Traiciones y sondeos torpedean la candidatura de Hollande a su sucesión
A ocho meses de las presidenciales, el presidente tiene tres meses para decidir si se presenta
A ocho meses de las presidenciales, la izquierda francesa aborda la precampaña en las peores condiciones de su reciente historia. En el gubernamental Partido Socialista (PS), las insidias son noticia día tras día, mientras su líder, el desgastado e impopular François Hollande, dice verse ahora “traicionado” por quienes le deben todo en la política, como el recién dimitido ministro Emmanuel Macron. Solo tiene tres meses para decidir si será candidato a su propia sucesión. Las dudas crecen en sus filas. Manuel Valls está listo para recoger el testigo.
“Su espacio se reduce a izquierda y derecha”, asegura Christian Paul, el líder del ala crítica de los socialistas. Su espacio y las encuestas. Tocó fondo en julio, cuando su popularidad se hundió hasta el 12%, según el sondeo TNS Sofres para Le Figaro.
A Hollande le ha estallado su estrategia en un inoportuno momento. Zarandeado por el ala crítica de su partido, en 2014 apostó por el reformista Valls como primer ministro y entregó la cartera de Economía al liberal Macron para sustituir al izquierdista Arnaud Montebourg. A medida que crecían las algaradas de los rebeldes (rupturas de la disciplina de voto en el Parlamento) y las provocaciones de los moderados (contra la izquierda tradicional o a favor de los empresarios), más se asentaba el presidente como el único capaz de aglutinar las corrientes.
Montebourg y Macron le han destrozado el plan. El primero, al declararse candidato a la Presidencia y pedir que Hollande no lo haga porque su reelección “no es deseable” tras un mandato que ha sido “un desperdicio” de “conformismo tecnocrático”. El segundo, no militante del PS, al materializar su deseo de volar solo, una aspiración obvia desde que en abril presentó su propio movimiento ¡En Marcha!
En julio, y tras el primer mitin de ¡En Marcha! en París, los medios franceses y extranjeros dieron por hecho que Macron se postulaba para llegar un día al Elíseo y dejaría pronto el Gobierno. Hollande no lo quiso ver. “Me debe todo. Es una cuestión de lealtad personal y política”, había dicho semanas antes.
Cuenta un colaborador de la alcaldesa de Lille, la rebelde Martine Aubry, que ella avisó a Hollande hace ocho meses: “Macron está organizando su vida. Se va a ir del Gobierno. No es la persona fiel que tú crees”. “Nooo”, respondió el presidente. “Hay confianza y lealtad entre nosotros”. No se cayó del caballo hasta el martes, cuando Macron fue al Elíseo a presentarle la dimisión. “Me ha traicionado con método”, confesó aquella noche ante un grupo de dirigentes socialistas. “Esta vez, no vio llegar el golpe”, comenta el colaborador de Aubry.
Hijos asesinando al padre. “Un gran clásico en el juego político”, recuerda la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. En Francia, el ejemplo más reciente se ha concretado entre Marine Le Pen y su padre, Jean-Marie Le Pen. Y años antes, entre Valery Giscard D’Estaing y Jacques Chirac o entre este y Nicolas Sarkozy. “Muerden la mano de quienes les han creado, promovido, alimentado”, señala el diputado socialista Philippe Martin.
Hollande medita si finalmente será o no de nuevo candidato. “No lo hará si ve claro que le va a derrotar un exprotegido”, cuenta un dirigente rebelde en referencia a Montebourg.
El aparato del partido confía en que Hollande acabe presentándose. Si finalmente tirase la toalla, Manuel Valls tendría más opciones para ser el candidato. Se basa en la fidelidad hasta el final. “Yo tengo un principio: la lealtad ante el presidente y ante los franceses. En este momento, uno no se puede ir, no se puede desertar”, ha afeado a Macron, su rival en los últimos meses.
Hasta esa salida está en peligro. Colaboradores de Valls dicen que “no quiere quemarse si la derrota está asegurada”. Quizás por eso ya se manejan otros nombres, como el de la ministra de Educación, Najat Vallaud-Belkacem. Nacida en Marruecos hace 39 años, Belkacem acaba de rechazar los decretos contra el burkini. Su candidatura haría las delicias de la derecha y la ultraderecha, empeñadas en centrar la campaña en la identidad francesa, el islam, el terrorismo y la migración, todo mezclado en una explosiva coctelera.
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