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Una fábrica de refrescos israelí deja Cisjordania por la presión del boicot

Sodastream, que tuvo como imagen a Scarlett Johansson, cierra su fábrica en Cisjordania

Juan Carlos Sanz
Nueva planta de Sodastream en Lehavim, en la región del Negev israelí.
Nueva planta de Sodastream en Lehavim, en la región del Negev israelí.EFE

La fábrica de Sodastream, el electrodoméstico para elaborar refrescos del que la actriz estadounidense Scarlett Johansson fue imagen publicitaria, se ha trasladado esta semana desde el asentamiento de colonos de Maale Adumin, en Cisjordania, a un polígono industrial en el desierto del Negev, en territorio de Israel internacionalmente reconocido.

La campaña global de boicot que lanzaron el año pasado grupos propalestinos en contra de la marca parece haber influido en el traslado de la producción fuera del área ocupada por el Ejército israelí desde 1967. Los responsables de Sodastream insisten, sin embargo, en que el cierre de la planta en Cisjordania no obedece a “razones políticas”, sino a las “necesidades técnicas del negocio”. Las acciones de la compañía se desplomaron poco después de la polémica surgida por el anuncio de Scarlett Johansson, que también renunció su puesto como embajadora de Oxfam para no entrar en contradicción con la política de la ONG humanitaria.

Las autoridades israelíes ven detrás de estos movimientos empresariales las presiones de la campaña internacional de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), secundada por decenas de organizaciones para exigir la retirada de Israel del territorio palestino ocupado.

Zakaria Odeh, director de la Coalición Cívica por los Derechos Palestinos en Jerusalén, considera que la campaña BDS “forma parte de la lucha pacífica contra la ocupación israelí”. Para Odeh, este movimiento se inspira en el surgido durante los años ochenta del siglo pasado contra el apartheid en Sudáfrica. Sin embargo, asegura que los visitantes sudafricanos de los territorios ocupados consideran que la privación de derechos es más grave en Palestina de lo que lo fue en su país bajo el régimen de discriminación racial.

El responsable de esta organización de la sociedad civil recuerda que el caso de Sodastream no es el primero que se ha visto afectado por el boicot internacional: “Una compañía francesa que participa en la gestión del tranvía de Jerusalén también se ha retirado”. La sociedad Transdev, filial del grupo Veolia, vendió en agosto sus acciones en la línea de transporte a sus socios israelíes. Un grupo propalestino presento ante los tribunales franceses en 2008 una denuncia contra Veolia por participar en un proyecto que recorre parte de Jerusalén Este, anexionado por Israel tras la Guerra de los Seis Días, en una decisión que no cuenta con el reconocimiento de la comunidad internacional.

Israel debe diferenciar entre el extremismo islámico y la izquierda radical si quiere afrontar el desafío del BDS, sostiene un experto

El pasado mes de junio, la compañía telefónica francesa Orange fue criticada por el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu después de anunciar que iba a retirar su marca de la sociedad del operador de móviles israelí con el que está asociado. El director general de Orange, Stéphane Richard, que había apuntado a la existencia de presiones que impedían la expansión de su compañía en los países árabes, acabó viajando poco después a Jerusalén para retractarse y pedir disculpas ante el propio Netanyahu.

Eran Shayshon, director asociado del centro de investigación social Apco, es uno de los principales analistas israelíes de las campañas internacionales de boicoteo. Desde su época de asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores viene advirtiendo de la complejidad del fenómeno del BDS, que la clase política israelí suele tachar sin matices de actividad antisemita. “Detrás de los grupos que apoyan el boicoteo, sobre todo en Europa, hay sectores islamistas que buscan la destrucción de Israel, pero también organizaciones de la izquierda radical que critican la política del Gobierno de Israel respecto a la cuestión palestina”. Shayshon sostiene que Israel debe diferenciar entre el extremismo islámico y la izquierda radical si quiere afrontar el desafío del BDS.

El traslado de la producción de Sodastream al interior de la Línea Verde, la frontera anterior a 1967, coincide también con la propuesta de la Unión Europea de imponer un etiquetado especial, con indicación expresa de su origen, a todos los productos israelíes fabricados en Cisjordania y Jerusalén Este que vayan a ser exportados al mercado comunitario en el marco del acuerdo de asociación bilateral. Tras las elecciones del pasado marzo que revalidaron el mandato de Netanyahu, 16 países de la UE, entre ellos Italia, Francia, Reino Unido y España, pidieron a la alta representante de Política Exterior, que ponga en marcha la medida del etiquetado para “preservar la solución de los dos Estados”.

En paralelo a las campañas de boicoteo económico, Israel ha expresado también su preocupación por la amenaza de ostracismo silencioso que pende sobre sus prestigiosas universidades. Destacados catedráticos y académico alertaron en junio al presidente israelí, Reuven Rivlin, del rechazo a la publicación de artículos de científicos israelíes en publicaciones internacionales y del creciente recorte de las invitaciones a sus profesores a conferencias y foros de debate.

 

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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