Alemania debate un nuevo sistema de seguridad que altera su modelo federal
La propuesta del ministro del Interior de centralizar policía y servicios de inteligencia choca con la oposición generalizada
Además de 12 muertos y medio centenar de heridos, el atentado contra el mercadillo navideño de Berlín ha dejado un motivo para que Alemania reflexione sobre las carencias de su modelo de seguridad. El ministro del Interior, Thomas de Maizière, ha presentado una ambiciosa reestructuración de las policías y servicios secretos, caracterizados, como toda la Administración del país, por el federalismo. Pese al apoyo de la canciller Angela Merkel, es altamente improbable que esta propuesta centralizadora salga adelante. Deja, eso sí, la semilla sobre la que levantar futuras reformas.
De Maizière sorprendió el martes al proponer un “nuevo orden” en el que el Gobierno federal asuma competencias de seguridad actualmente en manos de los Estados. El objetivo es aumentar la eficacia en la lucha contra el terrorismo, el control de la inmigración y los ciberataques. Y la receta para ello es más centralismo. “El federalismo refuerza al Estado y logra cercanía, pero la seguridad en Alemania debe ser dirigida por el Gobierno federal”, escribió el ministro.
Este nuevo plan llega tras los errores que permitieron que Anis Amri, un islamista del que la policía conocía su peligrosidad y que además debía haber sido expulsado del país, arrollara con un camión un mercado en el corazón del Berlín occidental. La propuesta, aunque moderada en comparación con la de otros países que han sufrido la furia yihadista, toca una fibra sensible en Alemania, que lleva el federalismo inscrito en su ADN. Y, como era previsible, ha generado un amplio rechazo que va más allá de socialdemócratas y la oposición de verdes y poscomunistas. Los socialcristianos bávaros e incluso diversos representantes de la Unión Cristianodemócrata —el partido de De Maizière y Merkel— han criticado la iniciativa.
Gabriel declara la guerra al islamismo
Las buenas noticias no terminan de llegar para Sigmar Gabriel, vicecanciller alemán, líder socialdemócrata y probable cabeza de lista de su partido para las elecciones de septiembre. Una encuesta del canal público ARD otorga a su partido una intención de voto en mínimos históricos, del 20%, a solo cinco puntos de distancia de los ultraconservadores antiinmigración de AfD.
En este contexto, Gabriel ha endurecido su tono en los últimos días. Primero lo hizo al dar el visto bueno a que la policía de Colonia se refiriera como "nafris" a los centenares de norteafricanos a los que controló la pasada Nochevieja para evitar las agresiones a mujeres de un año atrás. Ahora lo hace al declarar una "guerra cultural" contra el islamismo. "Si nos tomamos en serio la lucha contra el islamismo y el terrorismo, entonces tiene que ser una guerra cultural", asegura Gabriel en una entrevista con Der Spiegel.
Para presentar sus ideas, el ministro no acudió al Consejo de Ministros ni al parlamento, sino a las páginas del Frankfurter Allgemeine Zeitung, biblia del conservadurismo moderado alemán. Con este paso, da la impresión de que ni el propio De Maizière confiaba demasiado en las posibilidades de poner en marcha sus ideas, sino que buscaba un mensaje político a nueve meses de las elecciones. Sin duda, miraba en dirección a los nacionalistas de derechas de Alternativa para Alemania (AfD), a los que una reciente encuesta otorga ya una intención de voto del 15%, a tan solo cinco puntos de los socialdemócratas.
“Este es un debate puramente político, que ha contado con el visto bueno de la canciller. Evidentemente, ella sabe que no va a poder sacar adelante la reforma con todo el mundo en contra. Pero lanza un mensaje peligroso. Los votantes de AfD pueden ver confirmadas sus tesis de la debilidad del Estado”, asegura a este periódico Christian Bommarius, experto constitucionalista y editorialista jefe del grupo DuMont. Bommarius recuerda que Francia, con un Estado muy centralista, no ha sido capaz de evitar atentados devastadores.
Pese a la polvareda levantada, la reacción alemana al terrorismo contrasta con la francesa. El Estado de excepción decretado por el presidente François Hollande en diciembre de 2015 continuará al menos hasta mediados de julio. Nunca antes una situación así, con detenciones e interrogatorios sin mandato judicial, había durado tanto en este país. En Alemania, desde el atentado del 19 de diciembre en Berlín, el debate se ha centrado en la necesidad de agilizar las expulsiones de aquellos a quienes se les ha denegado el asilo y en estrechar el control sobre los islamistas en mezquitas o centros de refugiados.
16 servicios de espionaje
Alemania lleva el federalismo hasta sus últimas consecuencias. Hasta el punto de que cada uno de sus 16 länder cuenta con sus propios servicios de inteligencia para el interior. Incluso una ciudad-Estado como Bremen, con tan solo 500.000 habitantes, cuenta con uno. Es este un ejemplo de las cosas que quiere cambiar De Maizière.
Además de diluir estos 16 organismos en uno de ámbito federal ya existente; el titular de Interior propone también facilitar la expulsión de personas a las que se les ha denegado el derecho al asilo a través de un organismo centralizado; y ampliar los poderes de la policía federal. Un buen ejemplo de los fallos del sistema lo aportó el pasado octubre el refugiado sirio Jaber Albakr, que ultimaba los preparativos para un atentado de gran alcance en Berlín. Tras ser alertada por las autoridades federales, la policía del Estado de Sajonia fue incapaz de evitar que Albakr se escapara. Y cuando fue capturado por dos refugiados sirios, el supuesto terrorista se suicidó nada más entrar en la cárcel de Leipzig.
Pero diversos expertos dudan de la eficacia de las medidas que ahora propone Interior. “De Maizière ha presentado este debate en el momento equivocado. Primero, porque es prematuro proponer una reforma antes de tener toda la información sobre los fallos que permitieron un atentado organizado por un islamista fichado. No sabemos si se trató de un fallo estructural o de uno individual. Además, ahora, con la amenaza terrorista presente, no es el momento adecuado para reformar toda la arquitectura de la seguridad del Estado”, concluye Bommarius.
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