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El Parlamento turco aprueba la reforma constitucional que reforzará a Erdogan

La ciudadanía decidirá, en referéndum en abril, si se convierte en un régimen presidencialista

Diputadas del partido gobernante y de la oposición se enzarzan en una pelea en el Parlamento turco el pasado jueves durante una de las jornadas de debate y voto sobre la reforma constitucional.Foto: atlas | Vídeo: ap / ATLAS
Andrés Mourenza

Las bancadas islamista y ultranacionalista del Parlamento turco han logrado sacar adelante la modificación de la Constitución que convertirá a Turquía en un régimen presidencialista, si el electorado suscribe la reforma en un referéndum la próxima primavera. En su segunda y definitiva votación, que concluyó durante la madrugada del sábado, el texto presentado por el partido gobernante AKP a instancia del presidente Recep Tayyip Erdogan obtuvo el voto favorable de 339 de los 550 diputados con que cuenta el hemiciclo turco, nueve más de los necesarios para que la propuesta prosperara y sea sometida a una consulta popular que, según anunció el portavoz del Ejecutivo, Numan Kurtulmus, tendrá lugar el primer o el segundo domingo de abril.

“El Parlamento ha dado la respuesta necesaria, pero ahora la verdadera y definitiva decisión la tomará el pueblo. Con ello, Turquía despegará de nuevo”, dijo el presidente Erdogan en la mañana del sábado tras conocer la decisión. La modificación de la Carta Magna significará transformar la actual Presidencia de la República que, ahora, legalmente, tiene un cometido poco más que simbólico, en jefatura no solo de Estado, sino también de Gobierno, con lo que se eliminará el puesto de primer ministro. El presidente además nombrará a su consejo de ministros y se ampliarán los supuestos en los que podrá gobernar por decreto y en los que se podrá declarar el estado de emergencia. De esta forma, sostienen los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el país ganará estabilidad. Habrá “un solo poder que será fuerte” y “no habrá debilidades a la hora de luchar contra el terrorismo o atajar cuestiones económicas”, dijo el primer ministro, Binali Yildirim.

“El Gobierno turco cita la presidencia de Estados Unidos como modelo de sus cambios. Pero la Constitución de EEUU limita el poder del presidente a través del (poder) legislativo y judicial, lo que no es el caso en los cambios constitucionales propuestos por Turquía”, se quejó la organización proderechos humanos Human Rights Watch en un comunicado. La oposición turca, de hecho, ha denunciado que el nuevo sistema debilitará las competencias del Parlamento como supervisor de la labor de gobierno e incrementará la proporción de miembros de los principales tribunales y órganos rectores del aparato judicial que serán elegidos por el presidente y el partido gobernante.

El líder de la oposición socialdemócrata, Kemal Kiliçdaroglu, denunció además las presiones sufridas por los diputados oficialistas, quienes, pese a ser la votación parlamentaria secreta, mostraron sus papeletas siguiendo las órdenes de la cúpula del AKP para evitar la disidencia interna. “Si todos los diputados hubiesen votado libremente y de acuerdo con su conciencia, la reforma no habría sido aprobada”, afirmó Kiliçdaroglu, quien anunció que denunciará la reforma ante el Tribunal Constitucional e iniciará una campaña a favor del no en el referéndum: “Nos dirigiremos a todos, a los demócratas, a los religiosos, a todo aquel que ame a su patria”.

Por su parte, el presidente de la Unión de Colegios de Abogados de Turquía, Metin Feyzioglu, comparó el nuevo sistema de concentración de poder en manos de una sola persona con el “sultanato” vivido en la época otomana y afirmó que, al contrario de lo que defiende el Gobierno, se trata de un “proyecto de inestabilidad permanente”. “¿Cómo puede ser estable un estado que divide a su pueblo?”, se preguntó Feyzioglu.

De las divisiones que provoca la reforma da cuenta el tumultuoso y agitado debate en el parlamento. Si en la primera ronda de votaciones fueron los diputados quienes, en un lamentable espectáculo se enfrentaron a puñetazos, volaron las macetas del hemiciclo y un parlamentario oficialista denunció haber sido mordido en la pierna por uno opositor, en la segunda y definitiva ronda de votaciones les tocó el turno a ellas. Cuando la diputada independiente Aylin Nazliaka se esposó al atril para protestar contra la reforma, las diputadas islamistas se lanzaron hacia ella para apartarla del estrado; las kurdas salieron en defensa de Nazliaka y se armó la marimorena: tres parlamentarias –cada una de un partido diferente- hubieron de ser atendidas en el hospital.

Ante el referéndum, Erdogan parece tenerlo fácil teniendo en cuenta que en las últimas elecciones, el AKP cosechó el 49,5 % de los votos y que, desde el fallido intento de golpe de estado del pasado julio, los sondeos le dan un apoyo incluso mayor. Además, controla buena parte del flujo de información que llega diariamente a los turcos pues la inmensa mayoría de los medios de comunicación del país se muestran dóciles con las órdenes del Ejecutivo. La cúpula de la formación ultranacionalista MHP, que obtuvo casi el 12 % de los sufragios en 2015, también apostará por el Sí, pero algunos miembros del partido ya han anunciado su postura contraria y que movilizarán a las bases a favor del No.

La oposición se queja además de que la campaña electoral tendrá lugar en medio del estado de emergencia, vigente desde la asonada militar y que ha sido utilizado para prohibir actos y mítines de protesta. “Resulta imposible que, durante un estado de emergencia, se lleve a cabo un debate pública efectivo en los medios sobre los cambios que se van a producir”, criticó la directora de HRW en Turquía, Emma Sinclair-Webb, en declaraciones a AFP.

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