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Obama asiste impotente al drama de Alepo

Ante las críticas de pasividad, el presidente estadounidense defiende su estrategia cauta en Siria

Estados Unidos es un observador lejano sin apenas influencia en el drama de Alepo. La conquista de la ciudad siria por parte de las fuerzas del régimen de Bachar el Asad perturba al Gobierno de Barack Obama. Hace condenas morales y culpa del baño de sangre a Damasco y sus aliados en Moscú y Teherán. Pero la primera potencia mundial asiste impotente a la caída de la ciudad, y al enésimo revés de su cauta estrategia en los casi seis años de guerra civil siria. Las críticas de pasividad ante la carnicería de civiles persiguen a Obama.

Obama, el viernes, en la rueda de prensa en la Casa Blanca
Obama, el viernes, en la rueda de prensa en la Casa BlancaLeigh Vogel (WireImage)

“No puedo decir que hayamos sido exitosos. Y eso es algo con lo que, como ocurre con numerosos asuntos en el mundo, me tengo que ir a la cama cada noche”, dijo el presidente el viernes en la Casa Blanca en su última rueda de prensa del año antes de partir de vacaciones a Hawái. “Pero continuo creyendo que fue el enfoque correcto teniendo en cuenta lo que siendo realistas podríamos hacer sin una decisión [consensuada] de adentrarnos de una forma más significativa. Y eso creo no habría sido sostenible ni bueno para el pueblo americano”.

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La gestión del laberinto sirio, la peor crisis humanitaria en décadas y en la que han muerto unas 400.000 personas desde 2011, marcará el legado del demócrata Obama, que el 20 de enero cede la presidencia al republicano Donald Trump. Obama es consciente del juicio de la historia. En la rueda de prensa, combinaba su frustración por el horror en Siria con el deseo de justificarse.

¿Será Siria en el legado de Obama la misma sombra que el genocidio de Ruanda ha sido en el de Bill Clinton? El presidente Clinton declinó intervenir en el conflicto étnico en el que en 1994 murieron unas 800.000 personas.

“Alepo se incorporará a esos eventos en la historia mundial que definen el mal moderno, esa mancha en nuestras conciencias décadas después. Halabja, Ruanda, Srebrenica y ahora Alepo”, dijo el martes en un emocionado discurso en la ONU la embajadora estadounidense, Samantha Power.

Power, que acusó a los aliados de Damasco de ser insensibles, es una referencia para los partidarios de las intervenciones humanitarias. En 2002, escribió A problem from hell (Problema infernal), un libro que denuncia la inacción estadounidense ante los genocidios del siglo XX.

El secretario de Estado, John Kerry, también atizó el jueves el fantasma de que Alepo pueda ser un nuevo Srebrenica, la ciudad bosnia en la que en 1995 se masacraron a 8.000 personas, lo que acabó provocando que Clinton decidiera intervenir en el conflicto. Más allá de su retórica, tanto Power como Kerry no formularon ninguna estrategia nueva de Washington.

Leon Wieseltier, un intelectual progresista amigo de Power, escribió esta semana un artículo en el diario The Washington Post titulado La caída de Alepo es el fracaso de Obama. Censuraba con dureza la estrategia del presidente y defendía la “obligación” de una intervención robusta de EE UU en Siria al recordar los precedentes de Ruanda y Bosnia. “No hemos aprendido nada. Lo hemos olvidado todo. Hemos fracasado. Ni siquiera lo intentamos”, argumentaba.

Doctrina Obama

Siria es el mejor termómetro de la llamada doctrina Obama, basada en el pragmatismo y la prudencia militar (un despliegue limitado de asesores en vez de numerosas tropas de combate), y la búsqueda de soluciones diplomáticas y multilaterales. Influido por las fallidas intervenciones militares en Afganistán e Irak, que prometió terminar al llegar a la Casa Blanca en 2009, y descolocado por las revueltas de la Primavera Árabe, el presidente optó desde el principio por la cautela en Siria.

En agosto de 2011, tras cinco meses de protestas opositoras, Obama pidió la renuncia de El Asad, que sigue en el poder. Desde entonces han fracasado todas las iniciativas estadounidenses de hallar una salida diplomática a la guerra y de armar a rebeldes moderados. En 2013, Obama dio marcha atrás a última hora a lanzar una campaña de bombardeos contra posiciones del Ejército sirio. Había dicho que el uso de armas químicas sería una línea roja que le llevaría a actuar, pero acabó aceptando una propuesta rusa de desmantelamiento del armamento.

Un año después, el auge del Estado Islámico le forzó a actuar: EE UU inició una campaña de bombardeos contra los yihadistas, no contra el régimen. En 2015, Rusia entró activamente en la guerra en apoyo de El Asad. Y desde entonces, el sinfín de intentos de Washington de negociar con Moscú ha naufragado. El último fue un comunicado, hace 10 días, de seis potencias occidentales implorando una tregua en Alepo.

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