Turquía sufre una oleada de atentados kurdos e izquierdistas
Siete ataques armados causan al menos nueve muertos y una veintena de heridos
Turquía inició una nueva semana más sumida en la violencia con un lunes negro en el que se produjeron al menos siete ataques armados —en Estambul y en el sudeste kurdo del país— que dejaron nueve víctimas mortales y una veintena de heridos. A la ya de por sí tensa situación derivada de los enfrentamientos entre el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y las fuerzas de seguridad turcas, se ha unido la violencia de grupos armados izquierdistas —que reivindicaron dos de los atentados—. Mientras, Estados Unidos despliega tropas en la base aérea turca de Incirlik para bombardear al Estado Islámico en Siria.
El primero de los ataques se produjo en la barriada obrera de Sultanbeyli, situada en el extrarradio de Estambul. Allí, un militante suicida hizo detonar un vehículo cargado de explosivos junto a una comisaría que también servía de residencia a los agentes. La bomba destrozó buena parte del edificio y provocó un incendio, hiriendo a diez personas, siete de ellas civiles. Horas más tarde, cuando artificieros de la policía examinaban el lugar de los hechos, fueron asaltados con armas de largo alcance y murió un agente, tras lo cual se produjo un tiroteo entre ambos bandos en el que fallecieron dos atacantes más.
La izquierda armada turca
La represión y persecución sufrida por la izquierda de Turquía en el último medio siglo ha llevado a una tremenda atomización y radicalización. Especialmente a partir de la década de 1970, diversas organizaciones optaron por la lucha armada.
De entre los grupos armados marxistas en activo, sobresale el Partido-Frente de Liberación del Pueblo Revolucionario (DHKP-C), con gran implantación en algunos barrios estambulíes de mayoría aleví, minoría musulmana heterodoxa oprimida por la mayoría suní —parte de los muertos en el atentado islamista de Suruç eran alevíes, y dos dirigentes alevíes han sido tiroteados en la última semana—.
El DHKP-C ha atentado contra diversos objetivos civiles y policiales turcos y también de EE UU, país al que ve como “el mayor enemigo de los pueblos del mundo”.
La poca conocida Unidad de Defensa del Pueblo (HS-B), que se define como marxista-leninista-maoísta, asumió la autoría del atentado en su cuenta de Twitter y reconoció la muerte de tres de sus “fedayines”. También amenazó con nuevos ataques contra el Estado “asesino” de Turquía y sus “fuerzas de ocupación”. Con todo, miembros de la policía citados por el diario Milliyet no dan total credibilidad a este grupo y mantienen la posibilidad de que se trate de un ataque del PKK, ya que uno de los atacantes muertos era de origen kurdo. El HS-B sólo había salido a la luz en una ocasión anterior: cuando el pasado marzo reclamó la autoría de un atentado en la librería estambulí Adimlar, supuestamente vinculada a la organización armada islamista IBDA-C y al Estado Islámico.
A primera hora de la mañana del lunes, y también en Estambul, una pareja abrió fuego contra los policías que vigilaban el consulado de Estados Unidos, en el norteño distrito de Sariyer. Uno de los atacantes logró huir, pero la otra, herida, fue arrestada. Se trata de Hatice Asik, mujer de 51 años que hace poco más de un mes había quedado en libertad provisional después de ser detenida como presunta integrante del Partido-Frente de Liberación del Pueblo Revolucionario (DHKP-C). Este grupo armado ya cometió un atentado suicida contra la embajada de EE UU en Ankara en el que murió un agente de seguridad. El DHKP-C ha sido uno de los grupos en los que, junto al PKK, se han cebado las redadas policiales de las últimas semanas.
Aparte de estos dos atentados, en la región kurda de Turquía se produjeron cinco ataques de la guerrilla kurda a diversos objetivos militares y policiales en las provincias de Sirnak, Diyarbakir y Hakkari. El más letal ocurrió en la localidad de Silopi, de esta primera provincia, y en donde, en los últimos días, se han producido violentos enfrentamientos entre simpatizantes del PKK y la policía, que han acabo con la vida de al menos tres civiles y un agente. Este lunes, cuando blindados policiales acudían a destruir las barricadas construidas por miembros de YDG-H —una suerte de kale borroka kurda—, un explosivo volcó uno de los vehículos matando a cuatro agentes e hiriendo a otros siete.
También en la provincia de Sirnak, los milicianos kurdos atacaron con una ametralladora antiaérea a un helicóptero de transporte castrense, hiriendo a varios soldados y matando a uno de los reclutas, que, precisamente, acababa de terminar su servicio militar obligatorio.
Esta cadena de atentados llega sólo un día después de que, en un giro respecto a su anterior postura belicista, el primer ministro turco, el islamista Ahmet Davutoglu, propusiese que “todos los líderes políticos acuerden una postura común respecto al orden público, la democracia y el abandono de las armas” del PKK. El jefe de la oposición, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, —que negocia con los islamistas una coalición de gobierno— dio la bienvenida a este llamamiento y pidió un encuentro de los líderes políticos para “buscar una solución al mayor problema del país”.
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