“El ‘Brexit’ plantea el riesgo de una balcanización de Europa”
Keneth Clarke, fervientemente europeísta y ministro con los tres últimos gobernantes tories, defiende que el referéndum solo ha exacerbado peligrosamente el debate
Diputado desde 1970, Kenneth Clarke es una de las personas que más tiempo ha estado en la primera línea de la política británica. Ministro de Finanzas, de Interior, de Justicia, de Educación, de Sanidad, sin cartera y lord Chancellor, en los Gobiernos de Thatcher, Major y Cameron, Clarke (West Bridgford, 1940) lo ha sido todo en los tres últimos Gobiernos conservadores. O casi todo. Disputó tres veces el liderazgo del partido, y las tres perdió. Según él, debido a una de sus más fuertes convicciones, que no casa con cierto sector de su partido: Clarke es, y ha sido siempre, un europeísta convencido. Hizo campaña por Europa en 1975 y ahora preside la agrupación de conservadores proeuropeos.
Pregunta. En el referéndum 1975 fue la izquierda la que se opuso al proyecto europeo y ahora la oposición está sobre todo en la derecha. ¿Por qué?
Respuesta. Siempre ha sido la extrema derecha y la extrema izquierda la que ha estado en contra de la UE, y el centro ha estado mayoritariamente a favor. En 1975 teníamos un bloque de extrema izquierda importante y ahora no. Aunque haya un grupo, sobre todo de jóvenes, que ha puesto a Jeremy Corbyn al frente del laborismo, no son representativos de la población general. El nacionalismo de derechas, en cambio, se ha vuelto muy poderoso en este país, y antes no lo era. Había conservadores en contra de la pertenencia a la UE en 1975, pero eran los viejos imperialistas. Lo que hay ahora es una derecha neocon de línea dura, que es el principal bloque antieuropeo.
P. ¿Se está centrando demasiado en el miedo la campaña por la permanencia?
R. No lo creo. ¿Qué significa irse? Tenemos la situación absurda de que ningún euroescéptico describe claramente lo que quiere decir con abandonar y, mientras tanto, desprecian cualquier advertencia tildándola de política del miedo. Su principal argumento es que somos un país tan importante, rico y poderoso, que todo el mundo nos dará lo que queremos. Mantendremos todas las ventajas de estar en la UE, pero sin obedecer las reglas ni pagar nuestra contribución. Es atractivo, pero no creo que sea realista.
P. ¿En qué medida el referéndum se puede convertir en un examen a la política de Cameron?
R. Personalmente, como la mayoría de los políticos de mi generación, no apruebo los referendos. Son una manera absurda de llevar un Estado moderno. Una pregunta tan importante y compleja no puede dejarse decidir por una votación en una fecha determinada elegida al azar. En los últimos tiempos los referendos se están arrastrando al centro de la política occidental. Pero mucha gente muy inteligente no tiene tiempo para seguir bien la política. Al final, depende de lo que hay en las noticias y de lo popular que es un Gobierno en las últimas semanas.
P. ¿Es difícil ser un europeísta convencido en el Partido Conservador?
R. Durante la mayor parte de mi carrera, mis ideas han sido las mayoritarias en el partido. Este era el partido proeuropeo. Recuerdo haber hecho campaña con Thatcher vestida con una camiseta con las banderas de todas las naciones de la unión. Fue en una reacción traumática a la última Thatcher, cuando el partido de repente se movió a la derecha nacionalista. Y los euroescépticos salieron de los márgenes. Me preocupa cómo demonios se va a organizar el Partido Conservador una vez se sepa el resultado, sea este el que sea. La teoría de que el referéndum calmaría las guerras tories europeas y nos permitiría a todos estar juntos era sencillamente una locura. Todo lo que ha hecho es exacerbar las divisiones.
P. ¿Le habría ido mejor a usted en el partido de haber sido un poco más euroescéptico?
R. Sin duda. Creo que habría sido líder del partido si hubiera sido más euroescéptico. ¿Pero qué sentido tiene ser primer ministro en una plataforma con la que no estás de acuerdo? Nunca pensé en hacer como Boris Johnson y fingir que soy un euroescéptico. Me llevo muy bien con muchos euroescépticos. Pero aquellos que lo apoyan por sumarse a la corriente, no tengo tiempo para ellos.
P. ¿Qué pasaría después del referéndum si gana el Brexit?
R. Si votamos por salir habría una situación sin precedentes: un Gobierno embarcado en una misión importantísima, a la que la inmensa mayoría de los diputados se opone.
P. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
R. No necesitábamos hacer esto para evitar que UKIP tuviera más votos en las generales. Ha sido un vano intento de acallar a mis más ruidosos compañeros en el Parlamento. El referéndum se hizo por gestión del partido y por terror a UKIP.
P. Parar a Nigel Farage puede salir muy caro a Europa…
R. Si Reino Unido se va de la UE, los otros países deberán tener mucho cuidado para evitar el riesgo de balcanización de Europa. Todo el mundo tiene grupos políticos populistas antieuropeos de derecha nacionalista o extrema izquierda. Son muy poderosos y recibirán un buen empujón si los británicos se van. Sería un desastre para la economía global, para la británica y, sobre todo, para la influencia política de todos los europeos en el mundo. Si retrocedemos a una balcanización del continente, nos resignamos a que se consume el movimiento que desvía poder de nuestro continente hacia los nuevos poderes. Las dos personas que deben de estar más encantadas si Reino Unido se va son madamme Le Pen y el presidente Putin.
P. ¿Si gana la permanencia, el asunto quedará cerrado?
R. No. Los referendos no cierran nada. Lo único que hacen es excitar las emociones. El escocés se suponía que iba a cerrar el tema y la única pregunta ahora es cuándo es el siguiente. Lo que hizo fue aumentar la posibilidad de la independencia escocesa, no reducirla. Recuerdo que en el referéndum de 1975, convocado por Harold Wilson también por razones de gestión de partido, en ese caso el laborista, me decían que aquello zanjaría el tema. Pero a los seis meses, la gente que lo pedía volvió a pedir que abandonáramos la Comunidad Europea. Inventaron el mito de que el pueblo había sido traicionado porque les dijeron que era un acuerdo comercial y no político, cuando todo el debate en 1975 fue sobre la pérdida de soberanía. Y Harold no salvó su partido. Acabó dividido porque la campaña del referéndum hizo lo que está haciendo al Partido Conservador ahora. Exacerbó las diferencias políticas, tanto que nunca pudieron volver a reconstruir el partido. Los socialdemócratas se fueron y el Partido Laborista no volvió a ganar una elección general en más de 20 años. Así que como herramienta de gestión de partidos es, en mi opinión, bastante inútil. Como conservador espero que el partido no vaya más lejos de lo que ya ha ido.
Stefanie Bolzen es periodista en el diario Die Welt. Esta entrevista se realiza en el marco de la Alianza de Periódicos Líderes en Europa (LENA, por sus siglas en inglés)
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