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Las llegadas de refugiados a Grecia se desploman al año del pacto con Turquía

El atasco legal deja varadas a miles de solicitantes de asilo en las islas del Egeo

Un voluntario sostiene a un bebé en las costas griegas de Lesbos.Foto: reuters_live | Vídeo: Santi Palacios / EPV

Este fin de semana se cumple un año desde que la Unión Europa y Turquía firmaron un acuerdo para frenar la llegada de cientos de miles de migrantes a las costas griegas. Pactaron devolver a los solicitantes de asilo sirios a Turquía, considerado un “país seguro”. A cambio, Bruselas se comprometía a reasentar a un sirio en Europa por cada persona devuelta. Turquía recibiría además una lluvia de millones. Se trataba de que calara el mensaje de que a los refugiados podía compensarles quedarse en Turquía y esperar a ser reasentados, antes que jugarse la vida en el Egeo para después ser devuelto. Con el pacto estalló la polémica. Sus detractores lo apodaron “el pacto de la vergüenza” y acusaron a la UE de ignorar su obligación internacional de dar asilo a los que huyen de la guerra y de querer deportar a miles de personas.

Un año más tarde, el pacto ha reducido drásticamente las llegadas y consecuentemente, las muertes en aguas del Egeo, pero no ha resultado ser la solución mágica que prometía. Sobre todo, porque el atasco legal que acumula refugiados en las islas griegas ha generado una situación humanitaria insostenible. Allí permanecen atascados miles de demandantes de refugiados en condiciones penosas. Esperan a que se resuelvan sus demandas de asilo y sus correspondientes apelaciones en los tribunales. Las llegadas sin embargo, sí se han incrementado en la ruta italiana, en el Mediterráneo central, donde 4.579 personas murieron tratando de alcanzar la costa.

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“De momento no hay ni un solo caso resuelto”, confirman fuentes comunitarias, en alusión a los refugiados sirios a los que se garantizaría el asilo y se debería devolver a Turquía por considerarse un país seguro. Sí ha regresado un puñado de personas que o se les ha denegado el asilo, o no son sirias, o han decidido regresar a Turquía voluntariamente. En total, 916 personas han sido devueltas desde Grecia a Turquía en el año del acuerdo, según las cifras que ofrece la Comisión. Se devuelve en cualquier caso, a menos personas de las que llegan, por lo que la presión en las islas griegas no deja de aumentar. Uno de los principales objetivos del acuerdo ha quedado por tanto reducido a papel mojado.

3.449 personas llegaron a Grecia desde Turquía entre diciembre y febrero de este año, comparadas con las 200.000 en el mismo periodo del año anterior, según recoge la Comisión Europea en su último informe de evaluación del pacto. El número, de muertes en el Egeo ha caído de 1.100 a 70 en casi un año, según los datos de la OIM. En esas cifras se apoya la Comisión Europea para sostener que el acuerdo ha logrado “resultados tangibles, a pesar de las circunstancias desafiantes”. El informe comunitario advierte sin embargo que “las llegadas superan a las devoluciones [de personas] a Turquía desde las islas griegas”.

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Organizaciones de defensa de los derechos humanos no muestran sin embargo apenas optimismo. “Ha sido un error desde el principio. No se puede considerar a Turquía un país seguro”, defiende Judith Sunderland, directora asociada para Europa de Human Rights Watch (HRW), quien asegura que los refugiados se topan con muros burocráticos en Turquía cuando aspiran a que se reconozca su protección internacional. “Es una abdicación de los países europeos en la crisis global de los refugiados”. Amnistía Internacional ha emitido esta semana un comunicado en términos similares: "Hace un año, las islas griegas se transformaron de hecho en calabozos, mientras las costas europeas pasaban de ser lugares de refugio a lugares de peligro. Desde hace un año, miles de personas permanecen varadas en un limbo peligroso, desesperado y aparentemente interminable".

Maraña legal

Arriban menos personas a Grecia, pero las que llegan se enfrentan a un panorama desolador. Las costuras de las instalaciones de acogida en las islas griegas —Lesbos, Samos, Quíos, Kos y Leros— están a punto de reventar, mientras se eterniza la maraña legal de solicitudes y recursos. 14.371 personas esperan la resolución de sus casos en las islas del Egeo, en las que hay un máximo de 7.450 plazas en los centros de recepción, según cifras de las autoridades griegas que maneja Bruselas. “Durante este año ha habido muertes, intentos de suicidio, autolesiones y hombres, mujeres y niños han sido expuestos a violencia sexual", denuncia Oxfam en un informe presentado junto a otras dos grandes ONG internacionales.

