Las dos Coreas abren un diálogo para rebajar la tensión en la frontera
Delegaciones del mayor nivel en más de un año se han reunido en la frontera durante horas
Se impuso la cordura. Tras dos días de una tensión creciente y un estado de semiguerra declarado por Pyongyang, las dos Coreas decidieron sentarse y hablar. Las delegaciones de mayor nivel en más de un año se dieron cita en Panmunjom, en la frontera común, y se recibieron con apretones de manos. El encuentro, que se prolongó hasta bien pasada la medianoche, comenzó 30 minutos después de que hubiera expirado el ultimátum que lanzó el líder supremo norcoreano, Kim Jong-un, para que Seúl pusiese fin a las transmisiones de propaganda a través de altavoces que emitía desde el día 10. De lo contrario, había asegurado, habría ataques. Pero el plazo terminó sin incidentes.
En las conversaciones participaron dos personas por país. La delegación surcoreana estaba compuesta por Kim Kwan-jin, consejero de Seguridad Nacional, y el ministro de Unificación. Pyongyang estuvo representada por Hwan Pyong-so, considerado el número dos de Kim Jong-un, y Kim Yang-gon, un veterano de las conversaciones entre los dos países.
Pese a las tensiones de los días previos, el encuentro estuvo rodeado de pequeños gestos encaminados a la distensión. La agencia de noticias norcoreana, KCNA, informaba del acuerdo para celebrar la reunión mencionando, por primera vez en ocho años, a sus vecinos del sur por el nombre formal del país, como “República de Corea”. “El norte y el sur han acordado celebrar contactos relacionados con la situación actual en las relaciones norte-sur”, anunció por su parte el consejero adjunto de Seguridad Nacional en Seúl, Kim Kyou-hyun.
Ambas partes tendrán que acordar medidas para distender la situación. Y estar muy seguros de que todo aquello que aprueben contará con el visto bueno de sus respectivas capitales y se pondrá realmente en marcha.
Corea del Norte había planteado ya el viernes celebrar una reunión. Seúl respondió con Seúl respondió con una contrapropuesta para garantizar la participación de Hwan. La situación contrastaba marcadamente con el pasado enero, cuando Kim Jong-un había descartado la posibilidad de celebrar reuniones de alto nivel entre ambos lados de la península coreana.
La tensión entre los dos países se había elevado a lo largo de agosto a unos niveles insólitos desde hacía un lustro. El origen de la escalada había tenido lugar el 4 de agosto, cuando dos soldados surcoreanos quedaron heridos al estallar una mina mientras cumplían una misión de patrulla rutinaria, según el Ministerio de Defensa en Seúl. Los exámenes de los restos, aseguró entonces el Ministerio, demostraban que el vecino del norte había colocado el artefacto. Pyongyang lo negó, pero Corea del Sur prometió responder con dureza. El día 10 comenzaba las transmisiones de propaganda. El lunes pasado, Corea del Norte hacía lo propio.
Este jueves, los dos países intercambiaron fuego de artillería por primera vez desde 2010. Según la versión del Ministerio de Defensa surcoreano, el norte lanzó cuatro rondas de proyectiles contra uno de esos altavoces propagandísticos del sur, levantados en once distritos a lo largo de la frontera. Seúl respondió con 29 rondas. En ninguno de los casos se produjeron víctimas o daños materiales, en una señal de que ninguna de ambas partes quería llevar el enfrentamiento demasiado lejos.
Pyongyang envió entonces el ultimátum a Seúl para que cesara las emisiones de propaganda a partir de las 10.30 hora española peninsular del sábado. Kim Jong-un dio órdenes a su Ejército para que se pusiera en pie de guerra. Corea del Sur insistía en que mantendría los altavoces en funcionamiento hasta que no reciba una disculpa de su vecino del norte. Su presidenta, Park Cheung-hye, canceló otros actos previstos en su agenda y acudió, vestida de uniforme, a visitar una base militar.
Las transmisiones de propaganda habían sido parte de la rutina diaria a ambos lados de la frontera desde el fin del conflicto civil en la península (1950-1953) que concluyó no con un tratado de paz, sino con un armisticio, lo que les mantiene técnicamente en guerra. La práctica concluyó de mutuo acuerdo en 2004, en una etapa de acercamiento entre ambos lados de la frontera que concluyó en 2010, cuando 46 marinos surcoreanos murieron en el hundimiento de un barco de guerra, un acto del que Seúl culpó a Pyongyang.
Desde entonces, las relaciones no han perdido la aspereza. Pero aunque la retórica ha alcanzado niveles muy agresivos, ambas partes han sabido mantener la prudencia suficiente como para evitar que la situación degenere en violencia.
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