Mariano al horno o una abstención mutualizada
¿Qué se merece Mariano Rajoy? A la vista del trasiego que se lleva este hombre desde que es presidente del Gobierno en funciones, esta es la pregunta que me hago respecto a la investidura. Está bastante claro qué es lo que nos merecemos los ciudadanos después de depositar nuestros votos por dos veces en muy poco tiempo: dos cosas quizás incompatibles, que no nos llamen de nuevo a las urnas y que se forme un gobierno que gobierne desde ya, con control parlamentario incluido, por supuesto, y de forma bien distinta a como ha gobernado Rajoy desde que llegó a La Moncloa en 2011.
La pregunta sobre los merecimientos se puede extender a todos los líderes y partidos, por supuesto, y me temo que si sometiéramos a votación qué es el lo que se merecen cada uno de ellos saldría un castigo para todos. Ya corre la consigna de que en caso de terceras elecciones todos los cabezas de lista de las cuatro primeras fuerzas en lizas deberían retirarse y dejar a otros que ocuparan sus puestos y responsabilidades. Parece incluso que el propio rey se lo pedirá en caso de que vayamos a las terceras y vergonzosas elecciones en diciembre.
En todo caso, Rajoy se lleva la palma. Su responsabilidad es mayor porque a él como presidente del Gobierno es a quien hay que pedirle cuentas por el deterioro del sistema parlamentario y de sus instituciones al que hemos llegado. El nombramiento frustrado de José Manuel Soria para un alto cargo del Banco Mundial parecía la gota que colmaba el vaso, cuando ha llegado la apertura de una causa por blanqueo de capitales a Rita Barberá --todavía con su escaño en el Senado--, demostraciones palpables de la escasa atención que presta Rajoy a los compromisos de lucha contra la corrupción contraídos con Rivera.
Todo lo que va mal puede empeorar, pero a Rajoy esto ni siquiera le perjudica, al contrario, le sitúa en posición de fuerza para exigir incondicionalidad a quienes tienen la obligación de apoyarle. Rajoy, a fin de cuentas, solo quiere “que le dejen gobernar”, algo de meridiana claridad en alguien acostumbrado a gobernar con mayoría absoluta. Lo que quiere el presidente del Gobierno en funciones es que le garanticen la investidura y luego ya se las ingeniará para seguir gobernando como ha hecho hasta ahora, es decir, desde el quietismo más pasmoso y evitando las interferencias de nadie.
Volvamos a la pregunta inicial sobre los merecimientos de Rajoy. No se merece seguir siendo presidente del Gobierno, sin duda. No se merece gobernar ni nosotros merecemos que nos siga gobernando, es cierto. Si Sánchez ha sido rechazado como candidato aspirante a la investidura en dos ocasiones, Rajoy lo ha sido como presidente del Gobierno ya probado y con balance. El Congreso ya se lo ha dicho, aunque sería bueno que recibiera el mensaje de forma más contundente todavía. Por ejemplo, que le quedara claro que si regresa al hemiciclo a buscar votos, incluso adoptando modos de corderito, saldría abrasado con menos votos todavía, es decir, sin los que le dieron o medio regalaron los diputados de Ciudadanos.
¿Merece el PP algo distinto de los que merece Rajoy? Rotundamente no, al menos mientras no sea capaz de rebelarse. Es decir, la primera minoría parlamentaria que es el PP solo merecería gobernar si fuera capaz de quitarse de encima a quien le ha gobernado con los resultados electorales, el inmovilismo y la incapacidad para cerrar pactos y acuerdos que se ha visto, pues por algo es la que más votos ha obtenido como formación en las últimas y penúltimas elecciones.
Vamos a la respuesta directa de la insidiosa pregunta. Votar no a Rajoy sin alternativa, como han propugnado hasta ahora Sánchez y también Iglesias, es la mejor forma de facilitar su investidura por cansancio, entre otras razones porque el PP sería el primer beneficiario de unas terceras elecciones, que perjudicarían probablemente a todas las otras fuerzas políticas y podrían acercar a Rajoy a la mayoría absoluta. Decir no a Rajoy, es una forma de decirle sí. Ya lo hizo Iglesias con su no a Sánchez, que ha permitido a Rajoy seguir gobernando hasta ahora mismo. Por eso hay muchas voces que empiezan a defender que el PP merece formar gobierno, pero en estricta minoría, es decir, gracias a la abstención de cuantos más diputados mejor y a ser posible todos.
Nada dejaría en una posición más débil a Rajoy que una investidura con 137 votos del PP y la abstención mutualizada del resto de la Cámara, que bien podría ir acompañada de una clara reprobación al presidente interino. Sería una buena forma de dejar que se cociera solo en su propia salsa y de gobernar mientras tanto desde el Parlamento.
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