Netanyahu vuelve a ser bienvenido en la Casa Blanca tras la era Obama
Trump invita al primer ministro israelí a visitarle en Washington en la primera oportunidad posible
Donald Trump intentó despejar la incertidumbre con la que fue inicialmente recibida su elección en Israel con una inmediata invitación al primer ministro Benjamín Netanyahu a visitarle en la Casa Blanca “en la primera ocasión posible”. El nuevo comandante en jefe de Estados Unidos, un país que aporta 38.000 millones de dólares en un programa de 10 años para garantizar la defensa israelí, había suscitado resquemores sobre su supuesta neutralidad en el conflicto de Oriente Próximo.
Sin apresurarse exageradamente –como el egipcio Abdelfatá al Sisi, cuyo país es el segundo receptor de ayuda militar norteamericana en la región con 1.300 millones de dólares anuales– el primer ministro felicitó a Trump y le calificó de “verdadero amigo de Israel”. Será el primer presidente republicano con el que coincidirá Netanyahu en sus casi 10 años como jefe de Gobierno. Su relación con el mandatario saliente, Barack Obama, ha sido todo menos fluida. Ahora confía en ser recibido con mayor asiduidad en la Casa Blanca en aras del “del vínculo de hierro” que, según su mensaje de felicitación, une ambos países con “valores, intereses y un destino compartidos”.
Pese a las sombras de aislacionismo generadas durante la campaña del candidato republicano, Netanyahu ha mantenido abierta una vía privilegiada de relación con Trump a través del magnate de los casinos Sheldon Adelson, promotor del fallido proyecto de juego Eurovegas cerca de Madrid, quien ha contribuido con grandes sumas la elección de Trump y respalda abiertamente también los intereses locales del líder del Likud. Adelson financia a fondo perdido la edición del diario gratuito Israel Hayon, sin duda el más favorable a la política del Gobierno entre toda la prensa del Estado hebreo.
Trump ha jugado además la baza del acercamiento a Israel mediante la presencia a lo largo de la campaña de las presidenciales de su yerno, el judío ortodoxo Jared Kushner. El ahora presidente electo legó incluso a prometer que, en contra de la política tradicional de Washington, trasladaría de Tel Aviv a Jerusalén la Embajada estadounidense, una medida rechazada por la mayor parte de la comunidad internacional, al implicar el reconocimiento de una capitalidad en disputa con los palestinos, que aspiran a que la parte oriental de la Ciudad Santa albergue algún día sus instituciones estatales.
Los sectores más nacionalistas del Gobierno de Netanyahu, aparentemente reforzados por el discurso radical y antiislámico del republicano, dan por hecho que la elección de Trump representaba el fin de la idea de un Estado palestino. Pero en Ramala el presidente Mahmud Abbas se hizo eco del supuesto halo de neutralidad que se ha atribuido al mandatario electo —y sobre todo de su impredecible talante–- para solicitarle que colabore en una solución negociada para impedir “la inestabilidad en la región”. “Estamos dispuesto a tratar con él sobre el establecimiento del Estado de Palestina dentro de las fronteras anteriores a 1967”, aseguró un portavoz de la Autoridad Palestina en un mensaje que aún no ha tenido respuesta.
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