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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El gran guiñol cruza el río Bravo

Marc Bassets

Donald Trump siempre fue, además de un rico heredero y un promotor inmobiliario, un showman. Con su visita sorpresa el miércoles a México, país al que ha ofendido más que a ningún otro, Trump vuelve a exhibir su habilidad para los golpes de teatro.

Desde que su nombre empezó a ser conocido a finales de los años setenta, Trump supo que no bastaba con construir rascacielos para triunfar. Constructores hay miles en el mundo; constructores famosos, un puñado. En la hoguera de las vanidades que era el Manhattan de aquella época, hacía falta manipular los focos de la opinión pública. Las provocaciones, los romances con modelos, las polémicas le convirtieron en el rey de la prensa amarilla. Sin un talento natural para golpes de teatro Trump no sería Trump.

El magnate —actor en películas que van desde Sólo en casa 2 a Celebrity, de Woody Allen— perfeccionó el arte de la escena en la década pasada, con el reality show El aprendiz. Allí ejercía de maestro de ceremonias en un concurso en el que 16 aspirantes a empresario se disputaban su favor. Cada episodio concluía con él diciéndole a uno de los concursantes: You’re fired (estás despedido). Para millones de estadounidenses, Trump es tanto —o más— un actor que un constructor. Ambas funciones son indisociables.

Si a esto se añade la personalidad de su nuevo jefe de campaña, Steve Bannon, el resultado es un cóctel retorcido que combina mensajes extremistas con la capacidad de mantener la tensión dramática. Hasta que Trump lo nombró en el cargo hace dos semanas para enderezar la campaña, Bannon era el jefe de Breitbart News, el medio de referencia de la derecha más descarada. Bannon sabe construir relatos mediáticos, y sabe de golpes de teatro. Como Trump.

Una de las claves del éxito de Trump es que entretiene. Nadie, ni sus detractores más feroces, niega que un discurso de Trump es un espectáculo que mantiene a la audiencia galvanizada. Es un espectáculo porque casi nunca se sabe cuál será la próxima salida de tono, cuál el próximo insulto, quién el próximo ofendido. Sin suspense, y sin triples piruetas, no hay espectáculo. No hay campaña.

Con el viaje a México, Trump —el demagogo que en su carrera ha dejado un rastro de comentarios xenófobos, misóginos y racistas— quiere presentarse como el gran negociador. El diplomático hábil en el gran tablero mundial. El político flexible que combina el palo de construir un muro en la frontera con la zanahoria de las relaciones de buena vecindad.

En el gran guiñol de Donald Trump, la visita a Enrique Peña Nieto —el presidente de un país, México, de “violadores y criminales”, en sus propias palabras— es un nuevo ‘más difícil todavía'.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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