Dos días de junio
El referéndum británico y las elecciones españolas, prueba para Europa y el populismo
Las élites europeas contienen el aliento, desde Berlín a Madrid, pasando por Bruselas. El populismo acaricia un doble triunfo, en el Reino Unido y en España. El pánico financiero ya está desatado y la siempre plácida y sensata Inglaterra asiste atónita al asesinato, brutal ataque a la democracia, de una diputada laborista, defensora de los inmigrantes, que conmociona una campaña polarizada convertida en un plebiscito sobre la inmigración.
Todo se juega en dos días de junio separados por las hogueras veraniegas de San Juan. Primero, el 23, con el referéndum del Reino Unido para decidir su permanencia o abandono de la UE, y el domingo 26, las elecciones generales en España. En Gran Bretaña, los últimos sondeos predicen un triunfo del Brexit por 7 puntos. ¿Será la tea encendida arrojada sobre el proyecto europeo, que vive su peor momento histórico, gripado por su ineptitud manifiesta para recuperar un crecimiento económico con empleos decentes, o gestionar la crisis de los migrantes?
El populismo euroescéptico xenófobo lograría nuevas cotas políticas. En España, la amalgama de las izquierdas populistas e independentistas ve posible acabar con el PSOE, y certificar la derrota de la socialdemocracia europea. El movimiento tectónico es mundial: Trump es la demostración en EE UU.
Triunfa la insurgencia contra las élites, a quienes se culpa del aumento de la desigualdad y de trucar a su favor el sistema político. En Inglaterra, el Brexit supondría el suicidio de una clase política que acude, equivocadamente, a la democracia directa para un binario sí o no, sin cuota mínima de participación o sin definir el porcentaje razonable para ganar; se encomienda al referéndum para resolver una cuestión compleja y existencial. Cameron, por motivos exclusivos de política interna de su partido, tuvo una ocurrencia y puede pagarla muy caro. Los laboristas, más preocupados por acabar con Cameron, coadyuvan al suicidio.
La campaña del Remain (permanecer) ha equivocado el tiro al abusar de la baza del miedo: la catástrofe económica, la caída de la libra, el aumento del paro, nuevos recortes de gasto público social por valor de 38.000 millones de euros, el aislamiento internacional. Este miedo, fronterizo con el pánico, alimenta el Brexit. Solo utiliza argumentos puramente utilitarios: lo que conviene a la City, al mercado inmobiliario, a las empresas. Nunca el queremos seguir en Europa, porque nos sentimos europeos y deseamos compartir unos valores y un destino comunes.
Los partidarios del Leave (abandonar la UE) responden que en la vida ¡no solo es la economía, estúpido! Y ofrecen la nostalgia de la Inglaterra imperial. Queremos que nos devuelvan nuestro país, Recuperemos el control. Un llamamiento a las emociones, a los instintos, que siguen siendo aislacionistas. La simpleza del pensamiento mágico para lograr lo imposible. Un país sin inmigrantes. Un país soberano. La fórmula de Churchill: “Estamos en Europa, pero no somos Europa.”
El escritor y biógrafo francés André Maurois, buen conocedor de Gran Bretaña, en su atractiva Historia de Inglaterra, editorial Surco, escrita en 1937, advirtió de lo que ocurriría. “Los tiempos nuevos ya no permiten un espléndido aislamiento. En adelante, las naciones de Occidente, o bien trabajarán colectivamente, o separadamente perecerán.”
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