Los demócratas declaran la guerra a Trump en el Congreso
El Senado se erige en el campo de batalla contra el presidente y sus nominados
Campo de batalla, guerra de trincheras… Contar el proceso de confirmación de los miembros del Gabinete de Donald Trump en el Senado requiere estos días de un lenguaje más propio de conflictos bélicos que de un trámite legislativo, una muestra más de la tensión nacional que ha provocado la arrolladora llegada del republicano a la Casa Blanca. Al ser minoría en las dos Cámaras, los demócratas tienen muy pocas posibilidades de objetar a los designados por Trump. Pero la consigna es obstruir todo lo posible el proceso.
Los republicanos han condenado la táctica demócrata, pese a que es muy similar, si no copiada, de la que los senadores conservadores utilizaron para bloquear insistentemente las últimas nominaciones de Barack Obama. Especialmente contra el candidato demócrata para el Tribunal Supremo, Merrick Garland, que ni siquiera llegó a ser debatido en los comités del Senado debido al férreo bloqueo republicano.
Después de que Trump nominara la noche del martes al juez conservador Neil Gorsuch para el Supremo, los demócratas han prometido pagar con la misma moneda. Y han recordado, ante las críticas de los conservadores, que hace solo un año el presidente del Senado, el republicano Mitch McConnell, anunciaba —y lo cumplió— que no iba a permitir que avanzara en su Cámara una sola nominación del presidente demócrata en sus últimos meses en la Casa Blanca.
La respuesta de Trump fue clara: “Ve a por la opción nuclear”, instó este miércoles a McConnell. A lo que se refería es a una estratagema —de las muchas que existen en el abultado libro de triquiñuelas parlamentarias— que permite forzar en el Senado un voto por mayoría simple de 51 votos en vez de la supermayoría de 60 escaños que requieren decisiones de peso, como concluir el debate para pasar a aprobar una ley o la confirmación de cargos como la de un juez del Tribunal Supremo. Los republicanos tienen 52 escaños y por tanto la confirmación estaría garantizada, aunque quedaría manchada por la falta de apoyo bipartidista para un puesto tan determinante.
Cambio de reglas
La paradoja es que fueron los demócratas durante el segundo mandato de Obama los que, hartos de que los republicanos bloquearan todas sus propuestas de ley —como la reforma sanitaria que ahora está desmontando Trump— y sus nominaciones, revivieron la “opción nuclear”. Ya entonces se advirtió al líder de la mayoría demócrata en la Cámara Alta, Harry Reid, de que la medida podría llegar a tener un efecto bumerán. El golpe llega unos años tarde, pero con igual o más fuerza y en varios frentes.
El intento de bloqueo de otros nominados, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y de Salud, Tom Price, también ha fracasado. Los demócratas se ausentaron este miércoles por segundo día consecutivo del Comité de Finanzas del Senado que debía realizar el primer voto sobre los candidatos. Hasta ahora, se requería la presencia de al menos un senador de cada partido para que el comité pudiera realizar sus sesiones. Pero los republicanos decidieron cambiar estas reglas y realizaron la votación que, sin un solo demócrata presente, fue favorable. Eso prácticamente asegura su confirmación, ya que en el pleno del Senado solo requieren la mayoría simple para ser aprobados.
Trump ha conseguido también que se ratifique a su nuevo secretario de Estado, Rex Tillerson, que recibió el apoyo de 56 senadores, cuatro de ellos demócratas pese a que esta bancada había mostrado su preocupación por los estrechos lazos del exjefe de ExxonMobil con Rusia y su falta de experiencia en el gobierno.
Aumenta la oposición entre los funcionarios
El rechazo contra Donald Trump sigue aumentando dentro de las filas del Gobierno, especialmente por su veto migratorio. El no más contundente fue el de la fiscal general interina Sally Yates, que se negó a defender en los tribunales el controvertido decreto. Ni su despido fulminante ha ahogado la rebelión interna. La "carta de disenso" de trabajadores del Departamento de Estado al veto migratorio cuenta ya con más de 1.000 firmas. Y eso que la Casa Blanca retó a los que se oponen a que dimitan, ignorando por completo el principio de un mecanismo que desde los años setenta permite que miembros del cuerpo diplomático muestren su oposición a una política de la Casa Blanca sin temor a represalias.
Según The Washington Post, el pasado fin de semana, decenas de funcionarios se reunieron para discutir cómo oponerse al nuevo Gobierno. Otros 180 empleados del Estado se han apuntado a otro taller para discutir cómo pueden llevar a cabo una desobediencia civil.
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