Argentina apuesta a la minería y enfrenta la resistencia ecologista
El país es el tercer productor mundial de litio; indígenas temen el impacto ambiental
Argentina no es solo llanuras interminables de soja, maíz, trigo y vacas. Es mucho más que los pozos de petróleo y gas de YPF, expropiada a Repsol en 2012. También tiene riqueza minera, como la que encierra el salar de Olaroz, a 1.543 kilómetros al noroeste de Buenos Aires y a 85 del límite con Chile. Aquí, en la precordillera de los Andes, donde los 4.000 metros sobre el nivel del mar agitan el corazón y provocan jaquecas, donde los vientos de 30 kilómetros por hora esparcen la sal y te la meten en la boca, se encuentran una de las minas a cielo abierto que hacen de Argentina la cuarta reserva mundial y el tercer productor de litio, el mineral más liviano de todos, clave para las baterías de móviles, portátiles y coches eléctricos.
Pero el 'oro blanco' y otras explotaciones mineras a cielo abierto provocan polémica en Argentina, pese a que los principales candidatos presidenciales en las elecciones de este domingo apoyan la actividad. En septiembre un derrame de un millón de litros de cianuro de una de las diez mayores yacimientos de oro del mundo, Veladero, en la provincia occidental de San Juan, ha derivado en una causa judicial en la que están procesados nueve ejecutivos de la minera canadiense Barrick y se investiga a los secretarios de Ambiente y Minería del Gobierno de la peronista Cristina Fernández de Kirchner y la posible contaminación de ríos. La semana pasada una manifestación ecologista intentó entrar en una mina de arenas auríferas en otra provincia peronista, La Rioja, en el noroeste de Argentina, y la Policía local reprimió con balas de goma que hirieron el cuello de un diputado opositor.
La explotación de litio apenas ha comenzado en el salar de Olaroz, a 70 kilómetros del pueblo argentino de Susques, en la provincia de Jujuy. Se extiende a lo largo de 300.000 hectáreas, en una planicie rodeada de montañas en las que de noche llega a hacer menos de 20º bajo cero y de día la temperatura no supera mucho más que los 20º. En pozos de entre 30 y 50 metros de profundidad se inyecta agua, recurso escaso en esta zona semidesértica habitada por unos pocos miles de campesinos de la etnia indígena kolla, para extraer la salmuera, un líquido turquesa que contiene entre 0,02% y 0,2% de litio. La salmuera obtenida se deposita en grandes piscinas en las que el sol va evaporándola. El líquido se pasea por un total de 11 ‘piletones’ hasta 18 meses hasta que en los últimos se le inyecta calcio y magnesio para que precipite el carbonato de litio. Empleados del salar reconocen que se inyectan los contaminantes ácidos sulfúrico y clorhídrico en las tuberías para que la salmuera no se cristalice.
El mineral se trata después en una planta que en diciembre pasado inauguró por vídeoconferencia Cristina Kirchner y que en abril pasado se convirtió en la primera en exportar litio de Jujuy. “La primera exportación fue a Japón, pero también hemos expotado a EE UU, Bélgica y Turquía”, cuenta Federico Gutiérrez, asistente de comercio exterior de la operadora de la mina, Sales de Jujuy, en una moderna oficina que parece que no estuviera allí, entre vientos que llegan hasta los 110 kilómetros por hora. Cuando superan los 40, se suspenden las actividades al aire libre.
El embajador de Japón en Buenos Aires, Noriteru Fukushima, cuenta que Jujuy cuenta con suficiente litio para abastecer las necesidades de su país. Antes Argentina lo producía solo en otra provincia norteña, Catamarca. El carbonato de litio, compuesto de micropartículas nocivas para la respiración, se encierran en bolsas y se transportan en camiones rumbo a los puertos de Chile, que junto con Australia son los únicos países que superan a Argentina en producción. En términos de reservas lideran Bolivia, Chile y China.
El 66,5% de Sales de Jujuy pertenece a Orocobre, una minera australiana que solo opera en Argentina; el 25% a la japonesa Toyota, que ha entrada al negocio al compás del desarrollo del coche eléctrico; y el 8,5% a una compañía pública jujeña, que fue creada en 2011 para quedarse con parte de la renta de este mineral de moda. Es decir, la peronista Jujuy provincializó el litio un año antes de que Cristina Kirchner nacionalizara el 51% de YPF. Pese a las quejas iniciales ante la 'estatalización' parcial, el capital privado ha apostado aquí 250 millones de dólares. En los últimos diez años se ha más que duplicado el precio del litio por su uso en la industria electrónica y en el aún incipiente desarrollo de vehículos a batería.
Unos 220 empleados de Sales de Jujuy y de seis empresas contratistas trabajan en el salar de Olaroz. Algunos son de las comunidades kollas de alrededor y otros vienen del resto de Jujuy, de otras provincias argentinas o de Chile y Bolivia. Combaten el mal de altura mascando hojas de coca y el tedio jugando en los campos de fútbol y baloncesto que Sales de Jujuy montó en los contenedores en los que pernoctan.
Pero algunos kollas se oponen al litio y por eso han formado en 2010 la Mesa de Salinas Grandes, a 100 kilómetros del salar de Olaroz. “Nos autoconvocamos porque las multinacionales querían venir a explotar el litio y el bórax y, ante el problema de escasez de agua en la Puna, queríamos ver qué podíamos hacer”, recuerda Julio Valdiviezo, militante de la Mesa de Salinas Grandes. “Las napas de agua se puede contaminar y el mayor terror es nos saquen el mineral, que usamos para el autoconsumo, para los animales o la venta a empresas. Además no se hizo la debida consulta previa a las comunidades”, explica el dirigente. Los indígenas frenaron en 2010 con un recurso de amparo judicial la explotación del litio de las turísticas Salinas Grandes, pero la Corte Suprema de Argentina lo rechazó en 2012 y ahora está pendiente la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Alguna vez un salinero de Susques le dijo al músico jujeño Tukuta Gordillo que para él las brillantes salinas eran el cielo en la tierra. Está claro que no son el paraíso.
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