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“El apego al modelo chavista se está rompiendo”

La historiadora dice que en Venezuela se ha ido acumulando un descontento que se expresará el domingo mediante el voto de castigo

La historiadora venezolana Margarita López Maya
La historiadora venezolana Margarita López Mayacortesía diario Tal Cual

Alrededor del nombre de Margarita López Maya hay un consenso generalizado en este país dividido: su mirada lúcida sobre el origen del proceso bolivariano y su deriva. López Maya simpatizó con el proyecto liderado por Hugo Chávez hasta que en 2007 el difunto líder planteó una reforma de la Constitución para garantizarse la reelección continua y para modificar la propuesta de país esbozada en la Constitución de 1999. Historiadora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), doctora en Ciencias Sociales por la misma casa de estudios, es profesora jubilada del Centro de Estudios del Desarrollo de la UCV y articulista en la prensa local.

Pregunta. Las encuestas en Venezuela auguran un triunfo de la oposición. Si eso sucede, ¿sería una consecuencia del voto castigo o la manifestación de que el modelo chavista ya se ha agotado?

Respuesta. Es muy difícil identificar si el voto responde a una razón u otra. Tengo la impresión de que se ha ido acumulando un descontento que se expresará el domingo mediante el voto castigo. No es un asunto nuevo en la política venezolana. Después de las revueltas populares de febrero de 1989 contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez (conocidas como el Caracazo), la gente “castigó” al entonces partido gobernante, Acción Democrática, por los malos resultados de su política económica. Algo similar le ocurrió al presidente Hugo Chávez en 2007 cuando sometió a referéndum la reforma de la constitución. El país tampoco atravesaba entonces por una buena situación económica. Estas elecciones, que elegirán a miembros de la asamblea, tendrán, sin embargo, una motivación plebiscitaria. Se votará o por la continuación o no del modelo imperante en los últimos. Es la repetición en cierto modo de los 19 procesos anteriores. En Venezuela pareciera importar poco el nombre del aspirante sino el modelo que defiende.

P. ¿Por qué el chavismo sigue teniendo una intención de voto tan alta?

R. Porque es la respuesta a la lógica plebiscitaria que se ha ido creando en todos estos años. En esos países que mencionas no está en juego un cambio de sistema como en Venezuela y por eso el presidente puede seguir en el poder con esos niveles de aprobación. Pero el chavismo es, por encima de todo, la expresión de una identidad que aglutina a las personas agradecidas por los dividendos que han recibido en todos estos años: viviendas, becas, un servicio de atención médica primaria en los sectores populares –Misión Barrio Adentro-, entre otros. Es un grupo importante de personas que están convencidas de que defienden el modelo correcto y que lo que está en juego el próximo domingo es su permanencia. Son dos visiones de país enfrentadas que, en el caso del chavismo, incentivan el apego a lo suyo cada vez que se acerca una elección.

P: El apego al modelo lleva ya casi 17 años. ¿Es una filiación eterna como la que profesan a Perón en la Argentina o puede romperse?

R. Es cada vez más evidente que ese apego al modelo chavista se está rompiendo. En Venezuela ya ocurrió con Acción Democrática, que también encabezó gobiernos populistas. Pero en esta oportunidad hay un quiebre de otra dimensión y que contiene otros elementos. Hay un rechazo a un gobierno no democrático, patrimonial, sostenido por las armas y excluyente. Pareciera que en la administración pública solo pueden trabajar los familiares del presidente Nicolás Maduro, o de la primera dama Cilia Flores o, en líneas más generales, todos aquellos que pasan la prueba de la fidelidad con Chávez. La gente está rechazando esa manera de conducirse.

P. ¿Ha podido lograr la oposición en esta campaña que sea creíble su preocupación por lo social?

R. En la lógica de la polarización sigue habiendo desconfianza hacia la oposición. Pero la gente está cansada de la forma cómo Maduro ejerce el poder y eso se verá en el voto castigo que se expresará el 6 de diciembre. Hay une evidente desigualdad en las oportunidades de acceso a bienes y servicios, pero también en las oportunidades que tienen los opositores de gobernar. Está el caso de los exalcaldes Enzo Scarano y Daniel Ceballos (defenestrados por el Tribunal Supremo de Justicia), o del alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma. Cada vez que un opositor gana el gobierno se siente con el derecho de restarle autoridad nombrando gente de confianza en cargos paralelos y quitándole los recursos que le pertenecen al cargo. Hay un rechazo contra esa forma de conducirse de la élite chavista, que además mantiene en la frontera un estado de excepción, que niega el acceso oportuno a la información. Quien no sea chavista no tiene derecho a ejercer una función pública.

P. ¿Qué margen de maniobra tendría un Parlamento dominado por la oposición?

R. Sería una derrota muy fuerte para el chavismo porque se detendría el proceso de consolidación del proyecto bolivariano. Tendríamos por primera vez en muchos años un poder independiente del Ejecutivo, capaz de ejercer sus funciones contraloras. Está por verse si el gobierno se abre a ese juego democrático y permite que el Parlamento cumpla con su labor o si, por el contrario, profundiza la crisis de Venezuela obstaculizándolo.

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