México, el país que desconfía del agua
En el Día Mundial del Agua el país lidera el consumo de agua embotellada debido a la baja calidad del servicio público
“Llegó el aguaaa... aguaaa... aguaaaa”. Este es un de los tantos gritos de vendedores que se pueden escuchar en las calles de la Ciudad de México. Se trata de personas que van de casa en casa con garrafones para satisfacer una de las principales necesidades básicas de la población. Aquí, al igual que en el resto del país, los mexicanos desconfían del agua del grifo y se ven obligados a comprarlo por su cuenta. Con un gasto anual de casi 8.000 millones de dólares, México es el país que más gasta en agua embotellada.
“Aquí el agua es limpia y transparente. Pero de repente sabe a cloro o sale medio chocolatosa”, afirma Miguel Ángel Sánchez, un taxista del Estado de México que vive en Ecatepec con su esposa y cuatro hijos. Todas las semanas, la familia de Sánchez rellena tres garrafones de agua de 20 litros cada uno, lo que les cuesta alrededor de 40 pesos (2 euros). “Hay purificadoras por todos lados, pero no todas dejan el agua con el mismo sabor así que tienes que probarlas hasta que encuentres una buena”, señala el taxista.
El debate sobre si el agua de la llave es potable puede ser eterno. De acuerdo con el Gobierno de la capital, por ejemplo, el líquido que proveen está limpio en un 95%, pero aseguran que la tubería de ciertos edificios o tanques de almacenamientos, como tinacos, pueden contaminar el agua. Sin embargo, un estudio realizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 2014 encontró varias bacterias que están presentes en los deshechos humanos y animales. Una en especial, la Helicobacter pylori, está asociada con las úlceras y el cáncer gástrico y fue hallada en todas las muestras que recabadas por los especialistas.
La cultura del agua embotellada está muy arraigada en el país y nada de lo que haga el Gobierno parece cambiar la percepción de la gente. “Siempre dicen que el agua de la llave es mejor, pero creo que la embotellada esta más limpia. Además está el sabor, el agua de la llave no sabe igual”, comenta José Manuel López de 25 años que vive en Monterrey, al norte del país. Según el Banco de Desarrollo Interamericano, cada mexicano consume al año en promedio 480 litros de agua embotellada, cuatro veces más de lo que beben en Estados Unidos. Este gasto representa entre un 10% y 15% del ingreso promedio de una familia.
El otro gran problema que agobia al país, y sobre todo a la capital, es la falta de un suministro constante. En la mayor parte de las colonias de la Ciudad de México el agua del grifo llega con poca presión y de manera intermitente. El Sistema de Aguas de la metrópoli señala que el 18% de la población recibe agua en tandeos, es decir, sólo tienen acceso dos o tres días a la semana. En estos casos las familias son obligadas a llenar cualquier recipiente que tengan a la mano para poder no sólo tomar agua, sino lavar los platos, la ropa, ducharse y usar el baño.
Ante la escasez, algunas empresas privadas ofrecen servicios de agua en pipas a domicilio. Aunque el precio y tiempo de espera suele variar con la compañía y colonia en la que se solicita, por lo general se tardan entre una o dos horas en acudir a los domicilios y los precios rondan los 1.000 pesos (50 euros) por 5.000 litros. “Siempre tienes que tener la llave abierta o instalar bombas para conseguir agua de la ciudad, la otra opción es pagar una pipa”, confirma Sánchez.
Cada año, la Ciudad de México cuenta con menos agua para sus habitantes. Ubicada a 2.400 metros sobre el nivel del mar y con una densidad de población de 5.679 personas por kilómetro cuadrado, los capitalinos tienen una disponibilidad de agua de 160 metros cúbicos por habitante al año. De acuerdo con organismos internacionales, una ciudad que cuenta con 1.000 metros cúbicos está clasificada con una disponibilidad muy baja.
“Tengo entendido que el agua de la llave no es potable, todos dicen eso. A mi me sabe rara y nunca he visto un anuncio del Gobierno que diga que está limpia”, considera Alberto Morales, un residente de la colonia Anáhuac de la capital quien utiliza filtros antes de beber. Al igual que él, la mayoría de los mexicanos sospecha de este servicio, pero pocos saben lo que realmente sale del grifo.
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