La policía belga recurre a psicólogos para superar el trauma del terrorismo
Más de 500 policías han recibido atención psicológica desde el 22-M El número de agentes que se han suicidado en lo que va de año iguala los de todo 2015
Un policía camina por el aeropuerto de Zaventem cuando una potente explosión convierte, en un segundo, un paisaje de maletas facturadas y pasajeros despidiéndose en un escenario de carreras y llanto más propio de una guerra. El agente apenas sufre unos rasguños y se centra en contener la hemorragia de su compañero, que ha perdido una pierna y al que posiblemente salva la vida. Es 22 de marzo y Bruselas ha sido doblemente atacada en el aeropuerto y el metro por terroristas suicidas. Más de 130 días después, el reloj vital del policía, prácticamente ileso en el atentado, sigue detenido. "Lleva sin trabajar desde el 22-M. Es incapaz de volver a Zaventem. Me dice que lo intenta pero cuando se acerca al edificio el estrés vuelve", cuenta Vincent Gilles, presidente del sindicato policial SLFP, que habló con el agente este jueves.
El ataque terrorista movilizó a miles de policías para atender a heridos, buscar terroristas ocultos o custodiar zonas donde se agolpaban decenas de cadáveres. La factura siguen pagándola hoy: 520 agentes que trabajaron durante los atentados han recibido atención psicológica por parte del denominado Stressteam de la policía belga, un equipo de 10 psicólogos y seis asistentes sociales que trata de mitigar los efectos del impacto mental que supone vivir algo así. Incluso cuando se trata de personas dedicadas diariamente a la persecución del crimen. "Antes se nos decía que no podíamos expresar dolor, pero ese era el contexto psicológico antiguo en la policía belga. Hemos tomado conciencia de que debemos hablar de nuestros traumas", explica Gilles.
Vania Ramírez, belga de origen chileno de 46 años, más de veinte en el equipo de psicólogos de la policía, escucha a esos hombres y mujeres que dejan el arma en la puerta para hablar como personas de esas invisibles fuerzas que actúan en el interior de la mente, a las que profesionales como ella engloban en el denominado estrés postraumático: "Enfrentarse a ese espanto provoca un impacto psicológico importante. Imágenes en la cabeza, pesadillas o recuerdos que vuelven en forma de flashbacks como si vivieran todo de nuevo".
En lo que va de año 11 policías belgas se han suicidado, los mismos que en todo 2015. A los números no les acompañan las causas de cada caso, por lo que no es posible vincular el dato al aumento de la presión sobre los agentes por la psicosis terrorista que vive el país. La tendencia apunta sin embargo a que el número de suicidios será el más alto de la última década en un colectivo que de por sí ya tiene cifras que doblan la media del país: en torno a veinte ciudadanos belgas por cada 100.000 habitantes se quita la vida cada año, un número similar al de los policías pese a que suman unos 50.000 agentes.
Los psicólogos se reúnen con ellos individual o colectivamente, según las necesidades. Con los más afectados hablan una vez a la semana; con los que padecen menos secuelas, una vez al mes. Contactan con agentes que vivieron los atentados pero no les han pedido ayuda por si estimaran necesario atenderles, y a veces son ellos los que se desplazan hasta el lugar de trabajo del policía. "Les permite poner palabras a las cosas que vieron, que son innombrables", comenta Ramírez. Las sesiones son intensas. Hay lágrimas y ciertas diferencias en la forma de reaccionar. "Las mujeres verbalizan sus sentimientos más fácilmente. Los hombres muestran más rabia".
Cuando un terrorista actúa, la estadística no recoge el número real de víctimas. "La angustia es tan fuerte que a veces se comportan ante su familia con ira y los hijos no reconocen al padre". La tentación de cambiar de trabajo es fuerte. "Se dicen: ¿cómo voy a poder enfrentarme otra vez a situaciones así? ¿cómo voy a ser capaz de seguir? Nuestro trabajo es hacer evolucionar ese pensamiento y darles herramientas para aprender a gestionar mejor esas emociones", señala Ramírez. Esos sentimientos no son exclusivos de la policía. Bomberos y militares también trabajaron en la escena de los atentados y tienen sus propios Stressteam.
Las heridas psicológicas van más allá de los agentes que fueron testigos de los atentados. La sensación de que nuevos ataques pueden producirse en cualquier momento hace que muchos policías se hayan contagiado de ese clima de terror generalizado y sufran secuelas indirectas que se unen al infierno mental de recuerdos grabados a fuego y noches en vela que viven muchos de los uniformados que recorren las calles de Bélgica. Mientras, las manecillas del reloj se resisten a abandonar aquel 22 de marzo.
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