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El hartazgo ciudadano impulsa a un candidato a la izquierda de Clinton

El veterano Bernie Sanders crece como rival de Clinton y endurece el discurso general contra la desigualdad

Amanda Mars
Bernie Sanders durante un acto la semana pasada en New Hampshire.
Bernie Sanders durante un acto la semana pasada en New Hampshire.BRIAN SNYDER (REUTERS)

Ni es el favorito en las apuestas ni se le ve como presidente de Estados Unidos, pero Bernie Sanders, un senador de 73 años autodeclarado socialista en un país que abomina del término, ha crecido lo suficiente como para acercarse a Hillary Clinton y escorar a la izquierda la campaña demócrata para elegir candidato a las elecciones de 2016. Sanders reúne multitudes, apela a los intereses de la clase social frente a las ideas políticas de cada uno y pide una “revolución política” contra el establishment. Encarna, en fin, la versión estadounidense de ese liderazgo político europeo crecido en el hartazgo.

“Usted, señor Greenspan, simplemente no sabe lo que pasa en el mundo real. Venga conmigo a conocer gente de verdad, los clubes de campo y los cócteles no son la América real, los millonarios son la excepción”. No era en plena crisis cuando un Sanders lleno de nervio se despachaba así ante el presidente de la Reserva Federal, sino en un 2003 previo a la gran tormenta. Doce años después, el senador independiente por Vermont sigue clamando contra la desigualdad y pidiendo mano dura contra Wall Street, pero las palabras calan más que antes de la Gran Recesión.

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Por primera vez, a mediados de agosto, una encuesta situó a Sanders por delante de Clinton en New Hampshire y este sábado otro sondeo en Iowa le dio un 30% de apoyo, solo a siete puntos de la favorita. La atracción de pequeños donantes para financiar su campaña puede compararse con la que logró Barack Obama en 2008. Por edad y perfil, es fácil comparar su tirón al de Jeremy Corbyn en el partido laborista británico, solo que en un país que nunca ha tenido un partido laborista.

“Sanders está abarcando un espacio ideológico a la izquierda que no estaba ocupando por nadie, Clinton forma parte de un centro más pragmático y si Joe Biden [actual vicepresidente] decide presentarse, pugnará por los mismos votos que ella, Sanders habla de una desigualdad que preocupa mucho a la gente y tiene una carrera coherente con ello”, señala Geoffrey Skelley, del Centro sobre Política de la Universidad de Virginia.

Sanders ha sido un outsider: votó contra la guerra de Irak y defendió el matrimonio gay cuando aún casi nadie lo hacía. Pide la subida de los salarios mínimos y se declara socialdemócrata, aunque apela a los votos de una clase trabajadora con ideas políticas dispares pero una preocupación común, su supervivencia. En el grupo de población perjudicada por la crisis y que se siente desfavorecido en la recuperación es donde espera captar votos.

Intereses de clase, frente a ideas

“No soy un liberal (de izquierdas), soy un progresista que sobre todo se centra en la clase media y trabajadora”, decía Sanders esta verano a The New York Times. Sanders remachaba: “la gente corriente está muy disgustada con que la clase media esté siendo destruida” y muchos de estos “pueden no estar de acuerdo con el matrimonio homosexual, pero quieren a un luchador”.

“Pero el argumento de clase, ese de que mucha gente está votando en contra de sus intereses económicos, nunca ha triunfado en EEUU, el factor conservador frente a liberal aquí está también vinculado a lo urbano frente a lo rural”, apunta Skelley. Además, advierte de que “resulta que Sanders está conectando especialmente con ciudadanos blanco, bien formados y de clase media” y no con los más maltratados del sistema.

Hijo de un inmigrante polaco, Sanders nació y creció en una zona de Brooklyn eminentemente judía, un barrio tranquilo en el que la gente mayor se sienta con sillas plegables en pequeños grupos a la sombra. Apenas cuatro manzanas separan la casa familiar, un apartamento modesto en un bloque hoy descuidado, del James Madison High School, el colegio en el que estudió en los 50 y que desde 2008 le tiene en su muro de honor. “Se le incluyó en el marco de un acto organizado, pero al día siguiente volvió a la escuela sin avisar a nadie y se reunió con grupos de alumnos para conocer sus inquietudes y sus problemas, ¿no cree que eso dice mucho del carácter del alguien?”, cuenta Marthy Alpert, la presidenta de la asociación de antiguos alumnos, dos años mayor que Sanders.

El viejo senador cae bien, conecta con los mayores y con los jóvenes -esa llamada generación del milenio que va a tener una gran peso en esta campaña y que no confía en el sistema tal y como está diseñado-, aunque tiene un frente abierto con la comunidad negra, que cuyos activistas (el movimiento Black lives matter, en español: Las vidas negras importan) le acusan de no ser lo bastante contundente en la defensa de sus derechos.

Está por ver qué papel jugará la brecha social en una América que ha salido de la crisis de una forma tan desigual. Antes que el efecto Sanders, hubo un efecto Warren –Elizabeth Warren, que no opta a la candidatura- que ya influyó en el discurso de Clinton. “Ella sigue siendo la más fuerte y la que tiene más fondos, pero Sanders está teniendo un gran impacto y le está forzando a ser más agresiva en sus ideas”, apunta Julian Zelizer, analista político y profesor de Princeton.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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