La muerte en Venecia de Pateh Sabally
El gambiano, de 22 años, llegó a Italia hace dos años cruzando el Mediterráneo y se ahogó la semana pasada en el Gran Canal delante de centenares de turistas
Llevaba una mochila y una bolsa de plástico perfectamente sellada en el bolsillo para que no entrase el agua. Dentro guardaba su pasaporte y un billete de tren de Milán a Venecia comprado el día anterior. Las cámaras de vigilancia le grabaron poco antes cuando se acercaba al Gran Canal y deambulaba indeciso de un lado a otro. Se sentó unos minutos en las escalinatas de la estación de Santa Lucía y luego, Pateh Sabally, de 22 años, que había llegado a Italia desde Gambia hacía dos años y había sobrevivido a la travesía del Mediterráneo donde 14 personas mueren al día, se lanzó al agua delante de decenas de turistas. Mientras chapoteaba e ignoraba los tres flotadores que le lanzaron desde un vaporetto, un grupo de gente comenzó a burlarse de él desde la orilla y a cuestionar que realmente estuviese ahogándose. Al poco rato se hundió y desapareció bajo las aguas del gélido canal sin que nadie hiciese nada más.
Iqbal, un bangladesí que vende palos selfie a la salida de la estación, vio como sucedía todo. “Dejó su mochila ahí… Cogió carrerilla, cruzó la plaza y se lanzó al agua en la zona de los taxis. Todo el mundo se quedó mirando”, recuerda mientras intenta colocarle uno de las varas extensibles a una indecisa turista japonesa. Un poco más allá, un grupo de gondoleros apoyados en el embarcadero todavía comenta el suceso. Stefano, mascullando en un cerrado acento veneciano, no da crédito y aporta su teoría. “Es extraño… cuando estaba en el agua intentó quitarse la chaqueta. Eso no lo hace alguien que quiere morir. Aquí caen 4 o 5 personas al año, pero siempre las rescatan”, insiste refiriéndose a la polémica generada alrededor de Sabally y subrayando sus dudas sobre el racismo que pudiesen contener los gritos de la gente.
Sabally huyó hace dos años de un pequeño pueblo de la región gambiana de Wellingara. Formaba parte del medio millón de migrantes rescatados en últimos tres años por los guardacostas italianos. Una cifra que solo en 2016 creció un 18%, llegando a 186.000 y con parecida proporción en el aumento de muertes. La mayoría de los que sobrevive evita quedarse en Italia -el país europeo que más inmigrantes recibe por vía marítima- y sigue su curso en busca de un lugar con mayores oportunidades laborales y unas reglas de acogida más definidas. Sabally, en cambio, pasó un tiempo en un centro de acogida y en 2015 obtuvo un permiso de residencia en Pozzalo, una ciudad del sur de Sicilia. Decidió quedarse en Italia, donde tenía algunos familiares. Pero hace poco, apuntan algunas fuentes, le fue retirada dicha autorización. Su primo, que estuvo el viernes en un homenaje en el lugar del suceso, contó que “últimamente tenía problemas” y que no le había visto desde que llegó a Europa.
Cogió carrerilla, cruzó la plaza corriendo y se lanzó al agua en la zona de los taxis. Todo el mundo se quedó mirando, explica un vendedor ambulante
La crisis creada con los flujos de migración masivos en Italia se ha convertido en una de las prioridades del Ministerio del Interior de Marco Minniti. Pero también en uno de los caballos de batalla de todos los partidos de cara las próximas elecciones. En una dirección o en la contraria, como demuestra la efervescencia en las encuestas de las opciones populistas y algunos detalles del viralizado vídeo de Sabally. En las imágenes de su aparente suicido puede verse como el vaporetto se acerca lentamente y detiene los motores para no lastimarle. Desde el muelle se oyen algunas voces que gritan frases como: “Es imbécil, quiere morir!” o “Vamos, África”.
Su suicidio, en uno de los lugares más turísticos del mundo y a plena luz del día, se ha convertido ahora en el símbolo de una de indiferencia que no necesita la coartada de la lejanía y la invisibilidad del Mediterráneo para expresarse en su máximo esplendor. Ante la mala conciencia colectiva, el alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, decidió que la ciudad pagaría su funeral con los fondos públicos de solidaridad. Sin embargo, según la prensa local, acompañó el gesto de unas palabras que volvieron a encender las bajas pasiones. “A la política buenista quiero recordarle que no se puede seguir alimentando las esperanzas de medio mundo de venir a Italia. Es imposible continuar gestionando este fenómeno de masas como se ha hecho hasta ahora”.
La región del Veneto, donde La Liga Norte, el partido antiinmigración y antieuropeísta de Matteo Salvini, recibe el mayor apoyo, fue también el lugar donde saltó la chispa de las revueltas en los centros de internamiento para inmigrantes hace una semanas. En Cona, una mujer embarazada de Costa de Marfil murió tras esperar seis horas a que llegasen los servicios médicos. El caso provocó varias revueltas y recordó a Italia cuál será uno de sus principales retos en 2017. Alfonso Giordano, experto en flujos migratorios y profesor de la Universidad LUISS Guido Carli de Roma, cree que se trata de una crisis estructural ya que el país es una de las principales rutas migratorias. “Es un problema de primera acogida, por eso se están intentando reformar estos centros de internamiento, donde la presencia prolongada de los inmigrantes se convierte en un conflicto. Tarde o temprano llegan episodios de racismo o rechazo”, advierte.
El caso de Sabally no irá más allá. El fiscal Massimo Michelozzi ha examinado las cintas en busca de una posible responsabilidad penal por omisión de la obligación del socorro, pero la tripulación del vaporetto que pasaba junto a él no tenía la obligación de tirarse al agua para rescatarle, solamente debía lanzarle los flotadores. “Eso es cierto. Pero el instinto a veces te empuja a hacerlo igualmente”, analiza Stefano, el gondolero que vio la escena, mientras sube a su embarcación a unos clientes el domingo por la mañana, una semana después de la muerte de Pateh Sabally.
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