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PENSÁNDOLO BIEN...
Columna
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Linchamiento de Andrea

El caso de la periodista acosada sexualmente muestra la impunidad ante los ataques

Jorge Zepeda Patterson

El ocho de marzo un hombre levantó el vestido de Andrea Noel y le bajó su ropa interior en una acera de una colonia residencial de Ciudad de México, a plena luz del día. Luego corrió, dejándola en el piso. La víctima, coordinadora editorial del portal de noticias estadounidense Vice News, consiguió el vídeo de una cámara de seguridad de un edificio adyacente, y lo colgó en sus redes sociales. Horas más tarde acudió al ministerio público para levantar una denuncia, lo cual logró pese a la resistencia y mofa de los empleados de la institución.

Parecía un caso más de una infamia captada in fraganti en virtud de las nuevas tecnologías, y la posibilidad de que un villano pagara por su ofensa gracias al valor civil de una ciudadana. Lo que no sabíamos es que la infamia apenas estaba por llegar.

El vídeo de Andrea Noel, una hermosa y espigada rubia con excelente español pese a su procedencia norteamericana, se hizo viral. Las primeras reacciones fueron de solidaridad e indignación ante el ataque gratuito y absurdo. Pero en los siguientes días, un extraño fenómeno de mutación en las redes sociales terminó convirtiendo el caso en un linchamiento en contra de la mujer.

Primero fueron los reclamos por vestir una falda que dejaba al desnudo sus piernas largas. Luego las expresiones de xenofobia: “Si no te gusta este país, regrésate al tuyo”. Posteriormente, las acusaciones de “feminazi”. Algunos medios periodísticos, cercanos a la autoridad, la acusaron de protagonismo malsano y sugirieron, incluso, que todo el incidente podía haber sido un montaje para buscar notoriedad. En las últimas horas ha recibido miles de amenazas de muerte y de violación, y visitas hostiles fuera de su casa. Alguien se ha tomado la molestia de ubicar su posición y hacerla pública por GPS. El martes, mientras trabaja en su escritorio ante una ventana, descubrió un punto rojo sobre su cabeza, un láser que le apuntaba desde un auto de lujo estacionado en la calle.

En realidad, la postura de Noel fue notablemente prudente. A lo largo de las entrevistas ella ha reiterado su pasión por México y su deseo de seguir viviendo en este país. Una y otra vez insistió en que ponía una denuncia porque creía en las instituciones y su respeto a los derechos humanos; el incidente era el reflejo de las muchas agresiones que una mujer padece de parte de una minoría de hombres que abusa de la impunidad y la indiferencia, y convierte los espacios públicos en un territorio hostil para todas ellas. Aseguró que no era la primera ni la más grave de estas agresiones que sufría, pero consideraba que la violación sistemática de derechos humanos y, en última instancia, de los feminicidios, comenzaba por la absoluta impunidad de estos ataques a las mujeres (el 48% de las capitalinas asegura haber sufrido alguna agresión en un espacio público; alrededor de siete mujeres al día son asesinadas en México).

Difícil explicar la virulencia de la que ha sido objeto la periodista estadounidense. O quizá simplemente nos resulta difícil reconocer y asimilar la existencia de este odio de género cuando lo vemos reaccionar en forma tan palpable, tan brutal y tan virulenta cuando se le exhibe. La postmodernidad y la misoginia tan viva como siempre; o el uso de tuits en lugar de piedras para lapidar a una mujer.

“Jamás imaginé que por levantar una denuncia recibiría tales ataques de tantos y tantos”, dijo ella en una reciente entrevista. “Quizá sea una minoría pero no es una minoría menor. Es suficientemente pronunciada para dejarte pensar de cómo está la realidad del país”. Y a nosotros con ella.

@jorgezepedap

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