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La carta perdida de Dachau

La misiva que un interno griego en el campo de concentración nazi envió en 1945 a su madre aparece 71 años después en Creta

María Antonia Sánchez-Vallejo
Prisioneros de Dachau muestran su alegría por la liberación del campo por las tropas aliadas.
Prisioneros de Dachau muestran su alegría por la liberación del campo por las tropas aliadas.GAMMA

Las obras de reforma de un viejo local familiar han sacado a la luz en Chaniá, preciosa ciudad al oeste de la isla de Creta, una carta escrita en 1945 por un griego interno en el campo de concentración de Dachau (Alemania). Una misiva que ha tardado 71 años en llegar a su destino, y que aún interroga a los fantasmas que deberían recibirla. Porque los descubridores del documento, la abogada Stella Batakis y su hermano Diomidis, buscan afanosamente a los destinatarios de la misma, o a sus descendientes, para cerrar este círculo de memoria y olvido.

En 1945 Stylianós Valmás malvivía en el barracón 58 del campo de concentración de Dachau. No era el único griego del campo, así que aprovechó la liberación y el regreso a Grecia de su compatriota Yanis Batakis —abuelo de Stella y Diomidis— para entregarle una carta manuscrita dirigida a su madre. Por razones que se desconocen, el mensaje nunca llegó a manos de la mujer, ni de sus parientes más próximos, y permaneció oculto durante siete décadas en medio de una maraña de papeles, libros y documentos, algunos de ellos datados en 1800. Hasta que la remodelación de la vetusta oficina del abuelo, abogado, exhumó ese viejo hálito de vida.

Compelidos moral y emocionalmente a poner punto final a la historia, y sin publicar en ningún momento el contenido de la carta (es una comunicación privada, subrayan), los hermanos Batakis hicieron recientemente un llamamiento para hallar a los posibles descendientes de Valmás, que cuando escribió la misiva llevaba tres años en Dachau, y cuyo destino final nunca se supo. Puede que todo ese tiempo sin noticias hiciera creer a su familia que había muerto (“tenía esposa y una hija, Rita, así como hermanas, una de ellas llamada Emilitsa”, señala el mensaje de los Batakis para acotar la búsqueda, citando algún detalle del manuscrito), puede que Yanis Batakis no hallara a ningún pariente de Valmás a su regreso a Grecia (un país atrozmente sumido en la miseria y el hambre tras la ocupación nazi y la posterior guerra civil). Pero si existe algún epígono de Valmás, subrayan los hermanos en su llamamiento, “algún nieto, tendría hoy entre 35 y 50 años (...) porque al regresar a Grecia nuestro abuelo tenía entre 25 y 27 años”.

Los hermanos Batakis no cejan en su empeño de localizar a algún descendiente de Stylianós Valmás. En su mensaje, difundido por el portal de noticias ZarpaNews, añaden un mapa de Grecia con una decena larga de lugares donde la guía telefónica refiere la presencia del apellido Valmás, muy frecuente, sobre todo, en dos hermosas islas de las Cícladas y en la región de Beocia. “Agradecemos mucho [la ayuda] y esperamos poder presenciar el mágico momento de la entrega y la recepción de la carta” a los hipotéticos descendientes del preso de Dachau, concluyen Stella y Diomidis Batakis.

Posdata: El campo de Dachau, situado cerca de Múnich, fue liberado por las tropas aliadas el 29 de abril de 1945. Albergó a 200.000 prisioneros, judíos y otros (gitanos, homosexuales, testigos de Jehová...) y, según cifras aproximadas, vio morir (o mejor dicho, mató) a más de 41.000 según los registros del propio campo, a los que hay que añadir una cifra indeterminada de víctimas del frío, el hambre o las enfermedades.

Grecia, que sufrió la ocupación del Ejército nazi entre 1941 y 1944, conmemora solemnemente cada año la memoria de horror del Holocausto y, aunque entre la derecha más extrema del país no faltan algunas voces claramente antisemitas —incluidos sonoros patinazos en ese sentido del actual ministro de Defensa y líder de ANEL—, recuerda solemne y oficialmente que el 90% de la población judía sefardí de Salónica, segunda ciudad del país, fue enviada a los campos de concentración y exterminio y masacrada en ellos. Cada año una discreta ceremonia en las vías de la estación de tren de la que partieron los vagones rumbo al exterminio recuerda con un manojo de rosas su ausencia.

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