La detención de otro opositor enturbia el proceso electoral en Venezuela
A solicitud de la fiscalía el excandidato presidencial permanecerá detenido en la misma celda de otro emblemático adversario del régimen, el exalcalde Daniel Ceballos
El resultado de la audiencia de presentación del excandidato presidencial Manuel Rosales, detenido a su llegada a Venezuela el jueves en Maracaibo, fue el esperado. El tribunal 19 de Control de Caracas ha acogido la solicitud de la fiscalía y dejará preso al exgobernador del estado petrolero de Zulia, en el occidente del país, en la sede principal de la policía política al menos mientras se determina si hay razones para enjuiciarlo en la vista preliminar que se celebrará el próximo 12 de noviembre. Hasta ese día el dirigente opositor ocupará la celda que sirvió de morada a Daniel Ceballos, el exalcalde de San Cristóbal sentenciado por las protestas ocurridas contra el presidente Nicolás Maduro entre febrero y junio de 2014.
Rosales parece recorrer el mismo tortuoso camino que siguió el líder venezolano Leopoldo López hasta el día de su sentencia el pasado septiembre. En su caso hay un agravante. Rosales permaneció prófugo de la justicia venezolana desde 2009 porque consideraba como una retaliación política los cargos por enriquecimiento ilícito imputados por la fiscalía, que controla el régimen, a partir de un informe presentado por la Contraloría General de la República en julio de 2007. A pesar del seguro presidio el exalcalde de Maracaibo decidió que era el momento de volver con la intención de sumarse a la campaña por las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre y buscar recuperar terreno frente a los líderes Leopoldo López y Henrique Capriles, que escogieron enfrentar al gobierno y no salir al exilio.
Rosales tomó un vuelo comercial en la isla de Aruba, un enclave holandés frente a las costas venezolanas, acompañado de varios periodistas y parte del pleno de su organización, Un Nuevo Tiempo. Pensaba llegar a Maracaibo, ciudad que gobernó en dos ocasiones (1996-2000 y 2008-2009), para visitar la basílica de La Chinita —una de las advocaciones marianas más arraigadas en la nación sudamericana— y saludar a sus seguidores en la céntrica avenida 72 de Maracaibo. Pero las autoridades venezolanas lo impidieron en respuesta a una advertencia formulada por la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, apenas se supo de las intenciones del dirigente: “Manuel Rosales será aprehendido de manera inmediata”.
Regreso del exilio
Rosales vivió entre Perú y Panamá, donde posee inmuebles, desde abril de 2009. Habían pasado poco más de dos años de su derrota en las elecciones presidenciales de 2006 a manos del entonces presidente Hugo Chávez. Rosales abandonó su cargo de gobernador para representar a la fórmula unitaria opositora en su afán de impedir la primera reelección del líder bolivariano.
Después de aquella victoria, portavoces oficiales señalaron a Rosales por la supuesta incompatibilidad entre su modo de vida y sus declaraciones de patrimonio consignadas en 2002 y 2004. Chávez lo insultó de todas las formas posibles en actos públicos. Cuando la fiscalía emitió una orden de captura en abril de 2009 el dirigente decidió huir siguiendo el ejemplo de sus viejos maestros socialdemócratas perseguidos por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Ese modo de actuar concluye que un dirigente es más útil en el exilio que en la cárcel. Rosales reapareció en Perú, donde recibió asilo político. Esa decisión provocó fricciones entre el régimen bolivariano y el Gobierno del entonces presidente, Alan García.
No están claras las razones por las cuales Rosales decidió regresar a Venezuela. Después de tantos años en el exilio el dirigente no aparece entre los líderes de oposición mejor posicionados para enfrentarse al Gobierno. Su partido Un Nuevo Tiempo perdió protagonismo con los años y hoy es un actor menor en la oposición. Una lectura sugiere que Rosales, que tiene un fuerte ascendiente en su región, es el único dirigente capaz de disputar el liderazgo en Zulia al actual gobernador chavista, Francisco Arias Cárdenas. Sin embargo, el excandidato se enfrenta al olvido y a la generalizada sensación de que solo a los dirigentes que no han salido del país, y que han pagado con la cárcel su pugna con el régimen chavista, les corresponde moralmente sucederlo
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