellas. Todo el mundo ha cogido la costumbre de esconderse, de fingir, de mentir. Y además, para muchos, esas leyes no pueden ser cambiadas porque, según ellos, van acordes con la religión o la tradición”.

Slimani cree que en Marruecos, “como en otras partes” hay muchas parejas clandestinas. “Pero viven con la amenaza de ser detenidos. Y en mi opinión, el hecho de tener miedo no ayuda a rebelarse contra la ley. Cada uno intenta protegerse y no hay mucha solidaridad”.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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