Los toros deslucen la vuelta de José Tomás a La Monumental de México
Joselito Adame se consagra como figura con una buena actuación en el sexto
Faltó casta y faltó emoción. El juego de los toros de Fernando de la Mora y el sobrero de Xajay terminaron por desesperar a un público que llenó la plaza más grande del mundo como pocos recordaban. El festejo comenzó con un cuarto de hora de retraso para poner cierto orden en el tendido. La primera conexión emotiva entre público y albero llegó tan pronto como José Tomás puso un pie en el mismo. Después, una vez cruzó la plaza, le hicieron salir a saludar. Enfundado en un terno rosa y oro, quizá más delgado que nunca, José Tomás abrió plaza con Bellotero, de Los Encinos. Saludó con verónicas y remató con una media en el centro del ruedo. Tras una lidia llena de mimo el toro llegó a ła muleta con las fuerzas medidas. Se fue directo a łos medios y tras ver que el toro necesitaba más temple que sometimiento dio dos tandas de naturales como solo él sabe. Lo intentó por el derecho, tragando parones sin mover las zapatillas. Muy técnico, volvió al izquierdo. Cuando daba la sensación de que el toro no merecía mayor esfuerzo, ni dejarse rozar la taleguilla como estaba haciendo, resultó prendido tras una colada. En el suelo llegó el drama, la cuadrilla intentando zafar al toro de la presa, el torero a merced del toro y la taleguilla rota por el glúteo derecho.
Sin mirarse, volvió al pitón izquierdo. Tres naturales y un farol abrochado con pase de pecho pusieron la plaza en pie. A la siguiente tanda se repitió la tensión. Otra colada, otra vez al suelo y esta vez con los pitones rozando la cara. La hombrera sirvió de parapeto de una primera embestida. La segunda quedó en un varetazo en el cuello. Se pasaba de rozar la perfección del toreo al drama en cuestión de segundos. Tras unos ayudados por bajo para llevarse el toro al tercio se fue detrás de la espada, despacito, dejándose ver. El público le premió con una oreja.
El país más taurino de América tiene un torero que cada vez está más cerca de ser figura a ambos lados del Atlántico
En el tercero, de Fernando de la Mora, se vio una dimensión de torero totalmente distinta. Más técnico y profundo, menos para la galería y más para ganarle la partida al toro. Estuvo mandón el diestro de Galapagar. A base de temple sacó hasta ocho derechazos sin perder pasos. José Tomás mantenía la figura compuesta sin importar que el toro, bronco, saliera del embroque con la cara alta y medio buscando presa. A mitad de faena se echó la muleta a la izquierda. Solo hubo tandas de tres pases y parón para volver a encelar al toro. Adornó la faena con molinetes cuando el toro comenzaba a dar síntomas de rajarse. El mal uso del estoque le privó de un premio mayor. Todo quedó en saludos desde el tercio.
La tarde iba a la deriva a medida que los toros iban decepcionando. Adame hizo lo que pudo con segundo y cuarto. Cuando llegó el quinto, la plaza comenzó a protestar una plaza viva, caliente, ávida de casta para poder deleitarse en la tarde más esperada en mucho tiempo. El presidente accedió al cambio. Salió el sobrero, de Xajay, de presencia justa y acrecentó la ira. Solo unas chicuelinas ajustadísimas aplacaron la jauría del embudo de Insurgentes. José Tomás, seguramente dolorido por la paliza recibida en el primer toro y desilusionado por el cariz que estaba tomando un festejo en el que él era el motivo principal, se limitó a mostrar la condición de astado y abrevió andando por la cara, un recurso que supo ejecutar con técnica y hasta cierta estética, pero raro y apenas visto a lo largo de su carrera.
Ficha
Monumental Plaza México. 16ª de la Temporada Grande. Lleno de no hay billetes. Toros de Los Encinos (1º, 4º y 6º) y Fernando de la Mora, en general flojos y deslucidos. El tercero se rajó al final de la faena, el quinto bis apenas tuvo faena. Un sobrero de Xajay (5º), deslucido José Tomás: oreja, ovación tras aviso y silencio tras aviso
Joselito Adame: ovación tras aviso, silencio y dos orejas.
Para México la buena noticia de la tarde llegó en el sexto. El país más taurino de América tiene un torero que cada vez está más cerca de ser figura a ambos lados del Atlántico. Joselito Adame corroboró el excelente momento que vive en el toro que cerraba el festejo. En el cuarto estuvo encimista, quizá en exceso, pero demostró que viene con hambre. De su segundo cabe destacar el recibo con verónica a pies juntos.
No hubo ni un atisbo de competencia feroz entre el torero de otra dimensión y el mexicano que llama a las puertas del templo de los elegidos. No hubo pique en quites, José Tomás rehusó su derecho a replicar en el sexto. Inmerso en su mundo, agradeció el brindis de Adame y no quiso robarle un pase en su escalada a las posiciones más altas del torero. El hibrocálido tiene valor, personalidad y empaque como para comenzar a tener impronta propia. Alguien que le quiera de verdad debería esconderle la videoteca con las obras completas de “El Juli”. El parecido es más que razonable, desde la forma de andar por la plaza, los desplantes, el modo de plantear las faenas, o los gestos al salir de la cara del toro, a las zapopinas para calentar la plaza. Es bueno tener un espejo, no tanto dar sensación de ser el mismo torero si se quita la cabeza en cualquier foto.
José Tomás, mito del toreo, mantiene viva su aura. No pierde crédito, queda intacto su misterio, pero sí se ha hecho un poquito más mortal.
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