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La sombra rusa planea sobre la presidencia de Donald Trump

El jefe de Exxon Mobil, próximo a Moscú, es el favorito para ser el secretario de Estado

Marc Bassets

Un alto ejecutivo petrolero próximo al presidente ruso, Vladímir Putin, es el favorito para convertirse en el secretario de Estado de EE UU. El presidente electo, Donald Trump, quiere nombrar a Rex Tillerson, presidente y consejero delegado del gigante energético Exxon Mobil, para dirigir la diplomacia de la primera potencia mundial. Las noticias sobre el nombramiento de Tillerson, que necesitará la aprobación del Senado, llegaron unas horas después de conocerse que la CIA cree que Rusia intervino en la campaña electoral en favor de Trump.

Donald Trump en un mitin esta semana en Michigan
Donald Trump en un mitin esta semana en MichiganAndrew Harnik (AP)

Tillerson, de 64 años, lidera desde 2006 la mayor petrolera privada en el mundo, “un estado corporativo dentro del estado americano” que “construye sus propias políticas exterior, económica y de derechos humanos, y cuyos ejecutivos son conscientes de su soberanía”, según ha escrito el periodista Steve Coll, autor de Imperio privado: Exxon Mobil y el imperio americano, una investigación exhaustiva sobre Exxon Mobil.

Al frente de Exxon Mobil desde 2006, Tillerson ha reforzado la presencia en Rusia y mantiene una buena sintonía con Putin, quien le entregó en 2013 la Orden de la Amistad, otorgado por la Federación Rusa a extranjeros que han trabajado para mejorar las relaciones con este país. Tillerson se ha opuesto a las sanciones que EE UU y sus aliados europeos impusieron a Rusia después de la anexión de la península de Crimea, en 2014. Las sanciones perjudican los negocios de Exxon Mobil.

El portavoz de Donald Trump Jason Miller dijo ayer que la decisión se anunciará la semana próxima, o más tarde, pero varios medios, entre ellos la cadena NBC y el diario The New York Times, adelantaron, citando fuentes anónimas, que Trump le ofrecería el cargo a Tillerson. En todo caso, ya figuraba desde hacía unos días entre los favoritos. El otro favorito era Mitt Romney, que en 2012 fue candidato republicano a la Casa Blanca y en 2016 muy crítico con Trump. Romney disfruta de la confianza del establishment en Washington pero no de las bases más radicales de Trump.

Tillerson, si se confirma la designación, puede afrontar numerosos conflictos de interés. Como secretario de Estado, será uno de los responsables de la negociación de las sanciones a Rusia, que tienen un impacto directo en la empresa que dirige y en su fondo de pensiones allí. Algunos senadores, entre ellos halcones republicanos como John McCain, escrutarán con lupa sus simpatías putinianas. Su experiencia ejecutiva y su vasta red de contactos internacionales pueden ser una ventaja. Aunque Exxon Mobil como empresa, reconoce el cambio climático, durante años ocultó sus efectos aun sabiendo que eran reales. Y sería otro millonario en el Gobierno con más millonarios de la historia reciente.

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La elección de Tillerson coincide con la publicación de nuevas informaciones sobre el papel de Rusia en la campaña que enfrentó al republicano Trump con la demócrata Hillary Clinton. El presidente electo carga con la sospecha, avalada por los servicios de espionaje de su país, de que Rusia intervino en la campaña electoral para ayudarle a ganar. La filtración de las conclusiones de la CIA sobre el robo y difusión de correos electrónicos de Clinton extiende una sombra sobre la presidencia.

Durante la campaña, el republicano Donald Trump animó a la Rusia de Vladímir Putin a piratear las cuentas de su rival demócrata, Hillary Clinton. El republicano ganó el 8 de noviembre con la promesa de mejorar las relaciones con Moscú. Llegó a decir que si Rusia atacaba a un país báltico, EE UU no se sentiría obligado a defenderlo, y a justificar la anexión rusa de la península de Crimea.

El viernes, The Washington Post desveló que la CIA ha concluido que Rusia intentó ayudar a Trump en la campaña. El 20 de enero jurará el cargo.

La reacción de Trump consistió en descalificar a los espías que en unas semanas trabajarán a sus órdenes y serán su fuente de información para prevenir y gestionar crisis mundiales. "Son la misma gente que dijo que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva", dijo el equipo de Trump en un comunicado.

Un grupo de senadores —entre ellos el republicano McCain y el jefe de la minoría demócrata, Chuck Schumer— ha pedido una investigación. Está por ver si el Congreso, dominado por los republicanos, lo permitirá. Cuando, en plena campaña, la Administración Obama planteó en el Capitolio la posibilidad de una respuesta de ambos partidos a la injerencia rusa, los republicanos lo bloquearon. Tampoco el presidente Barack Obama actuó.

El impacto de Wikileaks en la campaña

En el recuento total de las elecciones del 8 de noviembre, todavía inconcluso, Hillary Clinton saca casi tres millones de votos a Donald Trump. Pero en EE UU el presidente se elige por otro sistema, el del colegio electoral: a cada estado se le asigna un número determinado de compromisarios.

En general quien gana el estado —no importa si por un voto de diferencia o por 3 millones— recibe todos los compromisarios. Al final votan los estados, no los individuos, y así es cómo Trump derrotó a Clinton. Según los cálculos más recientes, fueron 80.000 votos en tres estados los que decantaron el resultado.

Nunca se sabrá si el goteo de filtraciones, por medio de la organización Wikileaks, sobre los correos del Comité Nacional Demócrata y el jefe de campaña de Clinton, John Podesta, inclinaron la balanza. Probablemente fueron un factor más entre muchos. Pero, pese a que los emails no aportaron revelaciones sustanciales, ni destaparon ningún delito, contribuyeron a definir a la candidata demócrata como una política corrupta a ojos de muchos votantes.

Tampoco ha aportado pruebas sobre el papel del Kremlin la CIA, ni los otros servicios de inteligencia que ya en octubre avisaron en un comunicado de la injerencia rusa en la campaña. Y la última filtración, publicada primero por The Washington Post, es anónima. The New York Times, citando también fuentes anónimas, explica que las agencias de inteligencia basan su conclusión, en parte, en un detalle: los rusos también piratearon correos republicanos, pero optaron por guardárselos, y no difundirlos.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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