Arash, un demandante de asilo iraní de 30 y varado en Lesbos desde el pasado septiembre describió a los investigadores de HRW su situación. "He tratado de suicidarme tres veces. Las condiciones aquí me recuerdan a la cárcel en Irán, las pesadillas, las amenazas y las torturas. Estoy en una situación desesperada. Los certificados médicos dicen que este no es un lugar para mí, pero para las autoridades esto no significa nada. Hace cinco días, me trasladaron con mi hermano de la tienda al container. Durante seis meses, he estado viviendo en una pequeña tienda de campaña de verano".

"El único argumento que se esgrime son los números, obviando el enorme coste humano”, sostiene Sunderland, de Human Rights Watch quien explica que la idea es mantener a los refugiados en las islas para asegurarse de que vienen de Turquía y de que por lo tanto se les aplica el acuerdo. Las personas a las que se considera especialmente vulnerables sí pueden llegar hasta Atenas. En total, unos 62.000 migrantes están atrapados en toda Grecia.

A Atenas también le han llovido millones europeos, pero el problema no es tanto la financiación fondos como la falta de empuje político, de coordinación entre las agencias humanitarias y de supervisión de los fondos, apuntan los expertos consultados. Precisamente estos días se dirime en el Consejo de Estado griego un caso emblemático de dos sirios, que cuestionan incluso la legitimidad de los llamados comités de apelación que deben revisar los casos y que podría tener un enorme impacto en el futuro de los que se encuentran atascados en las islas y en la viabilidad del propio acuerdo entre la UE y Turquía.

La caída de llegadas no tiene una única explicación. Por un lado, es cierto que muchos migrantes optan por no cruzar, porque saben que corren el riesgo de quedar atrapados en las islas y que ya no pueden saltar a Atenas y de ahí llegar hasta a Alemania con la facilidad que lo hacían antes. Por otro lado, las autoridades turcas han incrementado la vigilancia en las costas y estrechado el cerco a los pasantes. La frontera turco-siria no es además ni de lejos tan permeable como antes.

Ayhan Kaya, profesor de la universidad Bilgi de Estambul, especialista en migraciones e interculturalismo europeo prevé que el frenazo de llegadas se va a mantener. “La entrada de sirios a Turquía está disminuyendo porque las fronteras turcas se han sellado. Los que están ahora en Turquía probablemente decidirán quedarse a pesar de las dificultades económicas y políticas porque los lazos culturales y religiosos les animan a quedarse en Turquía. Tienen sus espacios de diáspora, sus radios, diarios, restaurantes…”. Turquía acoge a dos millones y medio de sirios.

Al tiempo que se han reducido las llegadas a Grecia, no ha dejado de crecer el número de personas que zarpa de Libia y recala en Italia, así como el número de muertos en esa ruta del Mediterráneo. Los expertos consultados advierten sin embargo de que no se puede establecer una causa efecto, de que no son vasos comunicantes. No se trata de que las dificultades de la ruta griega anime a los migrantes a optar por la italiana. Para empezar, porque las personas que utilizan ambas rutas son de nacionalidades distintas. Si en Grecia abundan los refugiados sirios, los que llegan a Italia son sobre todo subsaharianos procedentes de países con altos índices de violencia como Somalia, Eritrea o Sudán. “No hay evidencias de que los esfuerzos para controlar los flujos en la ruta del Este del Mediterráneo haya reforzado otras rutas”, indica la Comisión en su informe.

Otro elemento clave del acuerdo fue la promesa europea de eliminar los visados para los turcos que viajaran a la UE y que no se acaba de cumplir porque Bruselas considera que la ley antiterrorista turca no es lo suficientemente garantista. El incumplimiento ya ha comenzado a hacer mella en la paciencia del régimen turco.

Pero pese a las ineficiencias acumuladas, Bruselas parece dispuesta a aferrarse al acuerdo, a falta de alternativas mejores. Y parece difícil que salgan adelante propuestas atrevidas en un contexto político, en el que según el profesor Kaya “los países europeos han sucumbido al populismo islamófobo y a la fobia migratoria”. Al otro lado del Egeo, los vientos políticos tampoco auguran grandes alegrías. La Turquía de Recep Tayyip Erdogan se encierra en sí misma, mientras declara la guerra diplomática a países de la UE. Amenaza también con enterrar el acuerdo de la discordia. La última vez, esta misma semana. "Si queréis cada mes abrimos el camino a 15.000 refugiados y perdéis la cabeza", dejó caer el titular turco de Interior, Süleyman Soylu.

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