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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La deuda es sostenible, si se alivia

La capacidad de pagarla es la gran contorsión del semestre Tsipras

Xavier Vidal-Folch
Una mujer ante un puesto electoral de Syriza, hoy en Atenas
Una mujer ante un puesto electoral de Syriza, hoy en AtenasMICHALIS KARAGIANNIS (REUTERS)

La deuda es la gran contorsión del semestre Tsipras. Syriza la consideró impagable. Postuló su repudio, luego su condonación parcial (quitas como a Bonn en 1953 o de los acreedores privados de Grecia en 2011). Montó una comisión mundial para alegar que era inmoral.

Y olvidó que una quita por el sector público es ilegal: el Tratado impide a la Unión asumir “los compromisos de los Gobiernos” (art. 125). Es rotundo. Más que con los rescates, donde se impide “la adquisición directa de instrumentos de deuda” (art. 123): no la indirecta, en el mercado secundario (intermediarios, no los Tesoros), o si hay “acontecimientos excepcionales” (art. 122) que fue lo que salvó a Grecia de la catástrofe en 2010 y en 2011/12, tras una brutal batalla de la gente razonable con el Bundesbank.

Mientras se prendían los fuegos artificiales, el (hoy ex) ministro Yanis Varoufakis proponía en febrero soluciones más razonables: indexar la deuda al crecimiento de la economía; redimirla con bonos perpetuos del BCE, haciéndola eterna; o una suerte de mutualización parcial (“A modest proposal...”). Razonables, aunque imposibles —también lógico— en ausencia de confianza sobre la seriedad del deudor.

Pero el ruido funcionó. Proliferó el mantra de que “la deuda griega es impagable”. Como si el pago dependiese de su cuantía y no de la capacidad de pago (crecimiento del PIB). Como si su coste medido en tipos de interés no fuese (2014) el más bajo de Europa. Y su factura, la más barata del Sur. Todos se llenaron la boca de “reestructurar” la deuda, en forma de quitas.

Al fin el Eurogrupo optó el 12 de julio por la hipótesis (aún no tesis) de un alivio de la deuda, mediante plazos más largos y tipos aún inferiores, lo que difiere de la quita pero puede aproximarse en resultados. Ya se le había ofrecido a Atenas en noviembre de 2012: ¡tanto vaivén para volver a la peonza de siempre!

¿Funcionará una salida así, si acaba confirmándose? Algunos aducen que hasta el FMI asegura su fracaso. Falso. En plena batalla campal, en su documento del 26 de junio (Preliminary draft debt sustainability analysis), advierte, sí, que “la dinámica de la deuda” es [SE HA VUELTO]“insostenible” tras el fracaso de un año.

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Pero también que “la sostenibilidad puede recuperarse” ampliando el período de gracia a 20 años; y el de amortización, en 40 más. Claro, si se mantienen los bajos tipos de interés y se dispensa la ayuda financiera necesaria. Ese alivio no es una quita. Mejor: menos ruido; mejor digestión para el donante; y menos azar moral (difuminar la responsabilidad) del beneficiario. A eso vamos.

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