París en contexto
Europa no es un tigre de papel, pero tendrá que gastar más para protegerse
El miedo al terrorismo indiscriminado, en cualquier lugar público, en cualquier ciudad, o contra un avión de los 100.000 que aproximadamente despegan y aterrizan a diario, se ha convertido en la principal amenaza contra Occidente. Sustituye al antiguo miedo apocalíptico de la aniquilación nuclear. Una semana después del viernes negro de París, la pregunta sigue sin respuesta: ¿cómo responder a la amenaza del autodenominado Estado Islámico (ISIS), con territorio en la región más convulsa de la tierra, factoría de terroristas, que contrabandea petróleo para financiarse? Y que combina la barbarie absoluta con la utilización de los instrumentos de una sociedad digital globalizada.
¿Puede la amenaza ser contenida sin una notable escalada del esfuerzo militar para destruir al ISIS en su territorio de Siria e Irak? O por el contrario, los denominados cruzados y señalados como víctimas, nos debemos conformar con la lenta degradación de esta locura, ahogando sus fuentes de financiación, incluidas las de Arabia Saudí. Contra esta filosofía totalitaria del mal absoluto, no diferente del nazismo de Hitler, hay sin duda que responder. Para liberar París en el verano de 1944, fue necesario primero desembarcar en Normandía. Sin embargo, sería un error responder con más violencia a su barbarie replicando el modelo de la invasión de Irak en 2003, sobre cuyos cascotes se construyó en gran medida el llamado Estado Islámico. Una estrategia reforzada de contención paciente sigue siendo la receta más razonable.
Al reflexionar sobre este conflicto asimétrico, pienso en la razón que tenía el gran canciller alemán Helmut Schmidt, recién fallecido, que tras dejar el poder fue ejerció el periodismo como coeditor del prestigioso semanario Die Zeit: "Políticos y periodistas comparten un triste destino. Tienen que hablar de cosas hoy que solo comprenderán bien mañana". Con esta cautela previa intento poner en contexto los atentados de París y señalar sus consecuencias probables. Rusia y Putin, con la ayuda de Francia y la resignación de Obama, rompen su estado de aislamiento de Occidente. Moscú es clave para llegar a un acuerdo negociado y cerrar la guerra civil en Siria. Irán, tras la negociación nuclear con EE UU, es más potencia regional y la revolución islámica prolonga su vida. EE UU decae en su papel de gendarme mundial y entramos en un sistema multipolar de resolución de crisis. Obama no desplegará tropas estadounidenses en Mesopotamia, salvo la repetición de un nuevo ataque masivo contra EE UU.
Soportaremos el terrorismo durante largo tiempo; olvidemos el estado de seguridad absoluta. Sacrificaremos libertades a cambio de obtener más seguridad. La Europa fortaleza es imposible, la abolición de la libertad de circulación acabaría con la UE. La impunidad de movimientos de terroristas ya fichados, comprobada en París, es un error catastrófico de los servicios de inteligencia desconectados. Europa no es un tigre de papel, pero tendrá que gastar más para protegerse. El mal tiene gran ímpetu y a veces las fuerzas del bien están inertes, pero no se cumplirá la afirmación de la escritora disidente soviética Nadezhda Mandelstam refiriéndose a la época de Stalin: "Las masas no tienen espíritu de lucha y aceptarán lo que venga". No pasarán.
fgbasterra@gmail.com
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