HRW critica el uso del terrorismo y la crisis migratoria para imponer una “política del miedo”
La ONG considera “despreciable” la confiscación de bienes a refugiados de Dinamarca, Suiza o Alemania
El miedo nunca ha sido buen compañero de los derechos humanos. Y la creciente sensación de inseguridad provocada por los recientes ataques terroristas en Europa y una ola migratoria no vista en el viejo continente desde la II Guerra Mundial están siendo aprovechados para imponer una “política del miedo” y mermar los derechos fundamentales, tanto de los recién llegados como de los autóctonos. Esta es una de las conclusiones del Informe Mundial 2016 de la organización Human Rights Watch (HRW), hecho público este miércoles en Estambul.
“El miedo a ataques terroristas y a los flujos masivos de refugiados están llevando a muchos gobiernos occidentales a reducir la protección de los derechos humanos. Estos pasos hacia atrás amenazan los derechos sin que se haya demostrado su efectividad a la hora de proteger a la gente normal”, denunció el director ejecutivo de HRW, Kenneth Roth.
Estas dos cuestiones, que centraron buena parte de las discusiones internacionales en 2015, han provocado un incremento de la islamofobia en Occidente, algo que, según Roth, es precisamente “lo que busca el ISIS [Estado Islámico] para reclutar”. El director de HRW subrayó que es “bastante improbable” que esta primera generación de refugiados participe en actividades delictivas, pero el rechazo social, la falta de oportunidades educativas y laborales o el maltrato por parte de las autoridades sí que pueden llevar a una “radicalización” de la siguiente generación, los hijos de quienes hoy llegan a Europa y Norteamérica huyendo de los conflictos de Oriente Próximo. En este sentido, Roth consideró “despreciable” la aprobación de medidas que permiten la confiscación de bienes de los refugiados en países como Dinamarca, Suiza o Alemania. “¿De verdad que un país rico como Dinamarca tiene que privar a esta pobre gente de lo poco que les queda para costear los servicios sociales? —se preguntó Roth—. Si de verdad quisiese que pagasen, les garantizaría oportunidades laborales para que pudiesen cotizar y pagar impuestos. Parece que se trata de un acto de venganza y una señal para que no lleguen más refugiados”.
Otro peligro del que alerta HRW es la “obsesión” por los métodos de vigilancia masiva como modo de luchar contra la amenaza de atentados terroristas del ISIS u otras organizaciones yihadistas. “En varios de los recientes ataques en Europa, los autores eran personas conocidas por las fuerzas de seguridad, pero la policía estaba sobrepasada por la cantidad de información. Esto demuestra que lo más necesario es enfocar bien la vigilancia y no el espionaje masivo e intrusivo”, sostuvo Roth, subrayando además lo equivocado que resulta el énfasis que han puesto algunos políticos europeos en señalar a los refugiados como posible amenaza terrorista.
La organización de derechos humanos observa con suspicacia el reciente pacto entre la UE y Turquía para contener el flujo migratorio en origen. “Si los 3.000 millones prometidos por la Unión Europea se destinan a mejorar las condiciones de vida de los refugiados, entonces podría ser positivo, porque la mayoría de los sirios prefieren quedarse cerca de su país ya que su intención es regresar si termina la guerra”, explicó Roth: “Pero si lo único que se pretende es que Turquía cierre sus fronteras con Siria o devuelva a los refugiados, entonces el Gobierno turco debería negarse a ello”. Emma Sinclair-Webb, representante de HRW en Turquía, además advirtió de que resultaría nefasto que, a cambio de ayudar a la UE en la crisis migratoria, Bruselas mirase hacia otro lado respecto a las violaciones de derechos humanos en un momento en que los líderes turcos “están tratando de inculcar el miedo a sus oponentes” a través de la detención de periodistas y académicos, de la mano dura utilizada contra los kurdos en el sudeste del país y la “erosión del marco democrático”.
Tal y como hace con Turquía, HRW critica en su informe a diversos países —empezando por Rusia y China— en los que las autoridades reprimieron duramente a organizaciones de la sociedad civil durante 2015, “un síntoma del propio miedo de los gobiernos”. “Los gobiernos autoritarios se han vuelto temerosos de las organizaciones cívicas pues las redes sociales ahora permiten movilizar fácilmente a la gente para demandar sus derechos”, dijo Roth.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.