La elección por usos y costumbres en México, un oasis de soberanía indígena
Como parte de los comicios de este domingo, en dos Estados se elegirán a los jefes de comunidad por usos y costumbres. Un experto explica este régimen
Este domingo, 12 Estados de México elegirán a un nuevo Gobernador y la capital votará por una Asamblea constituyente. La elección será organizada por las autoridades electorales de cada entidad y la federal, excepto en un caso particular: la elección por usos y costumbres, que se llevará a cabo en 417 comunidades de Oaxaca y 94 de Tlaxcala. Allí, la población designa y elige a sus jefes de comunidad y ninguna autoridad mete las manos en el proceso, sólo apoya como observador.
Este tipo de elección también se practica en municipios de otros Estados, como Cherán, en el efervescente Michoacán, o de una forma más amplia en los ‘Caracoles’ de Chiapas, un sistema de autogobierno en el que los ciudadanos ejercen el poder de una forma horizontal. Pero la entidad más importante para esta clase de votación es la sureña Oaxaca, que concentra el mayor número de comunidades regidas bajo este sistema.
El sociólogo Moisés Bailón, experto en el tema de los derechos indígenas y uno de los principales promotores de las reformas electorales que en la década de los 90 reconocieron este tipo de elección, relata su contexto histórico y su proceso actual en su Estado natal.
“El estado de Oaxaca es muy particular, único en términos del sistema porque es donde más funciona esto, relacionado con el resto del país. Esto tiene que ver con las causas históricas del Estado, desde la llegada de los españoles es una zona densamente poblada por indígenas, la conquista allí no se dio con tanta violencia, incluso algunos grupos de la sierra norte, como los mixes, dicen que nunca fueron conquistados”, cuenta el investigador a EL PAÍS.
En 1921 Oaxaca emitió la primera constitución estatal del país que era acorde con la federal, integrando el concepto de municipios libres. El Estado tiene más del 23% de los municipios de México, que ascienden a 2.440 más las 16 delegaciones políticas de la capital, señala Bailón Corres. Todos los pueblos querían autonomía completa, así que las agencias municipales fueron integradas a los municipios, y aunque la ley dice que el ayuntamiento nombrará cada año a las autoridades, en la práctica los nombraban los pobladores por usos y costumbres.
Desde 1929, México tuvo un gobierno hegemónico en manos del Partido Revolucionario Institucional, un poder mucho más pronunciado a nivel municipal. En Oaxaca, el PRI ganó por décadas las elecciones porque no había oposición, pero había disputas internas por la selección de candidatos, que también se definía por el sistema de usos y costumbres pero de facto, “el PRI respetaba esas formas de los pueblos y simplemente apuntaban quiénes eran”, precisa el experto.
La primera oposición política apareció en los años 60, y gracias a una reforma ésta gana en 1980 el municipio de Juchitán, cuna del reconocido artista internacional Francisco Toledo. El PRI escondía esto, respetaba la decisión de las comunidades pero la registraba como suya. En 1994 vino el movimiento zapatista en Chiapas, que peleó por los derechos políticos de todos los grupos indígenas; una reforma posterior desenmascaró al PRI, que terminó por reconocer este sistema, que ya operaba en los hechos. “Se dio un salto muy importante, no fue una concesión del Gobierno a los pueblos, fue un reconocimiento de los pueblos a elegir por usos y costumbres”, puntualizó el investigador del Centro Nacional de Derechos Humanos.
El proceso para elegir un jefe de comunidad, con algunas variantes, el siguiente: se propone como candidatos a personas que ya ocupen algún cargo o comisión dentro del pueblo y se someten a votación entre los habitantes. Regularmente se desarrolla en las plazas públicas o en un corredor, y allí mismo los eligen, a diferencia de la elección institucional, en la que los votos se recogen y se cuentan posteriormente. Algunas votaciones son a mano alzada con ayuda de escrutadores; en otras hacen fila por cada candidato; en otras por urnas, o anotados en un pizarrón. “A veces las asambleas son mayoritariamente de mujeres, porque los hombres han migrado a Estados Unidos”, menciona Bailón sobre un fenómeno común en Oaxaca: pueblos ‘fantasma’ en los que ha migrado casi toda la población, o se quedan las mujeres, los niños y los ancianos.
Una vez elegida la autoridad, le toman posesión y las actas se entregan a la autoridad electoral, que durante el proceso sólo participó como observadora. Con ello, explica el investigador oaxaqueño, las comunidades indígenas evitan que los partidos se involucren en el proceso, y los únicos conflictos ocurren entre los mismos pobladores, generalmente por límites territoriales. “Yo me peleo con los de aquí pero prefiero eso, son los de aquí. Hay conflicto en unos 80 municipios, pero eso es bueno porque se les da voz a las agencias, las mujeres, las iglesias, el que haya conflicto no quiere decir que está mal el sistema, lo ideal es que no haya violencia pero se está moviendo el municipio”, argumenta el experto.
Este domingo ocurrirá en Tlaxcala y Oaxaca, pero la elección por usos y costumbres no siempre ocurre en las mismas fechas que la institucional: a veces se aprovecha alguna fiesta del pueblo para convocar a la población, por ejemplo. Algunas voces opositoras la califican como retrógrada, pero Moisés Bailón la defiende con cifras: en 21 años desde su reconocimiento, sólo un municipio ha solicitado su cambio al sistema de partidos, que es San Andrés Cabecera Nueva. “Lo interesante es preguntarle a las autoridades de Oaxaca, si no se han cambiado es que están bien con ese sistema”, sentencia. “La gente busca tener su propia identidad en un mundo globalizado”.
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