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Italia busca un líder que pacte una ley electoral y convoque elecciones

El primer ministro italiano ha oficializado su renuncia ante Mattarella

Matteo Renzi llega al Palacio del Quirinal, en Roma.Foto: atlas
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Italian Prime Minister Matteo Renzi looks on during a media conference after a referendum on constitutional reform at Chigi palace in Rome
Renzi pretende aprobar el presupuesto el miércoles y marcharse
Renzi aplaza su dimisión hasta la aprobación de los presupuestos
Matteo Renzi dimite tras su derrota en el referéndum para la reforma constitucional

La máquina italiana de derribar gobiernos ha vuelto a funcionar. El de Matteo Renzi, que presentó formalmente su dimisión tras lograr la aprobación en el Senado de los presupuestos de 2017, pasará a la historia como el número 63 en 70 años de democracia. El presidente de la República, Sergio Mattarella, iniciará este jueves los contactos con los partidos para buscar un nuevo Gobierno. El objetivo es que el próximo primer ministro -el cuarto consecutivo sin ser votado-logre el respaldo suficiente para, al menos, consensuar una ley electoral y convocar elecciones. No parece que lo vaya a tener fácil.

Este miércoles fue un día de tregua. La oposición —feliz por haber quitado de en medio, al menos temporalmente, a Renzi— le facilitó la despedida. Por la mañana, el Senado dio luz verde a la ley de presupuestos para 2017 por 166 votos a favor, 70 en contra y una abstención. La aprobación de las cuentas era la condición que había puesto el presidente de la República, Sergio Mattarella, al primer ministro, Matteo Renzi, para aceptarle su dimisión, anunciada la noche del pasado domingo tras su derrota en el referéndum sobre la reforma constitucional.

Renzi optó entonces por aprobar la ley por la vía de urgencia que consiste en someter al Gobierno a un voto de confianza en el Senado. Aunque con las protestas de la oposición, el Ejecutivo obtuvo la confianza, los presupuestos quedaron aprobados y Renzi anunció en su cuenta de Twitter que, a las 17.30, hablaría ante la dirección nacional del Partido Democrático (PD), del que es secretario general, y que a las 19.00 subiría al palacio del Quirinal para formalizar su dimisión ante el presidente de la República.

Un tarjetón de adiós

Por una vez, y sin que sirva de precedente, se cumplieron los afanes y los horarios. Renzi solventó todo en un día y, de nuevo a través de Twitter, colgó la fotografía de un tarjetón con el membrete de la presidencia del Consejo de Ministros y el mensaje: "¡¡¡Adiós a todos!!! Y gracias. Matteo".

Si no a todos —el primer ministro se sorprendió el domingo de que los italianos le “odiasen tanto”—, sí al 40% que, tanto en las pasadas elecciones europeas como en el referéndum, votaron en la dirección que él había marcado. Un tesoro que con toda probabilidad Renzi no está dispuesto a perder. Ante la dirección nacional del PD —un partido que siempre le miró con desconfianza y donde habitan sus más encarnizados enemigos—, Renzi no dio ni mucho menos señales de cansancio ni de despedida. “Nosotros”, aseguró, “no tenemos miedo de nada ni de nadie. Por tanto, si los demás partidos quieren ir a votar después de la sentencia [a finales de enero el Constitucional deberá decidir con qué ley electoral se vota], que lo digan claramente. Si, en cambio, quieren un nuevo Gobierno que haga una nueva ley electoral y cumpla con las citas relevantes de 2017, el PD es consciente de su responsabilidad, pero no puede ser el único que sostenga ese Gobierno, porque aquí todos deben asumir su parte”.

El ya exprimer ministro apuesta por un Ejecutivo provisional, apoyado por todas las fuerzas políticas o al menos por una gran mayoría, con capacidad para sacar adelante la ley electoral y las reformas más urgentes del país. Algo parecido a lo que sucedió con el Gobierno técnico de Mario Monti, nombrado por el presidente Giorgio Napolitano ante la situación de degradación económica y ética a la que que Silvio Berlusconi había conducido el país. Monti logró sacar adelante con cierta holgura las reformas —algunas de ellas muy duras— que Bruselas marcó a Roma hasta que Berlusconi decidió retirarle el apoyo y el Ejecutivo técnico saltó por los aires.

Ahora, el viejo tahúr de la política italiana, que aunque con 80 años y achacoso —ayer fue sometido a una nueva revisión del corazón— sigue controlando Forza Italia, parece dispuesto a otorgar al nuevo Gobierno parte de la estabilidad que necesita. No por generosidad, sino porque su partido sigue desorientado y sin líder, casi abocado a aceptar el abrazo del oso que le propone Matteo Salvini, el líder de la Liga Norte. Con su discurso contra la casta política italiana, Europa y los inmigrantes, es el único dirigente político de la derecha con tirón electoral, habida cuenta de que Berlusconi, además, está inhabilitado hasta 2019 por delito fiscal.

El Movimiento 5 Estrellas es la única formación que, al calor del resultado del referéndum, le beneficiaría una convocatoria de elecciones urgente. Una razón más para que los políticos tradicionales traten de evitarlas. 

Hartazgo junto a la sede del PD

Junto a la sede romana del PD, a la que Matteo Renzi acudió antes de subir al Quirinal, se congregaron en la tarde del miércoles militantes y curiosos. Algunos para apoyar al primer ministro dimisionario, y otros para mostrar su disgusto con la política en general y con el centroizquierda en particular. “Al final”, explicaba Antonello Roncalli, jubilado de la industria metalúrgica, “siempre es lo mismo. Nos piden que votemos y nos toman el pelo. Es una vergüenza que el último presidente que votamos fuese Berlusconi. Todos los que vinieron después, [Mario] Monti, [Enrico] Letta, Renzi y el que ahora venga, se lo han cocinado entre ellos, según sus intereses, de espaldas a la gente. Luego se quejarán si votamos a [Beppe] Grillo u otro peor, pero es que estamos muy cansados. Hartos”.

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