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Los atentados del ISIS en el Sinaí lastran la exportación de gas egipcio

Cinco policías mueren en un nuevo ataque en la zona

Personal sanitario y policías, frente al hotel atacado en noviembre en el Sinaí.
Personal sanitario y policías, frente al hotel atacado en noviembre en el Sinaí.AFP

Ya son más de 30 los ataques orquestados por el Estado Islámico (ISIS) contra el gasoducto del Sinaí inaugurado en 2003 por el expresidente egipcio Hosni Mubarak y el rey Abdalá II de Jordania. El último ha ocurrido este jueves en Al Arish, la ciudad egipcia de la que parten los 255 kilómetros de tubería que la unen con el puerto jordano de Aqaba. El atentado, en el que han muerto cinco policías, evidencia la situación de Egipto, que ha pasado de ser el principal exportador de gas hacia sus vecinos a lidiar con recortes domésticos de energía y tener que buscar nuevos canales de importación en Rusia y Noruega. Con este panorama, Israel que importaba de Egipto el 40% del gas que consumía y Jordania, dependiente de esa fuente en un 90%, han comenzado a buscar alternativas.

En lo que va de año, las operaciones militares egipcias en el Sinaí han terminado con más de 40 miembros del ISIS muertos y algunos de sus principales cabecillas detenidos pero, por el momento, Egipto parece incapaz de mantener sin interrupción el suministro hacia Israel y Jordania. “Ni una gota de gas llegará a Jordania sin el permiso del califato”. De esta forma se atribuía Ansar Beit al Maqdis -la rama egipcia del ISIS- la autoría del ataque que hace diez días destruyó una sección del llamado Gasoducto Árabe cerca de Al Midan, al norte del Sinaí. Los sabotajes del ISIS contra la tubería que lleva el gas egipcio a través de la península del Sinaí a Israel, Jordania y Siria se han convertido en una constante desde la caída del presidente Hosni Mubarak.

Precisamente los cortes de suministro forzados por las acciones terroristas provocaron en 2012 una de las mayores crisis entre Israel y Egipto, un conflicto que todavía no ha encontrado solución. En abril de ese año y tras una larga lista de atentados contra el gasoducto del norte del Sinaí, Egipto decidió cancelar el acuerdo firmado con Israel en 2005 y por el que el país del Nilo debería suministrar gas a los israelíes durante los próximos 20 años.

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La empresa que construyó y operó la tubería entre 2008 y 2011, la East Mediterranean Gas Company, denunció en nombre de la Compañía de Electricidad de Israel a las empresas estatales egipcias de petróleo y gas EGPC y EGAS ante la Cámara de Comercio Internacional. El arbitraje duró tres años y finalmente, el pasado mes de diciembre el organismo con sede en París le dio la razón a Israel.

Los continuos ataques del ISIS hicieron que al final Egipto fuese condenado a pagar a Israel unos 1.600 millones de euros como compensación por los cortes de suministro sufridos. Una cifra muy inferior a los casi 4.000 millones de euros reclamados por la compañía hebrea abocada a buscar otros proveedores y a afrontar unos costes un 30% más elevados.

Pero la crisis desatada por el ISIS no queda ahí. El Ministerio de Petróleo de Egipto congeló todas las negociaciones sobre importación de gas de Israel hasta que se resuelva el recurso que presentarán, previsiblemente, en los próximos 15 días. “Según los acuerdos firmados la Cámara de Comercio Internacional carece de jurisdicción para resolver este litigio”, asegura Mohamed Shoeb, vicedirector de EGAS. Y aquí es donde la actitud egipcia da de nuevo al traste con los planes israelíes.

Diplomacia del gas

Como parte de su política de expansión en el mundo de los hidrocarburos y su aspiración de convertirse en una potencia regional, el Gobierno de Benjamín Netanyahu elaboró un controvertido plan para desarrollar las reservas de gas de Israel.

En ese contexto, Unión Fenosa y la británica BG Group firmaron varios preacuerdos en 2014 para importar los hidrocarburos israelíes hasta sus instalaciones en Egipto. Concretamente 9,5 billones de metros cúbicos anuales una vez que el campo de gas israelí Leviathan esté a pleno rendimiento en 2019. Pero el anuncio por parte de la italiana ENI del descubrimiento frente a las costas egipcias de Zohr de la mayor reserva de gas jamás encontrada en el Mediterráneo parece que terminará definitivamente con las aspiraciones israelíes de vender su gas a Egipto.

De confirmarse lo anunciado por ENI en septiembre del año pasado, los 0,85 trillones de metros cúbicos de gas que se estima que tiene Zohr serían más que suficientes para suplir las necesidades internas de Egipto e incluso volver a postularse como exportador. Algo que ha llevado a Israel a intentar acelerar el desarrollo de Leviathan.

La explotación de este campo de gas, en manos de la norteamericana Noble Energy y las israelíes Delek, Avner y Ratio, ha sido otro quebradero de cabeza para el Gobierno de Netanyahu. A pesar de la oposición de una parte de la sociedad hebrea, dejó su explotación en manos del consorcio estadounidense-israelí vigilado muy de cerca por la Autoridad de la Competencia israelí. Una polémica iniciativa que le costó el puesto al titular de Economía, Arye Deri.

La premura por desarrollar Leviathan para posicionarse en el nuevo tablero y no perder otros mercados como el turco o el jordano están detrás de tan impopular decisión. Aunque las dificultades técnicas y políticas para hacer llegar el gas a Turquía dejan a Jordania prácticamente como la única opción real a corto plazo para Israel.

Recientemente, a la luz del memorando firmado en 2014 entre ambos países, se han puesto en marcha varios comités técnicos conjuntos para desarrollar la cooperación en materia de gas. Pero la tensión generada en Jordania por la reciente ola de violencia entre palestinos e israelíes y los continuos ataques del ISIS en el Sinaí no parece que vayan a dejar prosperar, de momento, la diplomacia del gas impulsada por Netanyahu.

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