La mafia de Roma se sienta en el banquillo
Arranca el proceso contra la red que acaparaba los mejores contratos públicos de la ciudad
De los 46 acusados, el más importante, Massimo Carminati, el supuesto jefe de la mafia de Roma, el antiguo sicario de la banda de la Magliana, el terrorista de extrema derecha que en los años 70 perdió un ojo en un enfrentamiento con la policía, no se sentará en el banquillo. Según los jueces, es demasiado peligroso que abandone la celda de alta seguridad que ocupa en la cárcel de Parma desde que, en diciembre de 2014, fue detenido junto a su socio, el empresario de izquierdas Salvatore Buzzi, acusado de dirigir una organización de corte mafioso que se quedaba con los mejores contratos de la ciudad de Roma.
Carminati disponía incluso de una filosofía copiada de la Tierra Media de Tolkien: “Los vivos están arriba y los muertos abajo. Y nosotros estamos en el medio. Porque en este mundo de la Tierra Media todos se encuentran. A los del mundo de arriba les interesa que alguno del mundo de abajo les haga cosas que no puede hacer nadie, y entonces todo se mezcla”. Así, pagando a funcionarios, sobornando a políticos y aliándose con empresarios sin escrúpulos, logró convertirse en “el rey de Roma”, aquel que tenía la última palabra sobre la gestión de las basuras, los centros de acogida para nómadas o inmigrantes, las emergencias sociales. En una de las conversaciones interceptadas por la policía, llegó a reconocer: “Con los inmigrantes se gana más dinero que con la droga”.
El negocio era perfecto, sobre todo porque no dependía del color político de quien gobernara el Ayuntamiento de Roma. Uno de sus colaboradores fue grabado por las autoridades cuando explicaba a otro que, desde hacía dos décadas, ningún alcalde había sabido frenarlos: “Con Rutelli empezamos a crecer. Con Veltroni nos fue bien. Pero con Alemanno, sobre todo en los aspectos sociales, hemos triplicado las ganancias”. Ni siquiera la elección en junio de 2013 de Ignazio Marino, un cirujano que se hizo con la alcaldía gracias a su fama de honesto, les llegó a preocupar. El empresario Salvatore Buzzi no tenía empacho en alardear: “Si Marino se queda de alcalde otros tres años y medio, nos comemos Roma”.
No les quedaba mucho de comerse de Roma –la capital de Italia ya era un caos absoluto de corrupción y mal gobierno— cuando dos operaciones de la fiscalía, la primera en diciembre de 2014 y la segunda en julio de 2015, les desbarató el negocio. Además del exterrorista Carminati y del empresario Buzzi, la policía detuvo a casi 40 sospechosos e investigó a otros tantos. De ellas, 46 se sientan desde hoy en el banquillo en un proceso que constará de 136 audiencias y del que no se espera sentencia hasta julio de 2016. Aunque hasta ahora no ha abierto la boca, parece que Massimo Carminati está dispuesto a declarar. Según su abogado, Giosuè Naso, el supuesto jefe de Mafia Capital tiene previsto cambiar de actitud: “Esta vez hablará. Está dispuesto a defenderse. Quiere aclarar un montón de cosas y lo hará”.
A pesar de las operaciones policiales que terminaron con “la quinta mafia de Italia”, la ciudad todavía no se ha repuesto de décadas de saqueos ni de una clase política incapaz de sobreponerse a la corrupción y la mala gestión. Según el prefecto Franco Gabrielli, “Roma está todavía enferma”.
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