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Georgia, un islote de estabilidad entre Rusia y Turquía

Las turbulencias en Turquía y el acercamiento entre Putin y Erdogan alertan a Georgia

Pilar Bonet
El presidente y el primer ministro georgianos en Vaziani (Georgia), el pasado 11 de mayo.
El presidente y el primer ministro georgianos en Vaziani (Georgia), el pasado 11 de mayo.DAVID MDZINARISHVILI (REUTERS)
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Situado entre Rusia y Turquía, el Estado caucásico de Georgia es hoy un “islote de estabilidad” en el corazón de un “entorno geográfico turbulento”. Tedo Jafaridze, el veterano diplomático que dirige el Comité de Relaciones Exteriores del parlamento de Georgia, describe así la situación que, hoy más que en el pasado, obliga a su país -3,5 millones de habitantes- a desplegar “racionalidad”, “cálculo” y “pragmatismo”.

El intento de golpe de Estado en Turquía y la represión posterior han abierto incertidumbres que pueden afectar a Georgia, entre ellas el eventual acercamiento entre los presidentes Recep Tayyip Erdogán y Vladímir Putin. Georgia, que firmó un acuerdo de asociación con la UE y aspira a convertirse en miembro de la OTAN, mantiene buenas relaciones con Turquía. Con Rusia, sin embargo, Tbilisi rompió sus relaciones diplomáticas formales en 2008 a consecuencia de la guerra en Osetia del Sur. Junto con Abjazia (en la costa del mar Negro), este territorio rechazó subordinarse a Tbilisi durante la desintegración de la URSS y se autoproclamó independiente de Georgia. Tras la guerra de 2008, Moscú reconoció a Osetia del Sur y Abjazia como Estados y estableció bases militares en ellos, lo que Georgia considera como una “ocupación”.

La reunión de Erdogán y Putin el 9 de agosto en San Petersburgo podría esbozar un nuevo entorno geoestratégica para Georgia, cuyos analistas están divididos sobre los efectos de un acercamiento de los dos grandes vecinos. En opinión de Jafaridze, es poco probable que Turquía salga de la OTAN o deteriore sustancialmente sus relaciones con EEUU y, por otra parte, el acercamiento entre Putin y Erdogán, si se produce, será limitado por razones de compatibilidad personal. En esta situación, dice, “debemos fortalecer a Georgia e institucionalizar la democracia para hacer que ésta no dependa de quien está en el poder”. Las elecciones parlamentarias que se celebran el 8 de octubre serán una importante pista para el futuro.

“Putin intentará que Erdogán eche a perder sus relaciones con Occidente”, afirma Peter Mamradze, ex jefe de gabinete presidencial de Georgia. Fue precisamente el presidente Eduard Shevardnadze quien en los años noventa firmó los acuerdos fronterizos que fijan la frontera actual entre Georgia y Turquía en los límites establecidos en 1921 por los acuerdos entre Turquía de Kemal Ataturk y las repúblicas de la URSS. A diferencia de Georgia, Armenia no ha ratificado aquellos acuerdos con Ankara y su frontera con Turquía permanece cerrada. El conflicto del Alto Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia, recrudecido en abril, y las crecientes tensiones internas entre distintos grupos en Armenia son parte de las turbulencias de la zona.

Desde el punto de vista político Georgia parece haberse estabilizado tras la victoria electoral de la coalición El Sueño de Georgia en octubre de 2012. El balance de la presidencia de Mikheil Saakashvili (2004-2013) incluye el uso del terror y la tortura (por el sistema judicial, policial y penitenciario) al servicio de los dirigentes y el desmembramiento territorial tras el ataque a Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur en agosto de 2008.

Pese a la inexistencia de relaciones diplomáticas, el clima entre Tbilisi y Moscú se ha calmado con la marcha de Saakashvili. El comercio bilateral se ha restablecido y el número de turistas rusos, que no necesitan visado para viajar a Georgia, se ha disparado (400.000 durante la primera mitad de este año, con un aumento del 12%).

Tbilisi avanza en su integración euroatlántica, pero los Estados occidentales no tienen prisa por completar el proceso, pese a que Georgia cumple de sobra las etapas hacia sus objetivos, afirma Jafaridze. Por intervención de Alemania, la UE ha retrasado hasta septiembre la supresión de los visados para los georgianos.

Inmediatamente después del golpe de Estado en Turquía, el primer ministro georgiano Giorgi Kvirikashvili viajó a Ankara donde se reunió con el presidente Erdogán. Kvirikashvili expresó su apoyo a la democracia y el pueblo turco y, durante su visita, Georgia y Turquía reafirmaron sus vínculos políticos y económicos, entre ellos la cooperación en el sector de la energía y los proyectos vinculados con el oleoducto de Bakú-Tbilisi-Ceiján y gaseoducto de Bakú-Tbilisi-Erzurum. Estas conducciones, vía Georgia, son clave para el tránsito de hidrocarburos, alternativo a Rusia, desde el mar Caspio al mercado europeo.

En Ankara, los dirigentes turcos expresaron a los georgianos sus aprensiones ante las escuelas del sistema de Fethullah Gulen que funcionan en Georgia desde la década de los noventa, siendo presidente Eduard Shevardnadze. El cónsul turco en la ciudad portuaria fronteriza de Batumi, Yasin Temizkan, llegó a decir que estas escuelas educan a generaciones al servicio del “terrorismo”. Posteriormente, el embajador Zeki Levent Gumruksu, quito hierro al asunto y afirmó que el cónsul había sido mal interpretado.

Turquía y Rusia son respectivamente el primero y el segundo socio comercial de Georgia y este país es también un destino apreciado por los turistas turcos, que llegan sobre todo a Batumi, localidad que en el pasado perteneció al imperio otomano. Es en ese centro turístico, desarrollado de forma caótica en época de Saakashvili, los turcos regentan negocios y compran apartamentos. Hoy, algunos georgianos perspicaces creen ver más visitantes turcos que de costumbre en Tbilisi, pero en opinión de Mamradze, no habrá una emigración masiva desde Turquía y, si la hubiera, Georgia difícilmente puede ser el destino, debido a su problemática situación económica. Turquía tiene deseos de ampliar su zona de influencia cultural a la zona, pero “Rusia no hará concesiones en el Cáucaso”, afirma Mamradze.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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